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2050: apocalipsis o esperanza

2050: apocalipsis o esperanza

Vivir en uno u otro escenario dependerá de nuestra implicación en la lucha contra la crisis climática

Domingo, 1 de marzo 2020

La sueca Maja Rosén, que lleva doce años sin volar y ha lanzado la campaña 'Flight Free 2020' (Libre de vuelos) para convencernos de usar menos el avión por sus emisiones de CO2, cuenta que, en un momento de su vida, mirando los bellos paisajes de las noruegas islas Lofoten a las que había viajado, decidió que nunca más surcaría los cielos. A partir de ese momento, abandonaría la práctica de rebuscar entre las ofertas de las compañías 'low cost' pero, sobre todo, dejaría de pensar eso de '¿y qué más dan dos grados más?'. Parece tan poco... Pues aún más exigua, de 1,5 grados solamente, es la diferencia entre el escenario nada apetecible que nos espera si no nos tomamos en serio la lucha contra la crisis climática y el que podríamos disfrutar si seguimos las recomendaciones de los expertos. 1,5 grados. Es la fina línea entre el apocalipsis (que en 2100 la temperatura del planeta suba 3 grados, aunque podría ser más) y la salvación (que solo aumente 1,5), al menos para el ser humano. Hay alguien que sabe mucho de esto, se llama Christiana Figueres, ciudadana de ese paraíso que es Costa Rica y, además, 'madre' del Acuerdo de París firmado en 2015 que intentaba detener la rueda en la que nos hemos metido. Pues bien, estamos en 2020 y las emisiones de efecto invernadero siguen aumentando como si hubiera un mañana. Y aunque fuera posible frenar en seco, hay que contar con la inercia...

Figueres, 63 años, es una de las mayores expertas en la crisis climática, y como Maja Rosen, también tuvo un momento epifánico: recuerda que estaba con sus hijas en la Reserva Natural de Monteverde, en su país, para enseñarles el sapo dorado endémico de allí, que con su color naranja fluorescente se veía a millares en las charcas de aquel bosque nuboso. Le había impresionado tanto de niña... Pero al preguntar por el animal, recibió un jarro de agua fría: se había extinguido en 1989. De hecho, dice el investigador Tim Flannery que fue la primera víctima del calentamiento global en aquel país. Pues por ese sapo decidió Figueres a qué entregaría su vida, una carrera que la llevó a ser la actual secretaria ejecutiva de la Convención Marco de Naciones Unidas sobre el Cambio Climático.

Acaba de es cribir un epatante libro con su asesor, Tom Rivett-Carnac, 'The Future We Choose: Surviving the Climate' (El futuro que elegimos: sobrevivir al clima).

Describe sin miramientos cómo será el planeta en 2050 dependiendo de las decisiones que tomemos hoy. Elige ese año porque la mayoría de nosotros aún estaremos vivos, 2100 queda muy lejos (así que imaginen cómo serán las cosas entonces). Se plantean dos alternativas;empecemos por el escenario que podríamos vivir en 30 años si no atajamos de manera drástica las emisiones efecto invernadero, es decir, por el malo, más que nada por terminar con un final feliz. Feliz, más o menos, quizá sería mejor decir ¿esperanzador?

El escenario malo

El aire sabe ácido, tienes tos y náuseas

El panorama es desolador en 2050. «Nadie sabe lo que deparará el futuro a sus hijos y nietos», dice Christiana Figueres. No hicimos el esfuerzo suficiente para controlar las emisiones y el planeta tendrá 3 grados más en 2100. «Lo primero que te golpea es el aire. En muchos lugares del mundo es cálido, pesado y, según el día, obstruido por la contaminación por partículas. Tus ojos a menudo lloran. Tu tos parece no desaparecer nunca. Piensas en países de Asia, donde, por consideración, las personas enfermas solían usar máscaras para proteger a otros de las infecciones. Ahora a menudo tú usas esa máscara para protegerte de la contaminación. Ya no puedes salir por la puerta y respirar aire fresco: puede que no haya. Antes de abrir ventanas, revisas tu teléfono para saber la calidad del aire, que puede tener un sabor ligeramente ácido, a veces provoca náuseas».

Pese a que las últimas fábricas y empresas del carbón cerraron hace diez años, plantea la experta, «millones de automóviles siguen contribuyendo a hacer el aire irrespirable. Y, debido a la deforestación y los incendios, quedan muy pocos bosques que puedan absorber el CO2». El permafrost –la capa de suelo permanentemente congelado de las regiones muy frías– está liberando con su deshielo el aún más peligroso gas metano, además de microbios desconocidos que provocan males para los que no tenemos cura. La resistencia a los antibióticos causa estragos, así como los mosquitos y garrapatas, que transmiten enfermedades en zonas donde antes no las había. «Malaria, dengue, cólera, problemas respiratorios y desnutrición campan a sus anchas por buena parte del mundo».

El calor es insoportable en muchas zonas; «hay lugares donde durante 45 días superan los 60º, cada vez más zonas son inhóspitas». En el otro lado, más huracanes extremos y tormentas tropicales destruyen infraestructuras, y las inundaciones matan y desplazan a miles de personas. Por el aumento de las aguas, hay poblaciones que deben subir a tierras más altas, además de que las saladas se mezcla con las dulces. Hay tantos desastres al mismo tiempo que las ayudas no llegan. «Las compañías de seguros caen en la bancarrota», no hay dinero para reconstruir tantas vidas.

El hambre mata a más personas que nunca. Hay migraciones masivas a zonas menos calurosas: problemas de refugiados, disturbios civiles y derramamiento de sangre. Los países más seguros cierran fronteras y las militarizan; la gente allí tiene menos problemas, pero el costo psicológico es terrible. Se disparan los suicidios y el odio a las generaciones anteriores, que provocaron todo esto. «La única incertidumbre es cuánto duraremos».

Los grados

  • 3 grados: Tras las reducciones de 2015 (Acuerdo de París), no se hicieron más esfuerzos para controlar emisiones y la temperatura subirá 3 grados en 2100.

El escenario bueno

En tu casa hay molino y tanque para la lluvia

«El aire es húmedo y fresco en la mayoría del planeta», imagina Christiana Figueres. Incluso en las ciudades, pasear es «como caminar por un bosque, y eso sucede porque hemos plantado árboles por todas partes, la cobertura forestal de la superficie terretre llega al 50% (el 30% en 2015). El aire está más limpio que nunca desde la Revolución Industrial». Los árboles tomaron dióxido de carbono, liberaron oxígeno y lo volvieron a colocar en el suelo, lo que ayudó a disminuir la crisis climática, «pero los beneficios fueron aún mayores: la sensación de vivir de nuevo en un planeta verde ha sido transformadora». Muchos países son irreconocibles;ahora tenemos arboledas intercaladas con huertos, bosques con pastos y parques que se extienden por hectáreas, «refugios para nuestra población regenerada de polinizadores, especialmente las abejas...».

Ya no se queman combustibles fósiles, la mayor parte de nuestra energía proviene de fuentes renovables (eólica, solar, geotérmica e hidráulica). Todas las casas y edificios producen su propia electricidad: hemos pintado las paredes exteriores con pintura que recoge la energía de la luz solar. Tu casa es autosuficiente, tiene molino y tanque para recoger la lluvia. «Las fuentes renovables hacen posible la desalinización localizada para producir agua potable a demanda en cualquier parte del mundo. La usamos para regar jardines hidropónicos (sin suelo), en inodoros y en duchas».

Los automóviles de gasolina y diésel se han convertido en anacronismos. «Lo más normal es compartir coche y que drones organizados entreguen paquetes, reduciendo la necesidad de transporte terrestre». Se han estrechado las carreteras y la planificación urbana facilita el caminar y andar en bicicleta. Las emisiones se han reducido, «pero lidiamos con los efectos posteriores de niveles récord de CO2, y los gases de efecto invernadero de larga vida están causando un clima cada vez más extremo, aunque menos que si hubiéramos continuado con los combustibles fósiles». Los glaciares y el Ártico aún se derriten y el mar sigue subiendo, hay sequías severas y desertificación en el oeste de los EE UU, el Mediterráneo y partes de China. El clima extremo multiplica las disparidades en ingresos, salud pública, seguridad alimentaria y disponibilidad de agua, pero los gobiernos previenen las crisis humanitarias.

«Cuando sonaron las alarmas en 2020, gracias en gran parte al movimiento juvenil, nos dimos cuenta de que sufríamos por un consumo desaforado. Salimos de la crisis climática como miembros más maduros de la comunidad. Lo que sentimos sobre el mundo ha cambiado profundamente». «Todos estamos en esto».

Los grados

  • 1,5 grados: Hemos tenido éxito en reducir las emisiones a la mitad cada década desde 2020; esto supone que en 2100 la temperatura subirá 'solo' 1,5 grados.

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