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El título del último libro de la farmacéutica y experta en seguridad alimentaria, Gemma del Caño, se lo sirvió en bandeja su abuela Pepita. «Cada vez que alguien le decía eso de 'ya no comemos como antes', ella siempre contestaba. 'Y menos mal, hija, menos ... mal. Que a mí comer mondas de patatas no era lo que más me gustaba». Y no le faltaba razón a la señora. Por eso su nieta, conocida en redes sociales como Farmagemma, se ha empeñado en poner negro sobre blanco «los principales mitos y bulos que nos meten en la cabeza» y que insinúan que antes se comía mejor que ahora o que lo natural es siempre lo mejor. «¿Natural? ¿Qué es ser natural? Como dice mi amiga Boticaria García, natural como la cicuta».
La experta insiste en que «nunca hemos comido de forma más segura», ni hemos tenido tantos alimentos a nuestro alcance como en la actualidad. Sin embargo, también reconoce que «la cesta de la compra nunca ha estado tan repleta de productos insanos como ahora. Entonces, ¿qué nos está pasando?», se pregunta la farmacéutica en su nuevo libro. Y la respuesta es que «básicamente tenemos miedo». «El desconocimiento en ciertas materias y la velocidad de transmisión de noticias falsas hace que demos por buenas informaciones que no lo son», explica. «Además –añade– tendemos a buscar argumentos que ratifiquen una idea preconcebida para confirmarnos a nosotros mismos que lo que pensábamos es lo correcto. Si somos de los que creemos que la industria alimentaria nos quiere envenenar o que una determinada dieta es eficaz o un tipo de alimento más sano buscaremos y seguro que encontraremos opiniones similares a la nuestra, de manera que conseguiremos confirmar una hipótesis que ya teníamos metida en nuestra cabecita. Pero que estemos convencidos de algo, no significa que sea verdad». Y de esto precisamente trata 'Ya no comemos como antes, ¡y menos mal!' (Ed. Paidós). De cambiar bulos por evidencias científicas. Repasemos algunos.
«La quinoa es como las lentejas, pero en cuqui»
«Antes se llevaban los superhéroes y ahora somos más de superalimentos». Pero, ¿qué son? «Podrían parecer una especie mitológica, pero en realidad son los alimentos de toda la vida a los que el márketing ha querido dar protagonismo», resume del Caño. Según la publicidad, la quinoa es un superalimento porque nos aporta fibra, proteínas y un montón de supernutrientes. «Que sí, que está muy bien, pero lo cierto es que hay muchas legumbres y vegetales con las mismas características nutricionales y que encima son más baratos como los garbanzos o las lentejas, a las que si además les pones arroz ya tienen tantos aminoácidos como la quinoa y a mitad de precio. No es tan cuqui, pero alimenta igual».
«Ni adelgazan ni curan el cáncer»
Claro que también hay alimentos de toda la vida a los que se les atribuyen una serie de propiedades que no siempre se corresponden con la realidad. El ajo, por ejemplo, es uno de los que más mitos tiene a su alrededor. «Si te han dicho que sirve para adelgazar, están en lo cierto. Si solo comes ajo, claro. Pero si va como condimento de un asado, ya te adelanto que no elimina las calorías del banquete que te vas a meter entre pecho y espalda. Y tampoco cura el cáncer, ni quita verrugas», sentencia la experta en seguridad alimentaria. El limón es otro de los alimentos sobre los que se ha escrito de todo, hasta que si te echabas unas gotas sobre los ojos marrones se volvían verdes. «¿Pero tú has visto lo que le hace el limón a las ostras? Ni en ayunas, ni con agua caliente, ni con bicarbonato. No cura ni nos previene de nada y mucho menos cambia el color de los ojos», zanja Gemma del Caño.
«Al hígado y a los riñones no les hace tanta gracia»
«¿En qué momento empezó la obsesión por los batidos? Están los de frutas que prometen curar enfermedades mortales; los detox, que hacen que nos olvidemos de masticar para consumir únicamente líquidos; los rejuvenecedores, antiarrugas, reconstituyentes... y ahora nos ha dado por los de proteínas», enumera Farmagemma. La mayoría prometen una solución a corto plazo, ya sea para una mejor recuperación después del ejercicio o para aumentar la masa muscular. «Pero todo esto tiene una parte negativa –alerta la experta–. Estos batidos se elaboran a base de suero lácteo, que es un producto líquido que se obtiene gracias a la coagulación que sufre la leche cuando se fabrica el queso. Y este suero tomado en exceso y durante largos periodos de tiempo puede hacer que nuestro hígado y riñones se resientan al tener que trabajar por encima de sus posibilidades por el aumento de la carga de proteínas».
«El problema no es el aditivo, es el producto»
Gemma del Caño es tajante en este apartado. «Si queremos llevar una dieta equilibrada y basada en buenos hábitos, debemos huir de los ultraprocesados». Hablamos mucho de ellos, pero ¿sabemos realmente qué son? «Si tuviera que definirlos en una sola palabra diría que son un producto, no un alimento», explica la farmacéutica y divulgadora científica. Y es precisamente en esa definición donde reside el problema. «Debemos conocer qué vamos a encontrarnos por los pasillos del supermercado, pero no es una tarea fácil. La industria alimentaria y el márketing ha decidido disfrazar a los ultraprocesados de alimentos saludables. Recuerda, el problema no es el aditivo sino el producto. Unas legumbres en conserva serán sanas lleven el aditivo que lleven –y se conservarán en buen estado más tiempo–, mientras que unas patatas fritas seguirán siendo incorrectas aunque no lleven glutamato».
«Porque nos empeñamos en querer comerlos todo el año»
Ay, la eterna pregunta. «Es cierto que quizá se nos ha ido un poco de las manos esto del sistema capitalista y olvidamos que el consumo local y de alimentos de temporada debería incluirse en nuestra rutina alimentaria. Sin embargo, no podemos culpar al sistema de que los tomates de ahora ya no sean como los de antaño. Si nos empeñamos en comerlos fuera de temporada, lo más probable es que los que nos encontremos en el supermercado hayan tenido que cruzar medio mundo en una cámara frigorífica. Si no saben como los de antes, puede que el problema no sea de los tomates ni del sistema sino de una mala elección por nuestra parte, ¿no te parece? Quizá si consumiéramos de un modo más responsable, esta idea recurrente de nuestros mayores de que antes se comía mejor no tendría razón de ser». Ya lo decía la abuela Pepita.
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