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Hitler pensaba celebrar su victoria sobre la ciudad de Leningrado el 9 de agosto de 1942. Se creía mejor que Napoleón invadiendo Rusia. El alemán hasta había elegido el Hotel Astoria para el banquete. En todo caso, habría tenido que llevar él las viandas porque ... en la ciudad soviética no quedaba ni cuero que roer. Stalin creyó que era una buena fecha para estrenar la séptima sinfonía de Shostakovich, al que tenía enfilado. Pero nunca había que desperdiciar un momento para la propaganda. Era un proyecto muy loco y sólo posible para una tiranía. Quedaba una orquesta con quince músicos y la sinfonía 'Leningrado' necesitaba cien, así que hubo que traerlos de bandas militares.
En 'Leningrado. Asedio y sinfonía', Brian Moynahan cuenta que la ciudad llevaba sitiada por los alemanes desde septiembre de 1941. Los supervivientes de la orquesta ni se sostenían en pie ni rellenaban el frac. En tres meses, 250.000 personas habían muerto de hambre y frío. «Una vecina aporreó la puerta de la oboísta Ksenia Matus y le suplicó que la dejara entrar. Su marido estaba intentando matarla para comérsela». Recuerda Stephen Johnson en 'Cómo Shostakovich me salvó la vida' que los ensayos comenzaron en lo peor de la hambruna y los que tocaban instrumentos de viento no tenían fuerza ni para mantener la posición de los labios.
Ese verano casi todo lo importante tiene que ver con la guerra. Hasta lo que pasa de manera ficticia en la isla de Nantucket. En 'Verano del 42', que es de 1971, el marido de la impresionante Jennifer O'Neill muere en el frente, momento en que, destrozada, se acuesta con el quinceañero Hermie (Gary Grimes), loco de amor por ella. Menudo drama. Por la parte verdaderamente horripilante, el 23 de julio comienzan las deportaciones de judíos del Gueto de Varsovia hacia el campo de exterminio de Treblinka. Los alemanes siguen dando por saco también en la URSS. La Batalla de Stalingrado se desarrolla del 19 de agosto del 42 al 2 de febrero del 43.
Pero estaba en Leningrado. En el estreno de la séptima de Shostakovich. El teniente general Govorov ordenó que el concierto se retransmitiera con altavoces a las líneas alemanas. Aunque el propio Shostakovich diría años más tarde en 'Testimonio' que la Sinfonía nº 7 se planteó antes de la guerra y, por ello, «no se puede tomar como reacción a los ataques de Hitler». Pero lo cierto es que la música que se escuchó en la sala filarmónica, recuerda Stephen Johnson, iba «sobre la supervivencia y sobre trascender el dolor y el miedo a través de una música que, paradójicamente, reflejaba todo ese dolor y miedo». La ovación del público, también hambriento y sin fuerzas, duró una hora. Cuando pienso que las cosas están mal, me imagino viviendo entonces en Leningrado. Y sin entrada para el concierto.
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