Malos sitios para tomar el aire
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Veintiuna de las treinta ciudades con más polución del mundo están en la India, un país que hasta el año pasado no tomó medidas para mejorar la situaciónHay lugares en el mundo donde salir a tomar el aire adquiere tintes heroicos. En realidad, siempre que respiramos (una acción de la que, en los últimos tiempos, nos hemos vuelto penosamente conscientes), lo que entra en nuestro cuerpo no es solo aire: va aliñado con un montón de partículas contaminantes que provocan que ese fluido que nos da la vida nos dé también un poquito de muerte. En algunas ciudades, la proporción entre los gases y los sólidos en suspensión se desequilibra tanto que, en los días peores, el aire se vuelve tóxico y obliga a adoptar precauciones.
De eso saben mucho en Ghaziabad, una ciudad india de más de dos millones de habitantes que ostenta el dudoso honor de padecer la mayor polución del mundo, según el último informe global realizado por la firma suiza IQAir. En Ghaziabad se suman unos cuantos factores que llevan a la proliferación de esas partículas pequeñas, inferiores a 2,5 micras (el diámetro de un cabello humano es de 50 o 60), que son capaces de introducirse en nuestros alveolos pulmonares, alcanzar nuestro torrente sanguíneo y dañar gravemente nuestra salud. Para empezar, esta ciudad satélite de la capital, Nueva Delhi, es el segundo conglomerado urbano que más está creciendo en todo el mundo, solo por detrás de la china Beihai. Su desarrollo acelerado se sustenta en un ritmo febril de construcción y en una actividad industrial sin descanso, dos actividades que disparan la contaminación. Al tráfico, ya de por sí congestionado hasta lo demencial y con motocarros que queman un cóctel venenoso de queroseno y diésel, se añaden las grandes autopistas que atraviesan el casco urbano con destino a la capital. Y, por supuesto, comparte los problemas generalizados de todo el país, como el uso de combustibles fósiles para cocinar, que se extiende al 60% de la población india.
En los momentos de mayor polución, las autoridades de Ghaziabad alertan de los efectos en los ojos, la piel, incluso el hígado, y recomiendan que niños y ancianos se queden en casa tanto como sea posible, que se protejan con mascarillas durante los paseos, que no salgan con el estómago vacío y que, a la vuelta, se laven los ojos con agua fría. Hay personas que sufren vómitos y migrañas, a veces hay que suspender las clases en los colegios y, en los últimos meses, una parte de la ciudad se queja de que el agua que se les suministra es de color amarillo. Hasta el año pasado, la India no contó con planes oficiales para reducir la polución, ya que la atención de los gobernantes se centraba en el crecimiento económico, a pesar de que un estudio de la Universidad de Chicago ha atribuido a esta causa una reducción de cuatro años en la esperanza de vida de los ciudadanos del país. Ahora, el Gobierno se ha marcado el objetivo de reducir las partículas en un 20 o un 30% para 2024.
El informe de IQAir ofrece una panorámica desoladora de esta parte del mundo. Las treinta ciudades con mayor polución son asiáticas y veintiuna de ellas se encuentran en la India, si bien el país que sale peor parado en su conjunto es el vecino Bangladesh. Entre las capitales, la más contaminada es Delhi. Europa en general, y nuestro país en particular, arrojan datos mucho menos inquietantes: los peores resultados son los de Bosnia, que ocupa el puesto catorce en la tabla global, mientras que España se sitúa en el 82. El lado positivo es que, aunque ninguna ciudad india cumple las directrices marcadas por la Organización Mundial de la Salud (OMS), todas ellas experimentaron el año pasado un leve descenso en la densidad de partículas inferiores a 2,5 micras. Esto tiene implicaciones directas en la vida de los seres humanos: «Según el contador del coste de la polución de Greenpeace, se estima que siete millones de muertes anuales están relacionadas con ella. Se deben sobre todo a enfermedades coronarias, ataques cardiacos, enfermedad pulmonar obstructiva crónica, cáncer de pulmón... Si vives en un sitio que cumple las recomendaciones de la OMS, puedes esperar una incidencia más baja de estos problemas», explica a este periódico Glory Dolphin Hammes, de IQAir.
Este año ha brindado una oportunidad sin precedentes a los científicos que estudian la polución, ya que los periodos de confinamiento por el coronavirus han permitido eliminar de la ecuación buena parte de la actividad humana. Ya en enero y febrero, la NASA constató la drástica mejora del aire sobre China, un fenómeno que se ha ido reproduciendo en otros países a medida que el mundo se veía obligado a enclaustrarse. «La enseñanza que podemos sacar es que, aunque el cambio de costumbres nos parezca imposible, tendrán que implementarse a paso rápido las recomendaciones de los expertos y las exigencias de organizaciones proambientales», concluye Daniella Rodríguez Urrego, de la Universidad de La Laguna, coautora de un estudio que ha comparado los niveles previos de polución de cincuenta ciudades con los registrados durante la cuarentena, en plena «parálisis de la automoción y la industria».
La reducción media en la presencia de partículas pequeñas fue del 12%, pero en Delhi alcanzó el 40% y en Dacca, la capital bangladesí, fue del 24%. Bogotá, una de las capitales con más tráfico del mundo, marcó un récord global, con un descenso del 57%. «El comportamiento humano tiene un impacto directo en la polución. Eso supone que podemos revertir rápidamente la mala calidad del aire si, de manera colectiva, decidimos sumarnos a algunos cambios como conducir menos o volar menos», apunta Glory Dolphin Hammes. «La polución es consecuencia ya sea de nuestras costumbres individuales, ya sea de intereses políticos o personales de los gobiernos, ya sea de las empresas transnacionales empeñadas únicamente en su economía», asiente Rodríguez Urrego.
Ambas expertas señalan síntomas significativos de la mejora experimentada durante el confinamiento, que liberó a algunas ciudades de su habitual tulipa de esmog. Desde algunos puntos de Bogotá fue posible contemplar los nevados del Tolima y el Ruiz y, en Delhi, emergieron de su envoltorio gris las montañas que rodean la ciudad. «A todos nos ha sorprendido el despertar de los sentidos al sonido de la naturaleza y a la claridad del día. No es que antes la naturaleza estuviese dormida: es que no la estábamos oyendo ni valorando, la contaminación acústica y ambiental nos han adormecido», lamenta Daniella Rodríguez Urrego, que añade una advertencia: «Si no aprendemos a valorar ese aire puro, en unos pocos años nos veremos obligados a usar mascarillas como parte de nuestro atuendo diario, no ya por el virus, sino por el incremento de la contaminación».
Ghaziabad (India). Es la ciudad del mundo con más polución, según los datos del año pasado compilados por IQAir. El registro medio fue de 110 microgramos de partículas por metro cúbico, una cifra que multiplica por once el límite de 10 marcado por la OMS, aunque hubo meses en los que el promedio se situó por encima de 235.
Jotán (China). Ocupa el segundo puesto del ránking, con una media similar a la de Ghaziabad, pero su caso es muy particular: está situada en el desierto de Taklamakán y la presencia de partículas en el aire se debe, en buena medida, a las violentas tormentas de arena que la azotan.
Gujranwala (Pakistán). Es uno de los principales centros industriales del país asiático, con registros que algunos meses superan los 200 microgramos por metro cúbico.
Faisalabad (Pakistán). Otro de los motores industriales del país, al que se ha llegado a designar como 'el Mánchester de Pakistán'.
Delhi (India). Con una media anual de cien microgramos por metro cúbico y picos mensuales que superan los doscientos, es la capital nacional con mayor polución del mundo.
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