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HIGINIA GARAY
Slow fashion: no necesitamos veinte camisetas de 3 euros

Slow fashion: no necesitamos veinte camisetas de 3 euros

En Suecia lo llaman 'köpskam': la vergüenza de comprar por el costo ecológico

Sábado, 2 de enero 2021, 00:02

Sabe cuántas camisetas tiene? ¿Piensa que porque sean de algodón resultan más ecológicas y se queda tranquilo? El Mar de Aral era el cuarto lago más grande del mundo, y hoy ni siquiera debería llamarse así. Situado en Asia central, queda el 10% de los 67.000 kilómetros cuadrados de agua que acogió. ¿La razón? La antigua URSS utilizó los dos principales ríos que lo alimentaban para regar campos de algodón, llegando Uzbekistán a convertirse en los años 80 en el mayor productor del mundo de esta materia prima. Demasiadas camisetas.

Por si esta catástrofe ecológica no fuera suficiente, están las humanas. En 2013, un edificio de nueve pisos, el Rana Plaza, se derrumbó en Bangladesh. Murieron 1.138 personas y quedaron heridas 2.500, la mayoría trabajadoras de fábricas textiles (y sus hijos) donde se confeccionaban esas prendas a precios irrisorios de nuestras tiendas occidentales. Nadie se preocupó de las condiciones en las que laboraban las víctimas, en unas instalaciones condenadas al desplome. Fue el detonante de la campaña Fashion Revolution, coordinada en España por Gema Gómez, directora de Slow Fashion Next (slowfashionnext.com), plataforma que ofrece formación «para convertirse en una marca de moda sostenible».

– Fue su visita a fábricas de China lo que la decidió a apostar por el concepto de 'slow fashion'. ¿Qué vio allí?

– Llegué a una zona de producción textil donde había un río lleno de espuma. Pensé que si solo había fábricas de ropa tenía que venir de ellas. También recuerdo una conversación con compañeros que me aconsejaban no ir a tal fábrica porque habían visto a niños trabajando. Cuando volví a España empecé a investigar y encontré informes sobre sustancias químicas tóxicas y sobre derechos humanos en la industria textil.

– Obviando las violaciones de derechos humanos en la industria de la 'fast fashion', la catástrofe del Aral no será la única...

– Es una de las mayores, pero las tenemos a diario. Según el Banco Mundial, el sector de la moda es responsable de entre el 8% y el 10% de las emisiones globales de efecto invernadero. También del 20% de las sustancias tóxicas vertidas a ríos y mares; el río Citarum en Indonesia es uno de los más contaminados por las 500 factorías de moda que vierten allí sus residuos, como recoge el documental 'RiverBlue' (riverbluethemovie.eco). Hay estudios que señalan a fibras que se venden como materiales del futuro y son tremendamente contaminantes, hablo de la viscosa.

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¿Cuántas veces hemos visto en los 'montones' de las tiendas camisetas a 3 euros? Pero... ¿puede, más bien debe una camiseta venderse a ese precio? Hablamos de 'fast fashion' como hablamos de 'fast food', consumir producto barato que a la larga resulta perjudicial, en el caso de la comida, para nuestra salud, y en el de la moda, para la del planeta. Por contraposición, se acuñó el término 'slow fashion' o moda ecológica (como 'slow food'), un intento de frenar ese consumismo desbocado que este sector fomenta con sus novedades de temporada y que a los menos agraciados económicamente parece abocarles a comprar gangas que no lo son, pues en cinco lavados van a la basura. Gómez: «En 2007 la doctora Kate Fletcher habló por primera vez de la moda ecológica como 'slow fashion', donde todos los agentes de la cadena productiva comparten conciencia social y medioambiental sobre sus impactos».

Vídeo.

El 'Black Friday'

¿Y cómo saber que estamos comprando 'slow fashion'? Aconseja la experta ver antes lo que tenemos en el armario, «porque muchas veces no necesitamos más». «Lo que no hay que hacer es ir a las grandes cadenas, por mucho que nos engañen con sus campañas de marketing 'greenwashing' (lavado de imagen verde) son ellas las que están explotando al medio ambiente y a las personas para conseguir sus grandes cifras a final de año». Y si necesitamos algo, recomienda la segunda mano o pequeñas marcas. «Es fundamental buscar información detrás de los productos, desde el origen de la materia a la producción, incluyendo salarios. Y si nos lo vamos a poner solo una vez, alquilemos.

– ¿Qué tejidos debemos evitar?

– Aunque sea reciclado, el poliéster; al lavarlo desprende micropartículas plásticas que van a ríos y mares, donde se las comen los peces y luego nosotros. Es interesante el algodón reciclado para algunos productos y para personas que no tengan una sensibilidad especial a las sustancias químicas que hay en toda la ropa. Y por supuesto, la mejor elección son materias orgánicas certificadas y lo más locales posibles. En el norte, antes existían cultivos de lino que creaban empleo y mejoraban la biodiversidad de la zona. Si queremos un planeta rico, sano y diverso tenemos que fomentar su regeneración y son las materias locales las que lo conseguirán.

– ¿Cómo se defiende este concepto desde dentro del propio negocio? Porque propone, entre otras cosas, prendas de larga duración cuando la propia industria nos anima a cambios drásticos cada temporada...

– Hay que empezar a cambiar la consciencia que tenemos sobre lo que nos ponemos. Tenemos que ver en una prenda no solo el precio, sino la cantidad de agua que conlleva, lo que se ha pagado o no a la persona que la ha cosido, la cantidad de energía que se ha usado para producirla y transportarla... Desafortunadamente no tenemos regulación para evitar campañas tan agresivas como el 'Black Friday', que fomentan ese consumo masivo de grandes impactos, como la deforestación y la contaminación. Somos poco conscientes de lo que conllevan nuestros actos de compra, pues en cada uno de ellos estamos votando por el mundo en el que queremos vivir.

– ¿Corremos el riesgo de que sean los más adinerados los que compren moda más sostenible y menos barata pero en gran cantidad, desvirtuando todo?

– Por supuesto, la esencia del concepto es vivir de una manera más sencilla y el hiperconsumismo no fomenta eso. En países del Norte, tremendamente consumistas, está naciendo una tendencia llamada 'köpskam', vergüenza al comprar por los grandes impactos medioambientales.

Oficios y 3-D

La empresa del modisto español Roberto Verino apuesta también por este concepto desde siempre, dice, y lo hace de tres maneras: «diseñando clásicos intemporales de gran calidad para que duren toda una vida, para que incluso nos trasciendan; tomando la determinación en los años 70 de abrir el taller en Verín, fomentando la revitalización de las zonas rurales, y respetando los oficios de moda». A eso ha sumado un proyecto de diseño en 3D, «la Tecnocreativa, que pretende unir lazos y puentes entre tecnología y tradición, pues creemos en la importancia de preservar esos oficios, parte del patrimonio cultural y base de una moda de calidad. Pero si quieren subsistir, deben evolucionar para seguir ayudando a una industria competitiva».

Recuerda Verino que en los años 80, y más en los 90 y los 2000, la moda se convirtió en un «consumo desenfrenado, y de ahí la necesidad de crear tendencias constantemente para abastecer a un consumidor hambriento de novedad. Pero no siempre fue así, las modas cambiaban con los ciclos socioeconómicos y culturales, no con el mercado. En nuestra empresa nunca hemos creído en ese modelo y siempre hemos defendido las prendas clásicas de fondo de armario. Ahora la vida nos pide pausa y tanto las marcas como el consumidor lo han entendido».

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