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En este pasado año marcado por la pandemia, una de las mecas del surf como es Australia se ha visto sorprendida por un inusual aumento de ataques de tiburón no provocados (que no estaban intentando interactuar con los escualos) con fatal desenlace; ocho personas fallecieron ... a lo largo de todo el 2020, una cifra que para ser superada hay que remontarse al año 1929, es decir, hace casi un siglo, cuando la cifra de muertes alcanzó las nueve, mientras que el promedio de fallecimientos anuales por este motivo registrados en aguas de aquel país ha sido en estas últimas décadas de solamente de uno.
La última víctima mortal fue Charles Cernobori, australiano de 59 años y padre de tres hijos, empleado en un hotel, que practicaba surf en Cable Beach, en Australia Occidental, el 22 del pasado noviembre. Una pareja lo encontró, lo arrastró a la playa y llamó a los servicios de emergencia, pero ya era demasiado tarde. En diciembre, otro surfista de 29 años sobrevivía a la embestida de otro de estos animales, en este caso un gran tiburón blanco, cuando practicaba este deporte en los alrededores de la isla Canguro, frente a la costa australiana de Adelaida, pero la suerte estuvo de su parte y sobrevivió a las graves heridas. «Ha sido como si me hubiera atropellado un camión», dijo después. Se encontraba sentado en su tabla cuando sintió un fuerte golpe y cayó al agua: «Me mordió la espalda, las nalgas y el codo, y arrancó un trozo de la tabla», relató. Después, el animal le soltó y desapareció, y el joven regresó nadando a la playa y logró caminar unos 300 metros hasta pedir ayuda.
Conforme se iban produciendo los ataques, la prensa australiana iba buscando razones para explicar el porqué de este incremento de incidentes, además de aumentar la presión de la opinión pública, que pide más seguridad en sus playas después de que los ciudadanos hayan seguido visitándolas pese a los distintos grados de confinamiento vividos por culpa del coronavirus, lo que quizás se haya traducido en un mayor número de bañistas.
Culum Brown, profesor de biología marina en la Universidad Macquarie en Sídney, un estudioso del comportamiento de los tiburones, asegura que «esas ocho muertes están ciertamente fuera de la norma». Pero hay que dejar muy claro un hecho: estadísticamente hay menos posibilidades de morir por el ataque de un tiburón que alcanzado por un rayo o en un accidente de tren o de avión. De hecho, los expertos apuntan a que las cifras oficiales de encuentros no provocados con tiburones, es decir, con y sin muerte, se han mantenido en 2020 dentro de la media habitual, unos 20, según datos aportados por el profesor Phoebe Meagher, responsable del Archivo Australiano de Ataques de Tiburones:«Puede que no haya nada extraño en juego –argumentó–. El hecho de que más incidentes hayan acabado en muertes probablemente sea solamente atribuible a la mala suerte».
Aun así, el año 2021 ha sorprendido de nuevo en aquel país con un nuevo incidente, esta vez mucho más raro: hace solo unos días se producía un ataque en la ciudad australiana de Perth, que tiene escualos en sus playas, aunque ahora el animal atacó a un hombre que nadaba en aguas del río Swan, algo que no ocurría desde 1969. Pese a la mordedura, recibida en la pierna, el hombre ha podido sobrevivir.
El cambio climático, de todos modos, también podría ser responsable de este incremento en los ataques, ya que si el océano se calienta, podría empujar a los tiburones a territorios tradicionalmente más fríos, al mismo tiempo que el calor imperante llevaría a más gente a la playa, posibilitando un mayor número de encuentros indeseados, es decir, no provocados.
El español Paco Pinto es especialista en tiburones del Museo Acuario, dentro del Aula del Mar de Málaga. Considera que el calentamiento global «está afectando a todas las especies que viven en el mar y, por tanto, también a los tiburones. En el caso de estos, sus desplazamientos se pueden ampliar, sus migraciones, así como la distribución geográfica donde habitan, ya que pueden tolerar un mayor espectro de temperaturas».
Por otro lado, Pinto cree tener la sospecha de que el confinamiento «les ha acercado más a la costa. Esto ha ocurrido aquí en Málaga, donde este verano hemos tenido la suerte de que nos visite un tiburón peregrino (Cetorhinus maximus) de gran tamaño. El peregrino, a pesar de que puede llegar a alcanzar los 8 metros de longitud total, se trata de una especie inofensiva para el ser humano, debido a que es un pez filtrador y se alimenta de plancton. En concreto, este tiburón peregrino estaba muy cerca de la costa y junto a la bocana del puerto de Málaga, incluso unos bañistas se lanzaron al agua para dar brazadas junto a este maravilloso ejemplar».
Ataques no provocados: Los datos oficiales de 2020 de ataques no provocados registrados en todo el mundo aún no están listos ni publicados pues, según explica el experto Paco Pinto, del Aula del Mar de Málaga, «se siguen investigando algunos casos para recabar información en relación con la especie de tiburón implicada en el ataque, la víctima, la hora en la que se produjo el incidente...».
2019: Se produjeron 64 ataques en todo el mundo, en los cuales fallecieron 5 personas.
2018: Hay registrados 66 y, en consecuencia, fallecieron 4 personas.
2017: Los datos hablan de 88 ataques, con 5 pérdidas humanas.
2016: 81 ataques con el resultado de 4 muertos.
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