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El Día de Pi
El sábado que viene estaremos en el mes 3 y el día 14, una combinación que automáticamente dispara fuegos artificiales en el interior de algunos cerebros matemáticos: se trata, efectivamente, del Día de Pi, la fiesta en honor de ese 3,1415926535897932384626 al que ... podríamos seguir añadiendo dígitos hasta llenar todos los periódicos del mundo. Pi, el resultado de dividir la longitud de una circunferencia por su diámetro, es un número irracional, es decir, tiene una secuencia de decimales que jamás se acaba ni se repite. El ser humano lleva milenios midiendo sus fuerzas con el reto de calcular cada vez más cifras, aun sabiendo que el esfuerzo nunca tendrá fin, y los ordenadores se han convertido en un aliado indispensable para seguir avanzando en el proceso. En 1958 se alcanzaron los 10.000 decimales. En 1961, los 100.000. En 1973, el millón. Nuestro conocimiento actual de pi va por los 31 billones de dígitos: lo consiguió (justamente el 14 de marzo del año pasado) la japonesa Emma Haruka Iwao, empleada de Google que se sirvió de la tecnología de la firma y la computación en la nube. Las máquinas tuvieron que trabajar durante 111 días, pero lograron mejorar el anterior récord en 9 billones de cifras. En efecto, todo esto produce cierto mareo, como si hubiésemos medido la circunferencia a base de darle cien mil vueltas.
Gimnasia intelectual
La mente humana no puede competir con las computadoras en este tipo de cálculos, pero tampoco es una herramienta desdeñable. El número pi ha dado lugar a una curiosa disciplina de gimnasia intelectual que consiste en memorizar la mayor cantidad posible de sus decimales. Durante diez años, el campeón mundial fue el chino Chao Lu, que en 2005 logró llegar sin tropiezos hasta los 67.980 dígitos. En realidad, se había aprendido más de 90.000, pero se equivocó en la 67.981ª cifra, al cabo de veinticuatro horas y cuatro minutos recitando números, y dijo un cinco en lugar de un cero. En 2015, lo relevó en la categoría correspondiente del libro Guinness el estudiante indio Rajveer Meena, que alcanzó los 70.000 decimales. Lo hizo con los ojos vendados y a un ritmo mucho más vivo que su antecesor, puesto que 'solo' tardó nueve horas y seis minutos. Dice Rajveer que, con esta práctica, aspira a desarrollar su paciencia y su confianza en sí mismo, además de mostrar su talento al mundo. El mundillo de los memorizadores de pi cuenta, además, con una atractiva figura que prefiere mantenerse al margen de certificados oficiales: es el japonés Akira Haraguchi, que afronta la tarea como una suerte de misticismo budista y asegura haber rebasado la frontera de los cien mil dígitos.
Un recurso mnemotécnico
El 'pilish' nació como un recurso mnemotécnico para recordar decimales de pi. Consiste en escribir un texto en el que la primera palabra tenga tres letras; la segunda, una; la tercera, cuatro; la cuarta, una; la quinta, cinco... Es decir, 3,1415..., ¿se entiende, verdad? «Voy a amar a todos», por ejemplo. Hacer un apaño con las primeras cinco cifras resulta muy sencillo, pero más allá el pasatiempo empieza a volverse un poco desesperante. Y, sin embargo, hay un ser portentoso llamado Mike Keith que perseveró y extendió su texto en 'pilish' hasta las diez mil palabras.
Matemáticas sexuales
Por puro azar, lo de «voy a amar a todos» nos sirve de introducción para este último párrafo, donde las únicas matemáticas son las sexuales. La letra griega pi simboliza el poliamor, es decir, las relaciones entre varias personas con el conocimiento y consentimiento de todas ellas. La bandera del orgullo poliamoroso tiene tres franjas (azul, roja y negra) con una pi dorada en el centro.
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