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Al comenzar una actividad nueva y desconocida es habitual sentirse un poco abrumado. La jardinería no es para menos. La cantidad de información que existe respecto al cuidado y mantenimiento de las plantas es tan abundante que resulta difícil saber por dónde empezar. Para hacer ... la tarea algo más sencilla, dos especialistas del sector nos aclaran las dudas más frecuentes:
Los profesionales recomiendan empezar por las que requieren menos cuidados, como las que son capaces de almacenar agua en sus tallos u hojas y no precisan de riego abundante. La Zamioculca, la Monstera deliciosa, la Pilea, la Echeveria, la Sansevieria o los cactus son algunas de ellas. «Los cactus son de las plantas más resistentes y es difícil que se mueran. En el 98% de las ocasiones que ocurre es por exceso de riego», señala Carlos Rebolleda, experto en plantas del vivero Fronda. Por su parte, las orquídeas o la adianthum son mucho más exigentes y difíciles de mantener.
Otra referencia es que «las plantas de hoja pequeña son más delicadas y necesitan más riego que las de hoja ancha», agrega Santiago González, director de la Asociación Española de Centros de Jardinería (AECJ) y de la revista 'Verde es Vida'.
«En tres cosas, principalmente: su aspecto exterior –nunca compraremos una planta con ramas podridas–; su procedencia o certificación –las plantas poseen un pasaporte fitosanitario europeo que certifica su calidad y que está libre de plagas y patógenos– y su raíz, pues un buen desarrollo radicular será clave para garantizar que la planta crezca con vitalidad», sostiene Rebolleda.
Además, González aconseja adquirirlas en centros de jardinería especializados, frente a hacerlo por internet, en supermercados o en tiendas de todo a cien, porque «en ese tipo de establecimientos las plantas no siempre reciben los cuidados adecuados y, cuando nos las llevamos a casa, no crecen bien o se mueren porque ya han sufrido previamente. Así ocurre, por ejemplo, con las flores de Pascua. Son plantas de interior, pero en algunas tiendas las colocan en la calle para atraer la atención de los clientes, lo que hace que sufran».
Necesitaremos: «Una regadera y un pulverizador para aplicar el riego y la humedad que necesite la planta; un trasplantador, para pasarla de una maceta a otra cuando lo precise; unas tijeras, para cortar las ramas y hojas secas; abono genérico, que sirve para aportar los nutrientes esenciales para la mayoría de las plantas, y un corrector de carencias de microelementos», enumera el experto de Fronda.
Toda planta tiene la capacidad de adaptarse a un entorno que no es el suyo, pero «es mejor colocarlas en habitaciones luminosas que estén a una temperatura similar a la que tienen en su medio natural», dice Rebolleda. «Con que tengan cerca una ventana pequeña por la que entre algo de luz, aunque sea la de un baño, es suficiente para muchas plantas. Lo que hay que evitar es colocarlas cerca de la calefacción», añade González.
«Un riego excesivo priva a las raíces de oxígeno y las 'asfixia', así como fomenta la proliferación de patógenos que pueden ser letales. Por eso es esencial que la maceta cuente con agujeros de drenaje», dice González.
La falta de agua no es mucho mejor, y las plantas que viven en tiestos corren mayor riesgo de quedarse secas (cuanto más pequeña la maceta, más riesgo). Eso sí, «unas hojas de aspecto lacio no siempre indican falta de riego, puede ser lo contrario. Para no equivocarse, meta un dedo en la tierra y riegue solo si está seca», agrega. Pero atento, porque hay especies que en invierno no se deben regar, como los cactus.
Lo malo del riego es que el agua arrastra los nutrientes presentes en la tierra, lo que puede manifestarse en flores descoloridas o un crecimiento débil, de ahí la necesidad de abonar de forma periódica. Aunque con cuidado, porque el exceso de fertilizante puede quemar las hojas y aumentar la vulnerabilidad ante las plagas.
Además, recuerde que las plantas de interior no se suelen podar, a no ser que crezcan de forma descontrolada; y se trasplantan cada dos años.
Son varias las señales que pueden darnos nuestras plantas para indicar que están sufriendo. Rebolleda repasa las más comunes: «Las hojas amarillas por falta de agua (habrá que regar de inmediato), las hojas amarillas en las que se aprecia la nerviación de las hojas por falta de hierro (habrá que aplicar un quelato de hierro o un abono que lo contenga); las hojas marrones por exceso de agua y la posterior pudrición (habrá que cortar el riego y dejar secar la tierra); las manchas blancas debidas a una enfermedad fúngica (habrá que aplicar un fungicida específico contra cada tipo hongo); las arañas rojas, una plaga caracterizada por la presencia de pequeñas arañas de color rojo y telas de araña sobre la planta (habrá que aplicar un acaricida); y los pulgones, las cochinillas y otras plagas de insectos que se pueden prevenir pulverizando las plantas cada 15 días con un insecticida».
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