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De fresa, menta, melón, hierbabuena, sandía, picante, con y sin azúcar, en grageas, en tiras... El chicle es una de las golosinas más consumidas en todo el mundo no solo por los más pequeños sino también por los adultos. Los últimos estudios cifran en aproximadamente ... un centenar el número de gomas de mascar que tomamos los españoles al año, muy por encima de los chinos (30) pero a cierta distancia todavía de los estadounidenses, los mayores consumidores a nivel mundial, con una media de 180 unidades anuales.
Pese a su popularidad, esta golosina –comercializada por primera vez hace 150 años por el inventor estadounidense Thomas Adams– es una gran desconocida para el gran público y su consumo está relacionado con una serie de falsos mitos como que quita el hambre, se queda pegado en las tripas –un clásico de las abuelas– o que sirve para lavarse los dientes. «Masticar chicle favorece la producción de saliva, ayuda a eliminar restos de comida, pero nunca sustituye a un correcto cepillado de los dientes», advierte el odontólogo Óscar Castro Reino, presidente del Consejo General del Colegio de Dentistas de España. Repasamos con el especialista otras creencias –algunas verdaderas– sobre el extendido hábito de mascar chicle.
Estrés y ansiedad
«El ser humano tiende a llevarse objetos a la boca cuando está nervioso, ya sea chupar un bolígrafo, morderse las uñas (onicofagia) o... mascar chicle. Es una manera de engañar al cerebro, que se centra en hacer esos movimientos y se 'olvida' por un momento del problema real o imaginario que nos preocupa», explica el doctor Castro. Son varios los estudios que relacionan el tomarse un chicle con una reducción de la ansiedad y el estrés percibido. Ahora bien, mascar goma como si no hubiese un mañana «ayuda a reducir el nerviosismo en ese momento puntual, pero no acaba con el problema de origen». Lo que sí puede ocasionar es «una hipertrofia muscular de los maceteros, que son los músculos que intervienen en la masticación, además de alteraciones de la articulación temporomandibular con dolor por una utilización excesiva». De hecho, los odontólogos aconsejan no masticar chicle durante más de media hora seguida.
Enfermedades
Los casos «más evidentes» en los que el chicle es beneficioso «son aquellas circunstancias en las que se requiere incrementar la producción de saliva», aclara el doctor Castro. Determinados pacientes, sobre todo las personas mayores, presentan xerostomía (disminución de saliva) por diversas patologías como puede ser la diabetes o incluso por tomar medicamentos que producen esa reacción del cuerpo como efecto secundario. «Los pacientes sometidos a radioterapia de cabeza y cuello también se ven muy beneficiados por la masticación de chicle. La saliva es una gran aliada de la salud oral. Por el contrario, mascar chicle puede estar contraindicado en patologías de relacionadas con la articulación temporomandibular, al menos en determinadas fases del proceso».
Sin azúcar
Los chicles sin azúcar son una «buena alternativa» a los tradicionales para evitar problemas bucondentales como las caries. Ahora bien, hay que tener mucho cuidado con la cantidad que se consume porque estos chicles contienen una sustancia llamada xilitol (sustituto del azúcar), que puede tener un efecto laxante en nuestro cuerpo. «En grandes dosis puede llegar a causar trastornos gastrointestinales, por eso se desaconseja dar chicles sin azúcar a los niños», recuerda el presidente del Consejo General del Colegio de Dentistas de España.
Efecto saciante
«Es verdad que cuando masticamos chicle podemos tener una cierta sensación de saciedad por el aumento de la salivación, pero no nos engañemos. No quita el hambre. Puede que en ese momento no comas, pero en cuanto te sientes a la mesa, olvídate, el hambre sigue ahí», zanja el odontólogo murciano.
Hinchazón
En este caso, es verdad. Comer chicle produce gases. Al mascar tragamos más aire del habitual y ese aire tiende a acumularse en el estómago. «La sensación de abdomen hinchado puede llegar a ser muy molesta, por no hablar del aumento general de todo lo que es la producción de gases de nuestro organismo».
Se pega en las tripas
Tranquilos, los chicles no se pegan al estómago. «Será complicado convencer a los abuelos de esto, pero es así –bromea el experto–. Las paredes del estómago están cubiertas por una mucosa que hace que el chicle se deslice sin mayor problema. El peligro es que te atragantes».
¿Desde qué edad?
En términos generales se recomienda no dar chicle a niños menores de 5 años «por el riesgo de atragantamiento. A partir de esa edad, su consumo debe ser vigilado y limitado. También hay que tener especial cuidado con los menores que llevan aparatos de ortodoncia fija. En esos casos, los chicles están formalmente contraindicados porque pueden engancharse a los brakets o alambres y deteriorarlos», precisa Óscar Castro.
ROPA La técnica dependerá del tipo de tejido. Las más habituales son las siguientes, explican en la empresa de limpieza Geindepo. Hielo: Frota la superficie con un par de cubitos de hielo hasta que el chicle se 'congele'. Una vez hecho esto, retíralo con cuidado. Es especialmente eficaz en tejidos como el poliéster y el algodón. Calor: Coloca un papel de horno sobre el chicle y pasa la plancha hasta que se caliente y se quede pegado en el papel. Déjalo enfríar y retira. En los casos más complicados, otra opción es aplicar aguarrás.
SUELO No queda otra que usar máquinas especiales de agua a presión o rotativas.
PELO La técnica del hielo también puede funcionar en el cabello. Otra opción es aplicar productos oleosos en el mechón afectado para que el chicle resbale, como aceite de oliva o una mascarilla de pelo.
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