Cuando el patio del cole es particular

También tener un espacio que fomente la convivencia y el juego tradicional y simbólico, otro donde poder reunirse al aire libre a dar clase y otro donde, simplemente, descansar del bullicio del día. Parece algo utópico si se tiene en cuenta cómo son la práctica totalidad de los recreos españoles. Pero existen. Un proyecto fomentado por el Ministerio de Transición Ecológica, desarrollado en colaboración con los ayuntamientos, está dando una nueva vida a los patios de los colegios públicos para «renaturalizarlos». Esto es, hacerlos más verdes y, así, además de procurar una experiencia más rica a los estudiantes, convertirlos en 'islas climáticas', refugios verdes en cada distrito.

Mamen Artero es una de las personas responsable de este «cambio de mirada» hacia estos espacios. Forma parte del estudio de arquitectura y urbanismo encargado del rediseño de los patios dentro del citado programa, el Globus Vermell, que ha llevado a cabo una decena de remodelaciones en Cataluña, especialmente en Barcelona, además de proyectos piloto en escuelas de varias comunidades autónomas.

«Se trata de 'renaturalizar' la escuela, algo que se ha visto más necesario que nunca durante esta pandemia, cuando se han necesitado espacios al aire libre adecuados para la docencia. Pero también hace falta que se conviertan en parques vivos abiertos al barrio, donde se cree comunidad», explica esta experta en urbanismo medioambiental.

Cada colegio público, por norma, debe tener mil metros cuadrados de patio. El objetivo del proyecto citado es que cada ciudad disponga de un «patio renaturalizado» por distrito en todo el país. Además de servir a la comunidad educativa y sumar los beneficios de tener un espacio verde más en la ciudad, el proyecto prevé su apertura fuera del horario del colegio, por las tardes, para disfrute de la comunidad. Para su correcto mantenimiento, que corre a cargo de los ayuntamientos como si de otro parque se tratase, se cierra al caer el sol.

En el fondo de esta iniciativa subyace un hecho ampliamente constatado por la ciencia: que la convivencia estrecha con los espacios verdes, especialmente en la infancia, mejora la salud a corto y largo plazo.

Con solo protegerles del ruido exterior del tráfico y limpiar el aire que respiran se gana. Mónica Ubalde, investigadora del Instituto de Salud Global de Barcelona, especialista en entornos naturales, recuerda que existe evidencia de cómo «un entorno verde mejora los niveles de atención y memoria del trabajo. También hace disminuir las tasas de obesidad, baja la presión arterial y reduce la ansiedad y el estrés percibido. Se cree, además, que influye en el sistema inmune».

Ahora, los responsables del proyecto evalúan la salud física y mental de los niños que, desde 2015, han disfrutado de este replanteamiento en sus recreos, con más verde, más azul (también se utiliza el agua) y menos gris.