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ÓSCAR CHAMORRO
La insólita activista contra el cambio climático

La insólita activista contra el cambio climático

La producción de un kilo de legumbre necesita cien veces menos agua que uno de pollo; el futuro del planeta pasa por el consumo de esta proteína vegetal saludable

Miércoles, 18 de noviembre 2020, 00:11

Es fuente de proteínas de origen vegetal, fibra, minerales (hierro, calcio, magnesio y zinc) y vitaminas como la niacina y el acido fólico, especialmente en el caso de los garbanzos; y vitamina B6 cuando se trata de lentejas y alubias. Su consumo habitual, sobre todo ... combinadas con verduras, son una buena opción para mantener a raya el peso. Su alto contenido en fibra favorece el funcionamiento óptimo del organismo, aumenta la sensación de saciedad y reduce la acumulación de grasa corporal. ¿Qué contar de los beneficios de las legumbres que no se sepa? De los nutricionales quizá poco; pero los relativos a su carácter activista contra el cambio climático sí que están por descubrir. Sus extraordinarias propiedades van más allá de la mesa: es un alimento que da más de lo que pide, tanto a quienes lo consumen como a quienes lo cultivan. Hasta el suelo donde crece sale beneficiado.

En primer lugar, necesita poca agua en comparación con la producción de carne. Según los cálculos que aporta la Asociación de Legumbristas de España (ALE), fabricar un kilo de lentejas (o de guisantes sin piel) requiere de 50 litros. Si se tratase de un kilo de pollo, sería necesaria hasta 100 veces más cantidad (hasta los 4.325 litros). Y si hablamos de vacuno, la diferencia se dispara: producir un kilo de ternera consume 13.000 litros de agua. De cumplir con el precepto de beber al menos un litro de agua al día, tardaríamos 35 años en tomar toda esta cantidad. Por contra, existen variedades de leguminosas, como los guisantes de tierra, que pueden crecer en suelos muy pobres y ambientes semiáridos donde otros cultivos morirían.

Da más que pide

El consumo de carne ha sido catalogado por las autoridades internacionales como la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura) como poco sostenible por el coste medio ambiental de la ganadería intensiva. En uno de sus informes sobre el particular, calculaba que comer carne dos días a la semana equivale alas emisiones de un coche diésel que recorre unos 300 kilómetros. En España, según los datos del Ministerio para la Transición Ecológica (Miteco), el 8% del total de la emisión de gases de efecto invernadero provienen del sector ganadero. En el otro extremo de esta realidad se encuentran el cultivo de garbanzos, alubias, lentejas, etc., que tiene una huella de carbono mínima. «Las legumbres reducen de forma indirecta las emisiones de gases de efecto invernadero», recuerdan desde ALE. De ahí que gran parte de la innovación de la industria alimentaria que busca un sustituto a la carne tradicional se apoye en este alimento para dar forma a sus nuevas propuestas.

Pero sus cualidades beneficiosas para la Tierra, también lo son para la tierra. Entre sus virtudes, también destaca su capacidad de fijar el nitrógeno al suelo, lo que se traduce en una mejora de la fertilidad del mismo. «Estas plantas, en simbiosis con ciertos tipos de bacterias (Rhizobium y Bradyrhizobium, por ejemplo), son capaces de transformar el nitrógeno atmosférico en compuestos del mismo gas que son utilizados por las plantas en crecimiento», explican los productores representados en ALE.

Menos fertilizantes

Las autoridades de la ONU han calculado que pueden fijar entre 72 y 350 kg de nitrógeno por hectárea y año. Además del nitrógeno, algunas especies pueden hacer lo propio con el fósforo, que también es importante para la nutrición de las plantas. ¿En qué se traduce esta aportación a los terrenos? Además de beneficiar a otros cultivos cuando se siembra legumbre junto a ellos, permite reducir «sustancialmente» el uso de fertilizantes químicos.

«Las legumbres forman parte de los cultivos de rotación destinados a mejorar la calidad de los suelos, ya que su cultivo contribuye a aumentar la materia orgánica, la biomasa y la actividad microbiana (como bacterias y hongos) en el suelo. También mejoran la estructura del terreno y la capacidad de retención de agua, ayudando a la vez a reducir la erosión eólica e hídrica», enumeran desde ALE.

Desde la Federación Española de Nutrición (FEN) celebran que, «tras muchos años de caída», se ha recuperado en España «muy poco a poco» el consumo de leguminosas, que ha crecido por encima del 8% en el acumulado de los últimos años. Según el último estudio de 'La Alimentación en España 2019', elaborado por Mercasa, los hogares españoles consumieron 146,6 millones de kilos de legumbre en el año. O calculado de otro modo, cada español come una media de 3,13 kilos del susodicho alimento al año. A pesar de ser uno de los países donde más se valora esta joya gastronómica, queda lejos de los 7 kilos que de media diaria que se come en el resto del mundo.

Para recuperar el nivel de nuestros abuelos, que consumían casi 10 kilos más por persona hace 50 años, creen desde la FEN que el objetivo es convencer «al consumidor joven y urbanita» de que hacer un hueco a este producto en la dieta semanal, ya sea en potaje o ensalada, es un gesto poderoso para el cuidado del planeta.

SABÍAS QUE...

  • Producción. 73.7 toneladas es la cantidad de legumbres que se producen en España cada año. Un 52% de ellas son garbanzos, seguidas por las lentejas y las alubias en igual proporción.

  • Antigüedad. La producción agrícola de frijoles, garbanzos y lentejas se remonta al 7000-8000 a.C. Durante siglos ha sido parte esencial de la dieta humana.

  • Biodiversificadoras. El cultivo intercalado con las legumbres incrementa la biodiversidad vegetal y crea un paisaje más variado para animales e insectos.

  • Exóticas. Legumbres como el guandú y el bambara (una especie de frijoles), se pueden cultivar en suelos muy pobres y ambientes semiáridos.

  • Consumo. En España se consume casi 10 kg menos por persona y año que hace 50 años. Se ha pasado de consumir 13 kg/persona/año en 1960 a 7,4 kg/persona/año en 1990 y 3,2 kg en 2012. Esto supone comer apenas 1,5 raciones a la semana frente a las 3 y 4 recomendadas.

  • Frugal. Producir un kilo de legumbre solo requiere de 50 litros de agua, frente a los 4.325 que necesita uno de pollo o los 13.000 que consume un kilo de ternera. Su cultivo también soporta mejor las heladas y las sequías.

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