Si les preguntamos, la mayoría de las personas con perro se mostrarán convencidas de que conviven con un animal la mar de espabilado. Tampoco es que vayan por ahí presumiendo de tener como amigo a un Einstein cuadrúpedo y aún más melenudo que el original, pero a lo mejor la mascota ha aprendido a saludar con la patita, a dar la voltereta, a hacerse el muerto... ¡Y hay que ver cómo te mira, si es que parece que te entiende! Ciertamente, medir la inteligencia de los animales no constituye una tarea fácil, pero sí tiene una vertiente en la que unos perros sacan una tremenda ventaja a otros. Tanta, que nos permite hablar de 'genios caninos': se trata de la capacidad de recordar y reconocer palabras del lenguaje humano. No ya órdenes sencillas, esos imperativos monosilábicos que acata todo perro bien adiestrado, sino unas cuantas decenas de nombres de objetos, hasta el punto de identificarlos cuando se les piden. Si un perro hace eso, los dueños ya pueden empezar a chulearse por ahí con cierta legitimidad.
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Los etólogos –es decir, los científicos especializados en el comportamiento de los animales– han documentado casos muy notables de esa capacidad. El más conocido seguramente sea Rico, un border collie de Alemania que aprendió los nombres de doscientos juguetes y superó el correspondiente examen de los expertos del Instituto Max Planck. Hace nueve años, un profesor estadounidense publicó un estudio sobre su propia perra, Chaser, también una border collie, a la que había sometido a un entrenamiento intensivo durante tres años: según aseguraba, Chaser llegó a adquirir un vocabulario de más de mil nombres de juguetes y, además, era capaz de realizar con ellos la acción que se le ordenaba (traerlos, tocarlos con el hocico o con la pata...) y de categorizarlos (identificar, por ejemplo, cuáles eran pelotas). Y en esta lista también hay que citar a Bailey, un Yorkshire terrier que, sin necesidad de tanta dedicación por parte de sus dueños, logró superar el centenar de palabras.
Ahora, un equipo de la universidad húngara de Eötvös Loránd (conocida como la ELTE) ha puesto en marcha el Genius Dog Challenge, es decir, el desafío del perro genial, una investigación 'disfrazada' de concurso que les permitirá dar con más ejemplares destacados en este terreno. «Hay muchos tipos de inteligencia. Entre las personas, algunos son buenos con las matemáticas, otros son músicos o artistas excepcionales... En los animales no sabemos si existen esas actuaciones extraordinarias, pero los que participan en este desafío demuestran un talento especial en un área concreta. Esperamos que examinar su comportamiento y poner a prueba su aprendizaje nos permita entender con más profundidad la manifestación de esta inteligencia y la manera de medirla», explica Shany Dror, una de los responsables del estudio. Durante dos años y medio, aprovechando el alcance global que brindan las redes, los profesores de la ELTE se han dedicado a localizar perros 'verbales' y ponerlos a prueba, hasta acabar cerrando el foco sobre seis finalistas: Whisky (de Noruega), Nalani (de Holanda), Gaia (de Brasil), Max (de Hungría), Squall (de Estados Unidos) y el español Rico (que es tocayo de aquel referente alemán y vive con sus dueños en Torrelodones, en la Comunidad de Madrid).
Al contemplar las fotos de estos seis perros brillantes, llama la atención un detalle insoslayable: todos son border collies. ¿Por qué? «No lo sabemos –admite Dror–. La capacidad de reconocer juguetes por sus nombres se ha documentado también en unos pocos perros de otras razas, pero parece ser más común entre los border collies, aunque también constituya una rareza entre ellos. Los border collies fueron criados como perros de trabajo, con aguante para correr por un terreno montañoso durante todo el día, controlando a las ovejas. A causa de esto, son perros muy enérgicos y a menudo muy sensibles. En la actualidad, la mayoría de los propietarios de un border collie suelen verse en apuros para satisfacer sus necesidades físicas y mentales: son una mascota maravillosa pero, si no reciben el trato adecuado, pueden desarrollar serios problemas de comportamiento», comenta la experta. Los seis finalistas se enfrentan de dos en dos en pruebas de reconocimiento de juguetes que se transmiten en directo por internet, a través de los perfiles de Genius Dog Challenge en Facebook y YouTube: esta misma tarde, a las siete, Rico se batirá en duelo con la mortífera Whisky, una lumbrera que ya identificaba por sus nombres un centenar de juguetes antes de iniciar el desafío.
Para lograr la igualdad de condiciones, los organizadores han enviado a cada casa dos cajas con juguetes nuevos para los perros. En la primera fase, dispusieron de seis días para aprenderse los nombres de otros tantos muñecos. En la segunda, que arranca hoy, han tenido el mismo plazo para memorizar doce. «¡A mí me siguen sorprendiendo! –se entusiasma Dror–. Llevo dos años y medio estudiando este asunto y, en este tiempo, he pasado muchísimas horas mirando vídeos de perros que buscan y eligen juguetes. ¡A menudo he tenido que hacerlo fotograma a fotograma! Y, aunque puede ser un trabajo tedioso, todavía me asombra cada vez que veo cómo se las arreglan para identificar el objeto correcto. Creo que la velocidad a la que aprenden y el entusiasmo que demuestran nunca dejarán de sorprenderme». En cuanto los dueños les piden el juguete que les indican desde Budapest, los perros salen zumbando hacia otra habitación, donde el muñeco en cuestión está mezclado con otros en un confuso montón, y a menudo la selección es inmediata, sin atisbo de duda.
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Más allá de la honrilla (y a ver quién aguanta luego al propietario del perro más listo), lo importante es que este experimento comparativo puede resultar iluminador acerca de la manera en que funciona el cerebro canino... y también acerca de los orígenes de la capacidad humana para el lenguaje. «La ciencia avanza a pasos muy pequeños. Si encontramos la mínima similitud entre la manera en que los perros y las personas aprendemos el significado de las palabras, eso nos brindaría una indicación sobre el origen evolutivo de nuestro lenguaje. Lo hemos presentado como un desafío para que resulte más entretenido, más divertido, pero todos los perros que participan poseen un talento excepcional y no esperamos encontrar diferencias significativas entre sus logros. El reto es una pequeña parte de un proyecto de investigación que se centra en comprender la percepción del lenguaje por parte de estos animales. Esperamos dar con más ejemplares extraordinarios y animamos a los dueños de perros que reconozcan los nombres de múltiples objetos a que se pongan en contacto con nosotros». Así que ya saben: si, más allá de dar la patita con mucha gracia, su mascota demuestra una viveza inusual al traer las cosas que le piden, hay unos científicos en Hungría que están deseando que se lo cuente.
Durante mucho tiempo, las habilidades de Rico no pasaron de ser una curiosidad muy celebrada por sus amigos humanos. Este border collie de 4 años, nacido en la localidad palentina de Paredes de Nava y residente en Torrelodones (Madrid), dominó muy pronto esos trucos tontuelos que tanto aplaudimos las personas, como dar la voltereta cuando se lo ordenaban. «Nos hacía mucha gracia lo rápido que aprendía. Empezamos a comprar juguetes y, al lanzárselos, le decíamos el nombre: oso, jirafa, jabalí... A la gente que venía a casa le llamaba mucho la atención cuando le pedías un juguete y lo traía. Ahora debe de saberse unos 45», explica su dueña, Sara Infante. Los padres de Rico son los perros de su hermano, allá en Palencia: Timón («muy listo, a lo mejor más que él») y Fuga («muy terca»). «Pero mi hermano no tiene tiempo de estar enseñándoles», aclara.
Sara y su pareja, el granadino Jorge, se enteraron del Genius Dog Challenge por un vecino. «Les dijimos que teníamos un perro muy listo y nos contestaron que ellos habían visto muchos perros muy listos –se ríe–. En plena pandemia, le hicieron pruebas por internet, pidiéndole objetos, y aquí estamos». Los últimos días han sido de entrenamiento con los muñecos que han enviado los organizadores: «No es complicado: se los lanzamos y le decimos el nombre. Donkey, Box, Duck... A la segunda o la cuarta, ya se lo sabe. A mí me sorprende que recuerde juguetes que aprendió hace años». Esta tarde, competirá con la noruega Whisky («una flecha que no duda ni un momento») y Sara se lo toma más en serio de lo que esperaba: «Tenemos la presión de que ahora no sea el más tonto de los listos».
El Genius Dog Challenge es una iniciativa de Family Dog Project, un grupo de investigación de la ELTE que funciona desde 1994 y que ha dado lugar a más de cien publicaciones científicas sobre la inteligencia y el comportamiento de los perros y su relación con los seres humanos. Al frente del desafío están Adam Miklosi, Claudia Fugazza y Shany Dror.
Cada miércoles, a las siete de la tarde, compiten dos de los perros finalistas y su 'duelo' se transmite por internet, a través de los perfiles de Genius Dog Challenge en YouTube y Facebook. Esta tarde, arranca la segunda fase con el enfrentamiento del español Rico y la noruega Whisky.
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