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¿Jugamos al pickleball? Una inmensa mayoría de las personas a las que se les haga esa pregunta no sabrán qué deporte le proponen hacer. O si nos invitan a un partido de ultimate rugby, pocos pensarían que no van a ver balones ovalados sino ... un frisbee volando por el campo. Existe un mundo de deportes alternativos, que mezclan modalidades diferentes y alejados de la competición profesional y los fines comerciales de los más tradicionales como el fútbol o el baloncesto. El objetivo de estas disciplinas es promover el ejercicio para todas las edades y capacidades físicas. No los verán en las olimpiadas pero son pura diversión.
«Se ajustan más a la filosofía y los valores de la carta olímpica de impulsar el deporte para todos. Hay que tener en cuenta que el 60% de la gente abandona el ejercicio físico con el paso de los años. Estos deportes ofrecen alternativas distintas a los convencionales para disfrutar y que la mayoría de las personas salgan de la dinámica del sedentarismo». destaca Daniel Martínez Colmenarejo, vicepresidente de la Federación de Asociaciones Españolas de Deportes Alternativos (FAEDA). Resalta, además, que en estas especialidades se fomentan las categorías mixtas. Ganar no es el objetivo.
Muchas de estas disciplinas minoritarias son actividades en las que que se mezclan dos o tres modalidades, por ejemplo fútbol y voley, frisbee y golf, o juegos de raqueta –tenis, pádel y badminton– como en el pickleball. Estos son algunos de los más practicados.
Se juega como el golf tradicional –contando los 'golpes' hasta que se consigue introducir en el hoyo–, pero, en vez de usar bola y palos, los participantes lanzan un disco volador o frisbee que se debe introducir en grandes cestas con cadenas. Los campos en los que se practica este deporte en España se encuentran generalmente en parques públicos, abiertos a todo tipo de usuarios. Atrae tanto a jóvenes como a adultos y se practica también entre discapacitados. Es muy fácil de aprender.
Es una mezcla entre badminton, tenis y pádel. «No es tan agresivo ni lesivo como otros deportes de raqueta y pala, es muy fácil de aprender y menos exigente físicamente, por lo que está al alcance de todas las edades y niveles», explica Tania Flores, presidenta de la asociación vasca de esta modalidad. El campo de juego es de similar tamaño al del badminton y con una red de tenis.Las raquetas o palas de pickleball son de materiales sintéticos, tienen forma cuadrada y la pelota es perforada para conseguir que sea más liviana y no pueda lesionar a un jugador y, a la vez, que se desplace con mayor lentitud facilitando el juego. Una de las diferencias con el tenis es que hay una zona marcada junto a la red que no se puede pisar para volear, por lo que permite que las jugadas sean más largas. Presume de ser uno de los deportes que más rápido ha crecido en Estados Unidos.
Es un deporte colectivo con dos equipos de siete personas cada uno, en el que no hay contacto –a diferencia del rugby– y que en lugar de un balón ovalado, utiliza un disco frisbee. El campo es más estrecho que el del rugby, con una zona de ensayo en cada extremo. El jugador puede pasar el disco a sus compañeros de equipo en cualquier dirección, pero con el frisbee en la mano no puede avanzar. Marcan un gol si uno de los participantes atrapa el disco en la zona de ensayo. Su seña de identidad es el «espíritu deportivo»: no hay árbitros y deja en manos de los propios jugadores aplicar el reglamento de forma honesta y deportiva.
Esta especialidad surgida de la fusión del voleibol y el fútbol nació en Brasil y se juega principalmente en la playa. Las normas son similares a las del voley-playa, salvo la excepción de que no está permitido golpear el balón con la mano o el resto del brazo. Lo habitual es que los equipos estén formados por dos jugadores, aunque también puede jugarse uno contra uno. En ese caso cada participante puede golpear hasta tres veces el balón para pasarlo al campo rival.
Los deportes alternativos se han ganado un espacio en la escuela por «sus grandes posibilidades educativas», resume Amador Jesús Lara Sánchez, profesor de Didácti de la Expresión Corporal, y colaborador de la Fundación Dialnet de la Universidad de La Rioja. Uno de los más extendidos es el kin-ball, detalla. Se juega con un balón gigante y participan tres equipos de cuatro jugadores. El objetivo es lanzar el balón dificultando la recepción de los contrarios para conseguir que toque el suelo. «Estas modalidades promueven el juego limpio, la inteligencia táctica y el compañerismo. Facilita la integración de los menos hábiles y, como los equipos son mixtos, la igualdad de género», añade el docente. Otro de los más extendidos es el tchoukball. Son siete jugadores en cada equipo (cinco en la modalidad de playa). Se anota un punto cuando la pelota rebota en cualquiera de los dos cuadros 'trampolín' colocados en la cancha y toca el suelo en una zona marcada. El máximo son tres pases, tres pasos y tres impactos en el mismo cuadro de rebote y tres segundos con el balón.
La federación que agrupa a las asociaciones de estas modalidades no reconocidas de forma oficial como deporte marca unas normas. «Deben utilizar sistemas competitivos lo más participativos posibles, equipos mixtos, ofrecer categorías familiares, sancionar duramente la violencia y la discriminación y potenciar la convivencia».
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