Rueda de queso parmesano. STEFANO RELLANDINI/ Reuters
¿Sabías que...?

Tabla de quesos: el más oloroso, el más grande...

Una degustación que espantará a los turófobos, esas personas que se ponen enfermas con solo pensar en este producto lácteo

Domingo, 10 de mayo 2020

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De la nariz electrónica a los pies humanos

Les garantizamos que esta página es inodora. Bueno, a lo mejor la pantalla en la que la están leyendo tiene su propio olor, pero ese aroma a queso que ya empiezan a percibir (o ese hedor, que todo depende) es solo cosa de su imaginación. ... A unos se les estará haciendo la boca agua con la simple idea del queso, mientras que otros (los turófobos, o personas con fobia a este alimento) habrán empezado ya a ponerse bastante malitos. Ambas sensaciones irán a más cuando hablemos del Vieux-Boulogne, un queso de vaca francés que se considera el más oloroso del mundo, aunque este asunto siempre da lugar a apasionados debates en los que cada cual defiende su candidato. En 2004, un grupo de científicos de la universidad británica de Cranfield empleó una 'nariz electrónica' para comparar unas cuantas variedades y se acabó imponiendo el Vieux-Boulogne, seguramente como resultado de su tradicional baño de cerveza. Por cierto, la eterna comparación entre el olor del queso y el tufillo a pies no anda desencaminada: las brevibacterias que contribuyen al aroma y el color de algunos quesos también viven en nuestra piel y provocan olor corporal. Quizá esto les corte a todos el apetito, pero en 2013 un proyecto artístico fabricó queso usando bacterias recogidas en las axilas, los pies y la nariz de seres humanos.

El gigante que fue desapareciendo

Los turófobos, que suelen ser capaces de detectar el mínimo rastro de queso a muchos metros de distancia, tampoco van a disfrutar mucho con los mayores quesos del mundo, que para ellos vienen a ser monstruos colosales y amenazadores. El gigante de los gigantes fue el cheddar de 26 toneladas que fabricó en 1995 la empresa canadiense Agropur para una cadena de supermercados. Comparados con él, rey en la categoría de leche de vaca, los mayores quesos de cabra y de oveja parecen diminutos, como porciones de las que meriendan los críos: el libro Guinness distingue en esos apartados una pieza de 939 kilos fabricada en Grecia y un pecorino de 534 kilos que hicieron en Italia, dónde si no. Uno de los quesos grandotes más famosos de la historia es el Great Pennard Cheese, de media tonelada, que figuraba entre los regalos de boda de la reina Victoria de Inglaterra, allá por 1840. La monarca se sintió muy aliviada cuando los fabricantes le pidieron permiso para exhibirlo por todo el país y no quiso aceptarlo al término de la gira. Se depositó en una institución, donde, según una crónica, «desapareció gradualmente».

El aromático Vieux-Boulogne. Simon Smith

Un cheddar de cuarenta años

Se han encontrado restos de queso en momias chinas de hace 3.800 años, en el desierto de Takamaklán. Seguramente lo dejaron ahí como piscolabis para que el difunto tuviese algo que picar en la otra vida. Pero, más allá de las curiosidades arqueológicas, hay quesos muy viejos que se han vendido de manera comercial, como el cheddar olvidado que un quesero de Wisconsin (Estados Unidos) encontró en 2012 en su tienda. Tenía 40 años, nada menos. Según algunos sibaritas, era un bocado delicioso. Según otros, recordaba a uno de esos trozos de queso que te olvidas en un rincón de la nevera, pero multiplicado por cuatro décadas.

Y los más queseros del mundo son...

Si hiciésemos una encuesta sobre qué país consume más queso, seguro que muchos apostaríamos por Francia o Italia. Como tantas otras veces, el tópico se equivoca: los mayores consumidores de queso son los daneses, con 28,1 kilos anuales por persona, seguidos por islandeses, finlandeses y, sí, franceses. Los italianos se quedan los novenos, con 21,5 kilos. Puede que no conozcamos su origen, pero existe un queso danés muy famoso: el havarti, de leche de vaca, fue creado a mediados del siglo XIX en una granja experimental al norte de Copenhague. Su inventora, Hanne Nielsen, había viajado por varios países para aprender sobre las distintas variedades de queso.

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