Colores y efectos en el ocaso del sol

Veamos, en primer lugar, el color. Al mediodía la luz del sol nos llega perpendicular pero, en el ocaso, la luz llega tangencialmente, recorre un camino más largo (un 30% más), es más absorbida por la atmósfera y llega menos intensa. Pero, por favor, no se les ocurra mirar al sol con prismáticos. Además, al atravesar la atmósfera la luz del sol es dispersada. Cuando llega vertical el recorrido es suficiente para dispersar casi todo el azul y un poco los colores que le siguen. En el ocaso, con el recorrido más largo, llega a dispersar completamente hasta el amarillo y, a nuestro ojo, nos llegan los dos colores que quedan, naranja y rojo. Estos efectos se incrementan con los contaminantes que contribuyen a puestas de sol espectaculares, pero a serios problemas ambientales.

Un segundo efecto es que nuestra estrella, en su ocaso, pierde su esfericidad. Es un efecto óptico. En el horizonte, la refracción hace que veamos el sol más elevado de lo que realmente está. Una especie de espejismo. Por eso, cuando vemos a la parte baja del sol tocar el horizonte, realmente un casquete de la esfera ya está oculto. En este efecto óptico, la parte inferior se eleva más que la parte superior. Por ello, el resultado final es el de una esfera achantada por la parte inferior y ligeramente apuntada por la superior. Estas distorsiones se modifican con una inversión térmica o una gran superficie caliente. Esto ocurre cuando el ocaso se produce en un lago o en el mar, si el agua está más caliente que el aire que está encima.

Un tercer efecto en la puesta de sol es el famoso rayo verde, aunque puede ser de otros colores. Es un destello que en condiciones favorables solo dura uno o dos segundos. Hay tres versiones. La más común es un fragmento verde que aparece en la parte superior del sol con el resto rojo intenso. Debido a que el tamaño del fragmento verde queda por debajo de la resolución óptica de la visión, salvo en situaciones excepcionales, su observación necesita de un instrumento óptico. Otra versión, cuando la última porción visible del sol poniente se vuelve verde. Este se puede ver a simple vista. Por último el rayo verde propiamente dicho, poco frecuente, aparece como una gota aplastada de color esmeralda en la superficie del mar en el horizonte.