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Manuel Tello
Domingo, 10 de octubre 2021, 00:21
Las auroras boreales están presentes en muchas leyendas antiguas del norte de Europa. Van desde las que hablan de los espíritus jugando a la pelota con una cabeza de morsa, hasta las que dicen que son la luz reflejada en la armadura de las valquirias (doncellas sobrenaturales).
El nombre procede del siglo XVII y está asociado con Aurora y Bóreas. Aurora, que es la palabra latina para el amanecer, hace referencia a la diosa romana Aurora. Bóreas, es el nombre griego para el dios del viento del norte. Hay cuatro tipos de auroras. Las más comunes son aquellas en las que se producen ondulaciones como en una cortina. Están las de arco, similares a un arcoíris monocolor. Las de corona, que se asemejan a una corona debido a los rayos divergentes de la luz, y la menos usual, la difusa, difícil de detectar a simple vista. Las auroras también se observan en el Polo Sur y se llaman auroras australes.
El primer paso para que se produzca una aurora boreal tiene que ver con el sol. El sol, mediante lo que se llama la eyección de masa coronal, emite partículas cargadas creando el viento solar de alta velocidad. Dicho de otra forma, las partículas cargadas que emite el sol son arrojadas por su rotación y escapan a través de agujeros en su campo magnético. Aunque las auroras boreales se producen todo el año, su espectacularidad es variable, debido a que la emisión solar de partículas cargadas no es constante. Unas veces es pausada, pero otras, debido a tormentas solares, la emisión se vuelve tumultuosa y de gran energía. En el período de las tormentas solares es cuando las auroras boreales son más intensas. Se ha predicho que la próxima tormenta solar se producirá en 2025. Un buen momento para ir a disfrutar de las auroras boreales.
El viento solar, formado por las partículas cargadas que, procedentes del sol, llegan a la parte superior de la atmósfera a velocidades que llegan a alcanzar los 72 millones de kilómetros por hora, es deflectado por el campo magnético de la tierra. Un escudo magnético que, entre otras cosas, nos libra de estas partículas. Sin embargo, a través de las líneas magnéticas del campo magnético de la tierra, una pequeñísima parte de estas partículas se dirigen hacia los dos polos. Estas, encima de ambos polos, colisionan con los átomos y moléculas que componen la atmósfera terrestre, dando lugar a destellos de luz coloreada. El color depende del átomo o molécula implicado en la colisión. Los colores dominantes son el azul y púrpura, producido por las moléculas de nitrógeno, y el verde y rojo, por las de oxigeno. Como la composición de la atmósfera varía con la altura, los colores de la aurora también cambian.
Debido a que el viento solar es permanente, las auroras se producen a lo largo de todo el día, todos los días del año. Sin embargo, por el ojo humano, solo pueden ser observadas por la noche. La hora óptima es la medianoche. Además, en el Polo Norte, debido a las condiciones climatológicas, los meses de febrero y marzo y los de septiembre y noviembre son los mejores para su observación.
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