¿Qué piso puedo alquilar con 500 euros?

Quiero alquilar una vivienda y 500 euros es el máximo que puedo gastar en la renta. Dejemos a un lado mis circunstancias personales: si tengo o no descendencia con necesidades de espacio; si tengo o no una pareja con la que compartir techo y gastos; si tengo o no, al fin y al cabo, preferencias que trasciendan al único condicionantes relevante a la hora de poder elegir: el presupuesto.

-¿Qué podemos encontrar si nos centramos en los núcleos céntricos de las principales capitales españolas con este límite?

-La verdad es que si hablamos del centro de grandes ciudades, encontrar una oferta de calidad, que supere los 40 o 50 metros, es difícil. Habrá apartamentos pequeños o estudios, muy justos en comodidades. Te diría que incluso en grandes capitales, si no nos alejamos bastante hacia los barrios periféricos, con ese presupuesto la opción para alquilar una vivienda son las soluciones habitacionales.

Esta descripción, siempre somera y realizada en la media de una realidad «tremendamente heterogénea», es de Ferrán Font, director de estudios de la plataforma Pisos.com. Quizá alguno piense que habla solo de Madrid -y su eterno problema de vivienda- o Barcelona -con sus precios y exigencias excesivas-. Pero, no. Realizar el ejercicio de escudriñar portales en internet que reflejan con fidelidad la realidad de la oferta inmobiliaria de nuestro país -tanto particulares como inmobiliarias los utilizan para anunciar sus ofertas- revela que la que describe es una realidad más común de lo deseable.

Y esto es así, sobre todo, si se tiene en cuenta otro factor relevante en la ecuación del que sería injusto no hablar: el salario medio español. Según la última estadística oficial publicada por le INE, éste se encuentra en 1.695 euros brutos mensuales (a esto habría que descontar el porcentaje de IRPF, que varía en función de las rentas, pero que podría situarse en un 15% de media). Al margen de que la situación personal de cada uno le haga valorar esta cantidad como buena o todo lo contrario, lo cierto es que en comparación con lo que cuesta un piso es insuficiente. «El precio de la vivienda ha crecido a un ritmo que no ha sido acompañado por el de los salarios. Así se genera un situación problemática: dos puzzles diferentes de piezas difícilmente encajables», concluye Font.

Si cumplimos con el precepto de que el dinero dedicado exclusivamente a la renta mensual (sin contar el resto de gastos que lleva asociada una vivienda) «no debe superar el 30% del total de los ingresos» para no caer en un endeudamiento excesivo tarde o temprano, lo que nos queda es justo esa cantidad para el alquiler: 500 euros. ¿Qué encontramos con este margen?

Parecería imposible no encontrar nada por ese precio; pero sucede en dos de las ciudades consultadas. Bilbao y San Sebastián. En esta última, no existe oferta por ese precio. Y no solo en la zona más céntrica: en todo San Sebastián no se oferta nada en el portal más popular (Idealista) por ese precio; ni un estudio. Se cumple así el aviso del citado experto en asuntos inmobiliarios: la alternativa es buscarse una habitación en un piso compartido. En esta circunstancia también se encontrarán quienes busquen algo decente en Bilbao. En toda la ciudad (no solo en el centro) solo se encuentran dos anuncios de viviendas por 500 euros, frente a 378 habitaciones que se alquilan por eso, o menos. Las opciones son una buhardilla de 15 metros en el Casco Viejo o un estudio de 32 metros en Zabalbide, con todas las estancias en una (o diáfano, como les gusta definir a los anunciantes) pero sin acondicionamientos que resultan básicos en ciudades del norte como la calefacción.

Resulta llamativo en la búsqueda, que para encontrar algo por 500 euros en muchas ciudades, además de olvidarse de lujos o ambientes de diseño y del espacio, también haya que renunciar a comodidades que parecen básicas como lo es un ascensor. Continuando con el chequeo por el norte, paramos en Santander, donde también aplicamos los dos parámetros: presupuesto ajustado y localización en el centro. La oferta es muy limitada: nueve pisos. Si ampliamos el radio la cosa cambia: hay cincuenta donde elegir... pero casi ninguno tiene ascensor. Si exigimos que tengan esta 'comodidad', nos encontramos con que es el gran hándicap de muchas viviendas a esos precios considerados bajos. Solo doce cuentan con él. Y no estamos hablando de bajos o entreplantas: hay más de un (y de dos) cuarto y quinto piso entre los anuncios. Esto resulta habitual en propiedades céntricas con cierta antigüedad, cuando los ascensores no eran obligatorios por ley a partir de una cierta altura.

Hay quien hace de este defecto virtud, y para poner en el mercado su propiedad, proclaman las ventajas de vivir en bajos. En el centro de las ciudades, especialmente las turísticas, es otro denominador bastante común de las opciones halladas. Sucede, por ejemplo, en la parte más céntrica de Valencia, donde solo hay una treintena de opciones. Estudios, pisos sin ascensor, bajos y viviendas de entre 30 y 50 metros son características que abundan en las descripciones. Este fenómeno también se replica en capitales como Madrid, donde se pueden encontrar sótanos y semisótanos entre las opciones en alquiler. Las rejas, que como dice algún anuncio «dan ambiente zen» a la estancia única en la que consiste el pisito, son un 'must'. Sucede también en la parte más céntrica de Málaga, donde un tercio de los apartamentos ofertados son bajos. Aunque, siendo honestos, y más allá de los bajos, en esta ciudad se encuentran opciones que entran por los ojos. Aunque haya apartamentos con cocinas que no cuentan ni con placa para guisar (con un microondas basta), hay otros que están decorados con gusto. ¿Merece la pena renunciar a más metros si el espacio está bien organizado y decorado?

Si entre las prioridades se encuentra esta última, es decir, un ambiente cuidado, bien amueblado, con luz... agradables al fin y al cabo, no es totalmente imposible encontrar un lugar con esas características. Eso sí, renunciando por regla general a las ya citadas comodidades de espacio, alturas, ascensores, calefacción y otros aspectos como los lugares de almacenamiento. Lo que sorprende en ciudades con demanda turística es que algunos de estos apartamentos más bonitos tienen un gran obstáculo: solo se alquilan por periodos cortos. Algo que, por ejemplo, hemos encontrado en algunas opciones atractivas en Valencia. «Hasta mayo», advierte el anunciante. Con toda probabilidad son apartamentos a los que se les puede sacar más rentabilidad en los tres meses de verano que en todo el año. Una circunstancia que conocen bien quienes hayan buscado alguna vez casa de alquiler en ciudades de playa.

Las condiciones para arrendar constituyen el 'pero' de algunos pisos vistos con algo de más calidad Esto es: no son bajos, tienen las estancias separadas (en muchísimas viviendas ofertadas estás obligado a dormir con el soniquete de la nevera) y el mobiliario no es decimonónico. No es la norma, pero uno se topa con exigencias muy altas para el alquiler de pisos mediocres. Destaca la petición de aval bancario de hasta seis meses (es decir, tener seis mensualidades bloqueadas en el banco mientras dure el contrato) o pasar la criba de un seguro del impagos, algo que se ha puesto de moda. Ahora bien, sin entrar en detalle sobre esto, ciudades consideradas asequibles para vivir siguen haciendo honor a su fama y ofrecen por 500 euros pisos con más de 70 metros y en condiciones decentes como Granada o Ciudad Real. Pero sin lujos.

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