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Con todo el trabajo y la planificación que hay detrás de un programa o una serie de televisión, asombra comprobar la cantidad de ellos que han sido cancelados después del primer episodio. Ese final prematuro y abrupto se suele deber a tres posibles causas: una caída brutal de los índices de audiencia a lo largo de la emisión, la sensación abrumadora de que el producto es un auténtico desastre o, en fin, el escándalo en torno a alguno de sus contenidos, aunque a veces esos tres factores van alegremente de la mano. En los últimos tiempos, a los críticos de televisión no se les ve tan propensos a afirmar que un programa es el peor de la historia del medio, porque a estas alturas ya se han hollado simas inconcebibles, pero hubo un tiempo de inocencia y esperanza en el que se trataba de un comentario relativamente habitual. Fue lo que dijeron, por ejemplo, de 'Who's Whose', un concurso televisivo estadounidense que en 1951 se convirtió en uno de los fiascos de referencia, un pionero de esto que llaman 'flops': se trataba de identificar qué mujeres estaban casadas con qué maridos, pero hasta el invitado estelar de la primera (y única) entrega sentía tan poco interés que se escabulló para escuchar un partido de béisbol por la radio.
En la lista de programas a los que se ha dado el tajo tras su primera emisión tenemos un poco de todo. Hay casos en los que, una vez leída la sinopsis, el desenlace no sorprende tanto, aunque esa sensación es compatible con las ganas de verlos inmediatamente. Ahí está, por ejemplo, 'Heil Honey I'm Home', la serie británica de los 90 que se choteaba de las comedias americanas presentando a Adolf Hitler y Eva Braun como una paródica pareja de clase media, vecina de un matrimonio judío. O 'Mesmerised', el show australiano de hipnosis en el que un hombre acababa casándose con una alpaca. Otras veces, en cambio, la curiosidad por el producto fallido no se aviva de manera tan intensa: uno da por hecho que por algo fracasaría 'Osbournes Reloaded', uno de los 'realities' de Ozzy Osbourne y familia, cuyo primer (y único, habrá que insistir) episodio emitido se recortó de la hora prevista a solo 35 minutos. Y hace falta valor para recuperar fiascos españoles como 'Ahora, la Mundial', la tertulia del Mundial de 2018 en la que comentaban el partido de la selección analistas como Alessandro Lequio o Kiko Matamoros. Hundió el share de Telecinco (del 68,9% del España-Irán al 9,5%) y ni siquiera Camacho quería conectar con ellos.
Claro que hay un destino todavía peor que la supresión de un programa tras el primer episodio: que te lo corten a medias. En EE UU, con su amplio surtido de zonas horarias, es relativamente común que una tele de la Costa Oeste decida no emitir algún horror que ya han padecido en el este, pero con 'Turn-On' las reacciones fueron viscerales, hasta el punto de que alguna cadena decidió cortar a la mitad y dejar la pantalla en negro con música de órgano, como si se hubiese desencadenado un apocalipsis nuclear. Ya se sospechaba que iba a ser un programa arriesgado para 1969, un «asalto sensorial» con fondos blancos, pantallas partidas, música de sintetizador y humor sexual que llegó a provocar «molestias físicas» a algunos espectadores.
También 'Australia's Naughtiest Home Videos' (es decir, los vídeos caseros más traviesos de Australia) jugó con fuego en 1992. Su intención era aprovechar las grabaciones de índole cómico-sexual que habían ido llegando al exitoso espacio de vídeos domésticos de la cadena, así que en el medio episodio que se emitió aparecían, por ejemplo, un crío agarrándole los testículos a un canguro o un hombre levantando pesas con el pene. El dueño de la tele, el magnate Kerry Packer, estaba cenando en casa cuando le llamaron unos amigos para avisarle de lo que estaba programando. No le gustó mucho. De hecho, tras echar un vistazo, telefoneó y mandó que «retirasen esa mierda», una orden que se cumplió de inmediato: tras anunciar problemas técnicos, repusieron un capítulo de 'Cheers'. En 2008, con Packer ya fallecido, se recuperaron las cintas y se reemitió el episodio íntegro... o no tanto, porque se decidió censurar algunos comentarios del presentador que no se consideraron aceptables en el siglo XXI. Los genitales del canguro ya no se veían ofensivos, pero un chiste sobre niños gordos sí.
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