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Un censo realizado hace una década estimó que hay en nuestro planeta 7,77 millones de especies animales, de las que se han catalogado alrededor de un millón. Queda, por tanto, mucho que descubrir, y todos los años se describe a un buen número de vecinos nuestros que ni siquiera conocíamos hasta ahora. Algunos no son precisamente discretos en su manera de presentarse al mundo, aunque sus costumbres huidizas los vuelvan poco visibles: es el caso de la 'Loureedia phoenixi', una variedad de 'araña de terciopelo' identificada el año pasado en Irán. Sus descubridores, de la universidad finlandesa de Turku, la vieron por primera vez en una foto de las redes sociales, porque lógicamente a alguien le había llamado la atención su hermoso cromatismo, y después tuvieron que movilizar a naturalistas locales para dar con un espécimen sobre el terreno. La han bautizado como 'phoenixi' porque les recuerda a Joker, el personaje interpretado por Joaquin Phoenix. Podríamos decir que se trata de una araña doblemente célebre, ya que su género, 'Loureedia', rinde tributo al músico Lou Reed, por aquello de que las 'arañas de terciopelo' (velvet spiders) pueden hacer pensar en su grupo The Velvet Underground.
Hay países, como Vietnam, donde se siguen produciendo descubrimientos de nuevas especies a un ritmo muy rápido. Una de las más recientes es la 'Achalinus zugorum', una serpiente oscura e iridiscente cuya piel adquiere tonalidades entre el azul y el verde. Su género, 'Achalinus', indica que posee una disposición muy particular de las escamas (en vez de solaparse unas con otras, como en la mayoría de los ofidios, están colocadas de manera independiente), mientras que lo de 'zugorum' homenajea al cuidador de reptiles del Instituto Smithsoniano, George Zug, y a su mujer, Patricia Zug. Los científicos que dieron con ella dedicaron semanas a examinar arroyos y bosques de la provincia vietnamita de Ha Giang, recopilando información sobre reptiles y anfibios, y durante un desplazamiento en coche se la encontraron en mitad de una carretera, como si hubiese estado esperándolos.
Entre los animales descritos el año pasado también hay mamíferos, incluso primates como el langur de popa ('Trachypithecus popa'), un cercopiteco que habita en las junglas de Myanmar. Este 'nuevo' mono, de unos ocho kilos, se caracteriza por los anillos blancos en torno a los ojos, los 'guantes' negros que rematan sus extremidades y una cola más larga que su cuerpo. En realidad, lo suyo es más un reencuentro, porque hace más de cien años, cuando Myanmar se llamaba Birmania y formaba parte del Imperio Británico, se recogieron especímenes que quedaron almacenados en el Museo de Historia Natural de Londres. Los científicos encargados del trabajo de campo dieron primero con unos huesos que se correspondían genéticamente con esos viejos ejemplares del museo y, finalmente, consiguieron localizar uno de los cuatro grupos en los que se reparten los escasos langures de Popa: las estimaciones más pesimistas calculan que pueden quedar unos doscientos individuos, sometidos a diversas amenazas, así que quizá este encuentro se convierta en un lamentable 'hola y adiós'.
Los archivos de los museos esconden sorpresas. Por ejemplo, los descubridores de una nueva 'salamandra gusano' quisieron compararla con especímenes similares y acudieron también al Museo de Historia Natural, donde se dieron cuenta de que uno de los ejemplares de la colección pertenecía a otra especie sin describir, bautizada ahora como 'Oedipina ecuatoriana'. Claro que, de todas las incorporaciones de 2020, la más improbable es seguramente la del 'Pseudoacanthocephalus goodmani', un gusano que parasita a los anfibios, ya que el itinerario que siguió hasta situarse bajo la mirada de los científicos no pudo ser más rocambolesco. Una hembra de sapo gutural se coló en el equipaje de un turista durante una estancia en Mauricio y acabó volando hasta Cambridge, donde sobrevivió a un ciclo de lavadora. Su anfitrión la descubrió entonces entre la ropa (estaría reluciente) y la entregó a un centro de protección de anfibios y reptiles, donde la sapita defecó. Y en fin... ¡ahí estaban los gusanos!
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