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Seis imágenes de John Stapp durante una de las pruebas.
El hombre más rápido de la Tierra y otros científicos lanzados
¿Sabías que...?

El hombre más rápido de la Tierra y otros científicos lanzados

Desde tiros de revólver en el pecho hasta chupitos de helicobácter, algunos pioneros no han tenido más remedio que experimentar consigo mismos: he aquí cuatro casos que no acabaron en desastre

Domingo, 5 de septiembre 2021, 00:14

La bala y la seda

El oficio de inventor o científico puede parecer una cosa reposada, tranquila, sin grandes emociones, pero hay ocasiones en las que un pionero no tiene más remedio que utilizarse a sí mismo como sujeto experimental. Fue el caso, por ejemplo, del sacerdote resurreccionista polaco Casimir Zeglen, inventor de un chaleco antibalas confeccionado de seda. A Zeglen, el asesinato del alcalde de Chicago en 1893 le pilló en la ciudad estadounidense y le impresionó tanto que marcó su vida: se centró en desarrollar un tejido que soportase el impacto de las balas. Su proyecto se hizo famoso y varios voluntarios se ofrecieron a ponerlo a prueba recibiendo un disparo, pero el religioso no quería exponerse a que otro sufriese daño por su culpa: el 10 de julio de 1897, después de ensayos con tablas de madera, animales y cadáveres humanos, Zeglen se sometió a cuatro balazos de revólveres de distintos calibres, todos ellos en el pecho. El sonriente inventor explicó que los impactos le habían producido «una sensación punzante transitoria» o «algo parecido a que alguien le hincase los nudillos». En realidad, debería haber recibido cinco, pero un médico que estaba presente en la demostración se empeñó en relevarlo para saber lo que se sentía.

Los ojos inundados de sangre

Al coronel John Stapp resulta difícil resumirlo en un párrafo: médico y oficial de la fuerza aérea estadounidense, estaba a cargo de unos estudios sobre el efecto de la aceleración y la deceleración en el cuerpo humano. Las pruebas (en un vehículo propulsado por cohetes que circulaba sobre raíles de tren) se hacían al principio con maniquíes, los clásicos 'dummies', pero Stapp decidió que resultarían mucho más concluyentes si se sometía él mismo al experimento: en decenas de 'tests' realizados en los años 40 y 50, se fracturó un par de veces la muñeca (sus compañeros dicen que se la recolocaba él mismo de camino al despacho), se rompió costillas, perdió empastes y sufrió espeluznantes pérdidas temporales de visión, con los ojos rojos de sangre. Alcanzó los 1.017 kilómetros por hora, lo que le valió el apodo de 'hombre más rápido de la Tierra', y también participó en experimentos de vuelo con la cabina descubierta, en los que llegó a los 920 kilómetros por hora. En la vida cotidiana le debemos dos aportaciones importantes: el impulso a los cinturones de seguridad en los coches y la Ley de Murphy, la de «si algo puede salir mal, saldrá mal», a la que al parecer dio su formulación clásica a partir de las palabras de un ingeniero que se apellidaba así.

Al décimo día, lo contó por fin en casa

El investigador australiano Barry Marshall y su colega Robin Warren, con quien acabó compartiendo el premio Nobel, se toparon con el escepticismo y el rechazo de la comunidad académica: ellos defendían el origen bacteriano de las úlceras de estómago, frente a la doctrina imperante que las atribuía al estrés y la comida picante. Tras chocar varias veces contra el desdén de sus colegas, harto de contemplar el sufrimiento de enfermos que podían ser tratados perfectamente con antibióticos, Marshall recogió 'Helicobacter pylori' de un paciente y se la tomó en una solución líquida con extracto de carne, pensando que sus efectos serían lentos. Pero no:a los tres días, empezó a sentir náuseas y presentar halitosis; a partir de los cinco, vómitos; al octavo, le hicieron una endoscopia que mostró que sufría gastritis y que su estómago estaba colonizado por la bacteria. Y, a los diez días, se lo contó por fin a su esposa: «Debería haber grabado su reacción –declaró años después a 'Discover'–, pero quedó claro que quería que detuviese el experimento y tomase antibióticos. Estaba paranoica y temía que todos acabásemos con úlcera y cáncer». Los periódicos rebautizaron a Marshall como «el doctor Conejillo de Indias».

Dos viajes en uno

Este recuento no debe concluir sin una mención al celebrado 'Día de la Bicicleta', el 19 de abril de 1943, cuando el químico suizo Albert Hofmann decidió ingerir 250 microgramos de la sustancia que había sintetizado, la dietilamida de ácido lisérgico, más conocida hoy como LSD. Aquel 'viaje' inaugural arrancó con sensaciones terroríficas, durante el famoso itinerario en bici hacia su casa, pero finalmente Hofmann disfrutó de «colores sin precedentes», «juegos de formas» e «imágenes caleidoscópicas y fantásticas», una experiencia bastante más grata que la de Marshall con la helicobácter.

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