Estatuillas, pelotas, heces y otras cosas que dejamos en la Luna

En la Luna también hay una estatua, como si fuese la plaza mayor de un pueblo, aunque se trata de una escultura de aluminio que no llega a los nueve centímetros, depositada en medio de la inmensidad por los tripulantes del Apolo 15. Es una figurita estilizada y yacente que se conoce como 'El astronauta caído', acompañada de una placa con los nombres de estadounidenses y soviéticos muertos en acto de servicio durante los respectivos programas espaciales. En realidad, la idea de su creador (el artista belga Paul Van Hoeydonck) era colocarla de pie, dentro de un bloque acrílico azul, como una representación de la humanidad que se eleva. El escultor montó un buen lío en 1972, cuando puso a la venta 950 réplicas de 'Fallen Astronaut' y obligó a intervenir a la NASA, para impedir que el simbolismo derivase en comercio.

Entre los objetos abandonados en la Luna hay cosas tan imprevistas como una pluma de halcón, empleada en un experimento sobre masa y gravedad: se trataba de soltar a la vez la pluma y un martillo, en una réplica de las esferas que Galileo dejó caer desde la torre de Pisa. Y en algún sitio estarán las dos bolas de golf que golpeó, con un palo adaptado y con todo el estilo que le permitía su traje espacial, el comandante del Apolo 14, Alan Shepard. El primer tiro le salió regular, pero del segundo dijo que la pelota había volado «millas y millas», algo teóricamente posible en la Luna pero improbable en sus circunstancias. Nadie sabe si hizo hoyo o no. Finalmente, en la Luna hay un retrato familiar, aunque seguramente se haya borrado como las banderas: lo llevó Charles Duke, del Apolo 16, que se lo prometió a sus hijos como compensación por todo el tiempo que pasaba lejos de ellos.

Se puede discutir si todo esto son conmovedores recuerdos de una hazaña o simple basura de excursionistas descuidados, pero hay algo peor: los astronautas, siempre atentos a reducir el peso en el viaje de vuelta, han dejado en la Luna 96 bolsas con heces, orina y vómito. El asunto de las deposiciones se vuelve particularmente incómodo cuando uno viste un traje espacial, que obliga a usar pañales o unos ocurrentes receptáculos adheridos a las posaderas. Curiosamente, quizá estos residuos sean lo más interesante de todo lo que hemos abandonado allá arriba: los científicos quieren recuperar las bolsas para averiguar qué ha sido de los microorganismos presentes en los restos biológicos, a los que quizá habría que considerar como astronautas no humanos.