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Alfredo Aguilar
El negocio de repartir felicidad

El negocio de repartir felicidad

Oficios de verano | Francisco Sánchez Reina Heladero ·

«¿Quién no es feliz comiéndose un helado? Mi tarea es prepararlos ricos y de forma artesanal con productos 100% naturales»

javier f. barrera

Lunes, 9 de agosto 2021, 00:12

Las seis de la mañana. Menos mal que en Granada las noches de verano son frescas. Porque durante el día hace un calor para derretirse. «Es que 'la vin' (la virgen) la que está cayendo. Esto del cambio climático hay que tomárselo mucho más en serio», cuenta Francisco Sánchez Reina, un granadino de 32 años que se dedica a vender helados y a elaborarlos. «Para mí, una de las profesiones más bonitas del mundo. ¿Quién no es feliz comiéndose un helado?».

Es primera hora de la mañana y se acaba el tiempo para las reflexiones. «¡Arriba, que hay mucho trabajo por delante y me toca repartir de nuevo felicidad!». Francisco es así, hiperactivo pero, primero, cafelito, tostada y cigarrito en la cafetería con su amigo Francis, justo debajo de casa. «Hoy voy a estar más comedido, que siempre terminamos hablando de política y nos enzarzamos», se dice a sí mismo. A Francisco le gusta, ya con el estómago lleno y tras haber leído el periódico 'Ideal', pasear por las calles dormidas de Granada. Hace fresquito y todo está en silencio. La amanecida es agradable y el eco devuelve el sonido de sus pasos. No hay ni un alma.

Ahora le toca levantar la persiana del obrador de la heladería. Es un poco como de la 'señorita Pepis'. Todo muy pequeñito y quizá algo alborotado. «Creo que debería agenciarme una nave en algún polígono. Me va a costar abandonar mi barrio, pero es que necesito más espacio refrigerado para afrontar los encargos. Ya apenas caben».

A Francisco le gusta estar aquí, en el obrador. Acaban de aparecer los perfumes del azúcar, los aromas intensos del chocolate. Huele también a vainilla. Y a fresa. Otras veces a pistacho y a cacao puro. Depende de los últimos helados que hayan salido de las tripas de su pequeña heladería de barrio. Pero, cuidado, que ahora juega en Primera División, porque ha abierto sucursal en la carrera de la Virgen de Granada, justo junto a la basílica de la Patrona de la ciudad de la Alhambra, la Virgen de las Angustias. La tienda es de lo más 'modernuki', con un color rojo bermellón que atrae a todo el que pasa por delante. «Las cosas de mi primo hermano, que es un 'máquina' del diseño. La idea es captar la atención del personal para que a continuación se maraville con las vitrinas rellenas con 32 sabores diferentes. Más allá del chocolate negro, la fresa o el de pistacho, arrasamos con las recetas más locales, que encandilan a los granaínos y a los turistas que se pasean por la ciudad».

Se trata por ejemplo del helado con sabor a 'maritoñi', genuino dulce granadino de bizcocho y galleta relleno de crema. O el de leche rizada, una combinación de leche fresca -la famosa Puleva de Granada, que significa 'PUra LEche de VAca'-, con nata, azúcar y una infusión de canela y cáscara de limón. «También triunfamos con el helado de mango de Almuñécar de la costa de Granada, famosa por sus productos hortofrutícolas tropicales, como también el aguacate y la chirimoya. ¿Me animaré a elaborar helados de estos frutos? ¡Ya veremos!», comparte.

Otra de las estrellas es el helado de pionono. Tiene su historia. Es un pastel creado a finales del siglo XIX en honor del papa Pío IX por haber proclamado el dogma de la Inmaculada Concepción. Tienen más. Uno exquisito de yogur de la Granja Maravillas, de leche de vacas de la Vega de Granada con alta calidad y mejor sentido del humor: «Según la última encuesta el 100% de nuestras vacas está ampliamente satisfecha (y el 99% de nuestros clientes…», es su frase de bienvenida en la página web de sus productos.

Lo que hace Francisco es llegar a acuerdos comerciales con estas marcas tan granadinas y, además de utilizar su nombre y sus ingredientes, también utilizamos sus logotipos.

«Ahora, en verano, el calor es el mejor amigo de los helados, y las colas que forman los clientes son señal de que algo bueno está pasando»

Entre unas cosas y otras, además de saborear unas ricas bolas de helado en Mamma Alice, que así se llama la heladería en honor a su querida madre, también se lleva el cliente un trocito de Granada, un 'souvenir' dulce y delicioso que aglutina los dos ejes de la nueva gastronomía, a tenor de los expertos: terreno e innovación.

Se trata de la ecuación de calidad de los productos de kilómetro cero y la tecnología punta para elaborar unos helados que quiere que entren por los ojos para llenar el paladar de magia y acariciar con cariño el corazón. «Eso sí, no me pidan nunca un helado de 'stracciatella', seductora palabra que envuelve esa mezcla celestial de nata con virutas de chocolate, porque en Granada a la 'stracciatella' se le dice 'natachoc', con el golpe de voz en la 'choc'».

Cumplir un sueño

Con esta esquina de la felicidad en el centro de Granada ya ha cumplido el sueño de tener un trabajo con el que pueda cumplir su sueño. ¿Redundancia? ¿Repetición? «No. Me explico. Mi sueño es trabajar en una heladería porque cierran cuatro meses al año -los del frío invierno y nieve en Sierra Nevada-, para dedicarme a viajar por todo el mundo».

Le gusta perderse en lugares lejanos. Quitarse de en medio. Pasan muchas cosas, vivencias, experiencias, recuerdos. «Una vez fui a Transnitria, un estado con reconocimiento limitado, ubicado entre el río Dniéster y la frontera oriental de Moldavia con Ucrania, y nos metimos en un buen lío. Pero todo se solucionó». Ahora, con la pandemia, se ha visto obligado a suspender mis viajes, pero las próximas Navidades quiere ver el fin del mundo. «Me voy a la Patagonia en moto. Son veinte días hasta Ushuaia, la ciudad argentina en Tierra del Fuego. Sueño con cada curva del camino y el paisaje».

Pero eso será en Navidad. Ahora, en verano, en Granada, el calor es el mejor amigo de los helados, y las colas que forman los clientes son señal de que algo bueno está pasando. Así es. Pero lo mejor es la reacción del personal cuando, con el cucurucho en la mano, prueba el helado. «Esto es lo que más me gusta. Ver las reacciones de la gente cuando prueban mis helados. Me siento en la terraza del bar de al lado y me fijo. La 'vibra' es buena. Todos hacen ¡uuummmmmm! Ahí sé siempre si he cumplido mi objetivo, porque mi tarea es prepararlos ricos y de forma artesanal con productos naturales. Vivo la 'dolce vita'».

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