Ahora que nos hemos vuelto todos un poco más cocinitas, vamos a ver cuánto sabemos de cosas tan básicas –y fundamentales– como la congelación de los alimentos. Un caso práctico. Resulta que estás pensando en qué hacer hoy de comer y te acuerdas que tienes ... medio kilo de carne picada en el congelador. Perfecto, piensas. Voy a hacer unas albóndigas de quitarse el sombrero. Descongelas la carne, preparas todo y te pones manos a la obra. Y te salen cuarenta albóndigas como cuarenta soles. Estaban muy ricas, pero te sobran por lo menos una docena. ¿Qué haces con ellas? Y entonces te asaltan las dudas. ¿Podré congelar las albóndigas si he utilizado carne congelada o mejor las meto en el frigorífico y las ceno mañana con arroz?
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Pues cualquiera de las dos opciones es buena. Con arroz está muy ricas, pero también las podrías congelar sin ningún problema siempre que no las hayas dejado demasiado tiempo a temperatura ambiente. En realidad, «una vez que el alimento se descongela en el frigorífico, no existe ningún riesgo en volver a congelarlo inmediatamente, incluso sin cocinarlo. Lo que ocurrirá es que sufrirá una pérdida de calidad debido a que se pierde humedad al descongelarlo, pero es inocuo», explica Silvia García de la Torre, responsable de desarrollo de negocio I+D+i del Centro Nacional de Tecnología y Seguridad Alimentaria (CNTA). La única precaución que se debe tener en estos casos es que el alimento no se haya dejado fuera de la nevera mucho tiempo o haya estado durante varios días en el frigorífoco. «Hay que tener en cuenta que la congelación no mata microorganismos, por lo que un producto que se introduce en el congelador con alta carga de microorganismos mantendrá esa carga durante la congelación», añade la experta.
Una de las ventajas de mantener los alimentos a temperaturas de -18 grados centígrados es precisamente que impide que se multipliquen los microorganismos que pueden alterar el producto o suponer un riesgo para la salud. «Además, se ralentizan mucho las reacciones químicas y enzimáticas que pueden estropear el producto. Es decir, que los alimentos se pueden conservar durante un largo periodo de tiempo sin que se alteren y de forma segura», precisa García de la Torre.
Y aunque todos los alimentos se pueden congelar, hay algunos que no se llevan especialmente bien con las bajas temperaturas. «Las frutas, por ejemplo, no son buenos productos para ser congelados por su alto contenido en agua, especial estructura y susceptibilidad a la oxidación. Las únicas que aguantan son las de tipo baya, como las fresas, frambuesas, arándanos...», advierte la experta. Otros productos que no soportan bien la congelación porque pierden muchas de sus características propias (color, textura, sabor...) son las emulsiones como la mayonesa, hortalizas para ensaladas crudas (lechuga), tartas o pasteles con crema, huevos cocidos o enteros (se rompen) y ensaladas (de huevo, pollo, jamón, atún, pasta). «No se trata de un problema de seguridad alimentaria, simplemente que no saben igual», precisa García de la Torre.
Y tan importante como aprender a congelar es saber descongelar correctamente. La experta del CNTA recomienda tres maneras: en el frigorífico, en agua fría o en el microondas. «La forma depende del tiempo que se disponga (el microondas o el agua fría son más rápidos). En todo caso, la descongelación tiene que realizarse de forma higiénica y los alimentos deben cocinarse o consumirse inmediatamente después de ser descongelados».
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