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PACO SORDO
¿Es cierto que los perros pequeños tienen peor carácter?

¿Es cierto que los perros pequeños tienen peor carácter?

La raza está lejos de ser determinante, pero su tamaño y su aspecto poco intimidatorio hacen que a veces los tratemos con más manga ancha que a los grandes: «La gente no se siente tan amenazada»

Viernes, 14 de mayo 2021, 00:05

Seguramente, todos hemos conocido a algún perro pequeño con muy malas pulgas. Lo de atribuir un carácter iracundo y poco sociable a las razas de menor tamaño se ha convertido ya en un tópico, el cómico cliché de los diminutos dictadores que se malhumoran sin reparar en la talla de su adversario, pero lo cierto es que basta pasearse por la calle para reafirmarse en él con relativa facilidad: en cualquier parque o terraza podemos toparnos con el chihuahua o el Yorkshire terrier que ladran, fuera de sí y tirando de la correa, a personas desconocidas o a algún otro perro grande, grandísimo o descomunal. Y este, que podría zampárselos de un bocado, los suele contemplar desde arriba con tranquila estupefacción, como un maestro budista que ha superado ya esas bobas pasiones caninas.

Como suele suceder con los tópicos, esta idea puede tener cierta parte de verdad pero también peca de generalizar demasiado. «No es algo que se atribuya a todas las razas de tamaño pequeño. El bichón maltés o el maltipoo, por ejemplo, son razas que, a grandes rasgos y a pesar de ser pequeñas, destacan por su carácter alegre y cariñoso. Muchos perros de pequeño tamaño desarrollan ese genio por culpa de sus dueños, sus cuidadores, sus humanos, que no los educan correctamente y los tratan como juguetes o peluches, dejándoles hacer a su antojo. Esto genera que el perro no sepa realmente cuál es su posición y comience a desarrollar conductas inadecuadas, entre las que destaca un exceso de genio o mala leche», aclara José Antonio Ramos, adiestrador canino y administrador de la web especializada SoyUnPerro. Pone como ejemplo más evidente a los chihuahuas: «Son realmente pequeños pero ellos no parecen darse cuenta de ese detalle. Se trata de una raza muy inteligente en realidad, pero a la vez muy tonta: si no se les educa bien, desarrollan con mucha facilidad conductas territoriales y ejercen un papel de perro guardián en vez de perro de compañía».

Un estudio reciente de la Universidad de Helsinki ha analizado los distintos factores que influyen en la agresividad de los perros, tras recopilar información sobre casi 14.000 ejemplares y su propensión a gruñir, ladrar, amagar un ataque o morder a seres humanos. El resultado ha confirmado lo que ya avanzaban otros estudios y lo que todos entendemos de manera intuitiva: que esas conductas son el resultado de conjugar múltiples rasgos, un puzle que configura el temperamento de cada animal. Por ejemplo, los perros miedosos muestran una tendencia mucho más alta a las reacciones agresivas, con las que se sobreponen a sus propios temores. También son más frecuentes en los perros de más edad, impulsados muchas veces por los achaques propios de los años: esos viejos cascarrabias padecen el dolor de la displasia de cadera o se mueven por el mundo en sombras propio de las cataratas, que sumen al perro en la inseguridad y lo exponen a los sobresaltos. Los animales que son la primera mascota de sus dueños también muestran peor comportamiento que los que han tenido antecesores en el puesto, y los machos peor que las hembras. Y, en fin, las razas más pequeñas son efectivamente más proclives a las actitudes belicosas, aunque eso solo es una pieza más del rompecabezas.

«De hecho, en nuestro estudio, la raza con la probabilidad más alta de comportamiento agresivo es el collie de pelo largo, que no es precisamente pequeño, así que el efecto del tamaño no es tan simple. Sí es posible que los dueños permitan un comportamiento mucho peor a las razas pequeñas que a las grandes y que, por tanto, se eduque de manera diferente a unas y otras», explica a este periódico Salla Mikkola, una de las autoras del estudio finlandés. La propia pequeñez sirve a menudo como disculpa: una persona no se sentirá igual de intimidada si le ladra un caniche miniatura que si lo hace un rottweiler, de modo que su dueño tampoco verá tan urgente la necesidad de adoptar medidas. «El tamaño pequeño puede hacer que un perro sea más fácil de controlar y la gente no se sentirá necesariamente amenazada, así que quizá no se busque ayuda profesional». Al final, lo de atribuir una 'personalidad' a cada raza posee cierto valor orientativo, pero la genética está muy lejos de resultar determinante: «Esa personalidad varía más entre individuos de una misma raza que entre una raza y otra», concluye Mikkola.

José Antonio Ramos se pronuncia en el mismo sentido: «Es cierto que las razas puras tienen un carácter marcado. Por ejemplo, el labrador retriever tiende a ser un perro familiar, mimoso y juguetón, nada agresivo. Y así son la mayoría de los labradores, pero siempre hay excepciones y también casos en los que no han sido educados y socializados y desarrollan malos hábitos. Un pitbull tiene mucha energía y, a nivel general, es territorial. Con una buena educación y socialización, será tan respetuoso como cualquier otra raza», desarrolla, además de aprovechar la ocasión para insistir en que se adopten ejemplares de las protectoras.

La emoción detrás del ladrido

Los seres humanos no solo tenemos una influencia decisiva en cómo se comportan nuestras mascotas, sino que también volcamos sobre ellas nuestras categorías morales, ajenas a su naturaleza y en buena medida arbitrarias: «Lo que la gente entiende por perro con mal carácter depende de la percepción de cada cual, porque se pueden establecer límites muy diferentes. La parte esencial de los problemas de comportamiento es que molesten a los humanos, lo que les confiere un valor subjetivo», precisa el etólogo (es decir, especialista en conducta animal) Tomàs Camps, director del centro mallorquín Etovets. «En el comportamiento general –añade– existe un componente genético, eso está claro: la raza no deja de ser una selección genética con objetivos estéticos, de trabajo... En ningún caso todos los individuos de una raza se comportarán igual, pero sí hay rasgos más heredables: ¿es más activo un Jack Russell o un San Bernardo? Todos sabemos que el primero, porque el componente genético resulta muy importante en el nivel de actividad. Pero yo he presentado en un congreso el caso de un labrador agresivo con los niños: conductas como la agresividad dependen poco de la genética y más de cómo estaba la madre durante la gestación, de cómo se trató al cachorro, de la educación, de la salud... Cuando un Yorkshire ladra, a mí me interesa saber cuál es la emoción por la que ladra, sin estigmatizarlo».

¿Cuál es el perro más malhumorado con el que han tratado nuestros expertos? Salla Mikkola se siente incapaz de establecer un ránking, pero apunta que su «experiencia típica» tiene que ver con perros pequeños: «Chihuahuas, por ejemplo, que ladran a las visitas y a la gente que pasa». José Antonio Ramos tiene la respuesta al lado: Yako, uno de sus perros, es una mezcla de pastor alemán y bóxer que, al parecer, lo pasó mal durante sus primeros seis meses de vida. «Es la etapa que más influye en el carácter de un perro. No es malo en absoluto, pero nunca ha llegado a socializar bien con otros perros y es muy desconfiado con las personas que no conoce. Tiene un carácter gruñón, pero lo queremos con locura y es un miembro de nuestra familia». Y a Tomàs Camps le da un poco de risa la pregunta: «Somos un centro de referencia veterinaria en trastornos de conducta: el 60% de los perros que vemos tienen problemas de agresividad. Si el paciente no nos intenta morder, ya estamos contentos».

Los extremos de la tabla

Collie de pelo largo

Collie de pelo largo

El estudio de la Universidad de Helsinki incluye un ránking de las razas con mayor probabilidad de mostrar comportamiento agresivo, que encabezan el collie de pelo largo (los autores apuntan a su carácter «comúnmente miedoso»), el caniche miniatura y el schnauzer miniatura.

Labrador retriever

Labrador retriever

En el otro extremo de la lista, la raza que presenta menor probabilidad de conductas agresivas es el labrador retriever, seguido por el golden retriever y –recordemos que se trata de un estudio finlandés– el pastor lapón.

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