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La espada de Damocles pende sobre el estudiante perezoso. Su filo amenaza a aquel que no se aplicó, que desatendió los avisos del medio ambiente, los estudios científicos y todas las pruebas que anunciaban el progresivo agotamiento de los recursos naturales. El examen definitivo es ... mañana y no hay tiempo para emplearse a fondo con la materia. Tan solo cabe seleccionar aquellas lecciones que se antojan claves para salir adelante y sobrevivir en un planeta esquilmado.
«La comparación entre el alumno desaplicado que debe estudiar la víspera de la evaluación y el mundo ante el inminente reto de seguir adelante resulta muy efectiva», explica Luis González, doctor en ciencias químicas y miembros de Ecologistas en Acción. Tampoco podemos posponer las respuestas. «Más allá de la voluntad de gobiernos y empresas, encontramos evidencias físicas de que esta forma de progreso no es viable». Así, el decrecimiento aparece como una alternativa necesaria para los colectivos verdes. «Yo diría que está en su ADN», añade González.
Esta corriente social y política postula una reducción controlada de la producción y se considera que el economista rumano Nicholas Georgescu Roegen la postuló al advertir que el actual modelo de desarrollo no tiene en cuenta la degradación de los recursos. A partir de su expansión en Francia en los años 90, ha llegado con fuerza al resto de los países industrializados.
La actual coyuntura la ha puesto de actualidad. La pandemia del coronavirus ha provocado una crisis económica global y se debaten mecanismos para recuperar el pulso. «El paquete de ayudas a la reconstrucción quiere volver a la senda del crecimiento», lamenta el coautor del libro 'En la espiral de la energía' (Ed. Libros en Acción) y señala que la teoría propugna el cambio de una sistema basado en el constante aumento del consumo para evitar las crisis.
Las cifran avalan sus tesis. Según Naciones Unidas, la cantidad de materias primas extraídas de la tierra aumentó de 22.000 millones de toneladas en 1970, a 70.000 en 2010 y, dentro de 30 años, los 9.000 millones de habitantes precisarán de 150.000 millones para satisfacer su demanda.
Luis gonzález | ecologistas en acción
Las energías renovables también aparecen en el punto de mira. Su puesta en marcha supone también acelerar la demanda de metales como el indio y el galio y potencia la minería los países productores.
Las alarmas ya han saltado. El cambio climático advierte de la necesidad de dar marcha atrás, según su opinión, antes de que ese afán por exigir y poseer más nos conduzca a un proceso de autodestrucción. La destrucción de los ecosistemas se acelera.
Los incendios de Australia, las devastadoras plagas de langosta y dos gotas frías en Europa sin precedentes, advierten de que el tiempo para reestructurar prioridades se acaba. «No podemos seguir con estos niveles de producción y consumo», denuncia, pero admite que las soluciones no son sencillas.
La ONU sugiere que la reducción del consumo de gases de efecto invernadero debería ser del 7.6% anual durante dos décadas para permanecer en el límite de seguridad. «Pero la disminución más elevada hasta la fecha ha sido del 4.2% y ocurrió con el caída del bloque comunista y su aparato productivo», recuerda el autor.
La próxima década resulta crucial para tomar decisiones. Según el comité científico de Naciones Unidas, nos queda hasta 2030 para evitar que el calentamiento global no supere los 1.5ºC. «Así que es fundamental invertir con sentido ecológico y social los miles de millones de euros de los fondos de recuperación. Es decir, únicamente hacia actividades y sectores verdes», defiende Florent Marcellesi, coportavoz del partido ecologista EQUO y exeurodiputado de Los Verdes Europeos. «Es nuestra última oportunidad», sentencia.
Asumir las directrices de esta doctrina no implica solo tomar medidas económicas, sino también transformar la mirada, en opinión de sus defensores. «Cambiar las gafas para ver el mundo es el primer paso para salir del crecimiento descontrolado», alega y menciona la necesidad de superar el Producto Interior Bruto (PIB) como único indicador de riqueza y dar el paso hacia un modelo que tenga en cuenta toda la riqueza social y ecológica.
Florent Marcellesi | coportavoz de equo
A ese respecto, apunta la reciente inclusión de una enmienda de su partido en la Comisión de Reconstrucción del Congreso de los Diputados. «Se aprobó –apunta Marcellesi– complementar la contabilidad nacional con un nuevo índice de bienestar, así como otra serie de indicadores biofísicos en materia de huella de carbono y huella ecológica».
El abandono de los coches con motor de combustión en un plazo de diez años es una de los planteamientos propuestos por Marcellesi, que también reclama una Ley Estatal de Emergencia Climática. Según explica, la recuperación tras la pandemia ha de asumir una reconstrucción verde y justa que incluye asimismo, una producción y consumo relocalizado y resiliente. «La alternativa a no hacerlo supondría un coste tan elevado en salud y vidas humanas que la crisis del Covid-19 nos parecería una anécdota en comparación», sostiene.
El futuro no lo dictaminan únicamente gobiernos y consorcios empresariales. «El sujeto tiene autonomía para decidir sobre su vida», aduce Luis González y sugiere medidas como apostar por las energías renovables o los productos de cercanía frente a aquellos sobreempaquetados, por ejemplo.
Pero, ¿estamos condenados a la penuria por exigir más al planeta? «Inevitablemente, tendremos menos materiales», pronostica. «Pero la clave radica en cómo organicemos las sociedades». Marcellesi no tira la toalla y apuesta por el equilibrio como objetivo último: «Podemos vivir bien y felices dentro de los límites del planeta».
Producción Local Invertir en una economía mucho más local que exija menos movimiento de materias y personas, y así disminuir el consumo energético global.
Agroecologí a Apostar por la agroecología empleando para ello sistemas que optimizan y, así, estabilizar la producción de alimentos.
Ajuste tecnológico Reajusta el desarrollo tecnológico, ya que las tecnologías de la información y la comunicación consumen el 4% de la energía mundial y el 5% de los elementos de la tabla periódica.
Menos automóviles Disminuir la producción de la industria del automóvil, incluso la que implica el desarrollo del coche eléctrico.
Otro turismo Replantear el sector del turismo, que deja el 8% de las emisiones de gases invernadero, y fomentar su vertiente de cercanía.
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