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Detalle de uno de los anuncios publicados en las revistas españolas. Yo Fui a EGB
¿Te acuerdas de los monos marinos?
¿Sabías que...?

¿Te acuerdas de los monos marinos?

Los misteriosos duendecillos acuáticos, que se anunciaban sin descanso en las revistas españolas de los 70 y los 80, eran un portento de la publicidad engañosa y tenían ciertos vínculos con el supremacismo blanco

Domingo, 18 de abril 2021, 00:04

Unas mascotas deseosas de agradar

Los niños de los años 70 y 80 contemplábamos con fascinación los anuncios de los monos marinos, que solían aparecer a menudo en tebeos y en revistas como 'Teleprograma'. Seguramente, los críos de aquella época éramos más impresionables que los actuales, pero la verdad es que aquella publicidad se presentaba como la ventana a un mundo prodigioso: la ilustración mostraba una pecera donde habitaban unos humanoides minúsculos y fabulosos, una especie de duendes acuáticos con cola de pez y sonrientes facciones de persona. «Usted quedará maravillado por la inteligencia y amistad de sus monos marinos», proclamaba el texto, que se refería a estas misteriosas criaturas como «las más deliciosas mascotas», «traviesas y juguetonas», «siempre alegres y deseosas de agradar». Los «divertidos animalitos» nacían instantáneamente «al sumergir en agua unos diminutos embriones» y se reproducían después entre ellos. ¿Qué niño no habría deseado adquirir una comunidad de estos seres por el módico precio de mil pesetas, que además incluía el correspondiente libro de instrucciones para «amaestrarlos» y un observatorio especial «para verles las caras»?

Las gafas que atravesaban la ropa

Por supuesto, los rostros de los animales reales no se parecían mucho al encantador dibujo de los «bufones submarinos». Lo que recibía el ilusionado comprador era una colonia de artemias, unos crustáceos branquiópodos que se suelen utilizar como alimento para peces y que no tienen precisamente forma humana. Se vendieron millones de 'packs' y hubo quien logró ilusionarse por la cría de aquellos bichitos, pero en general se imponía una honda decepción. Los monos marinos, que habían salido al mercado en 1960, fueron la iniciativa más exitosa de Harold von Braunhut, un inventor estadounidense que se especializó en comerciar con estrafalarios artículos por correo. En su lista de patentes figuran 195 entradas, desde ojos para muñeca hasta juegos de cartas, pero destaca una que puede competir con los monos en el 'hit parade' de la publicidad engañosa: las gafas de rayos X. También se anunciaban a menudo en cómics y revistas, con el argumento de que permitían ver a través de las paredes, aunque el dibujo dejaba claro que su mayor baza era la capacidad de atravesar la ropa del prójimo, una posibilidad muy apreciada por el público adolescente. En realidad, su alta tecnología radiológica eran unas plumas insertadas entre láminas de cartón, con resultados muy poco estimulantes.

Peces invisibles y congresos neonazis

Queda poca duda de que Harold von Braunhut fue uno de los grandes jetas de la historia del márketing. Quizá su cumbre fueron los peces invisibles, con garantía de que mantendrían ese estado de radical transparencia durante todo su ciclo vital. Pero nuestro hombre también tenía un lado menos divertido, que se puede atisbar a partir de otra de sus patentes, un arma de autodefensa bautizada como Kiyoga Agent M5: según se publicó en los 80, parte de los beneficios que generaba su venta se destinaba al líder de una organización supremacista. El 'Washington Post' desveló que Braunhut frecuentaba congresos neonazis, había publicado un boletín antisemita e incluso suministró armas a una rama del Ku Klux Klan. Un conocido suyo le atribuyó una frase inquietante con cierto aire de eslogan: «Hitler no era mal tío, solo tuvo mala prensa».

El bogavante que pedía su comida

Braunhut, el hombre capaz de vender comida de pez como si fuese un animado universo de simios, rizó el rizo con su ideología: pese a su implicación con los nazis de Nación Aria, él era hijo de una familia judía, había sido criado como tal y, de hecho, añadió el 'von' a su apellido para germanizarlo y distanciarse de sus orígenes. ¿Sirvieron los joviales monos marinos para financiar el monstruo supremacista? ¿Acabó el dinero de nuestras huchas en la cuenta corriente de alguna organización ultra? Braunhut falleció en 2003 sin dar respuestas. La muerte tampoco le permitió comercializar su gran proyecto final, una especie de bogavante-mascota que reclamaba su alimento golpeando la pecera con las pinzas.

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