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¿Qué es lo primero que se le viene a la cabeza cuando piensa en un ambidiestro? La definición teórica se refiere a «una persona que usa con la misma habilidad las extremidades de los dos lados de su cuerpo», una especie de 'superpoder' que ... le permite escribir con ambas manos sin ninguna dificultad o chutar un balón con idéntica pericia, tanto con la pierna diestra como con la zurda. Pero la realidad es otra. «La ambidextría de nacimiento no es ninguna ventaja, puesto que se trata de una lateralización mal asentada. En otras palabras, lo que pasa en el cerebro de un ambidiestro (apenas el 3% de la población) es que no ha llegado a desarrollar una dominación completa por la mano derecha o la izquierda. Es como si se quedase en tierra de nadie», explica gráficamente Fabiola García Vaz, portavoz de la Sección de Neuropsicología de la Sociedad Española de Neurología (SEN).
Y la falta de esta especialización cerebral por uno de los dos lados se traduce en muchos casos en problemas de orientación espacial, dificultades en la lectoescritura e incluso de lenguaje. «Por eso, lo que en teoría puede parecer una ventaja, en realidad no lo es tanto. Nuestro cerebro está dividido en hemisferios y aunque ambos trabajan de manera coordinada, cada uno de los lados se ocupa de un área concreta (lateralidad). Mientras el hemisferio izquierdo se encarga básicamente de procesar la información verbal, la comunicación o la escritura, el derecho se ocupa de la orientación espacial, entre otros aspectos. De ahí la importancia de que los niños desarrollen una adecuada especialización cerebral, independientemente de que sea por el lado derecho o el izquierdo», precisa la especialista.
–¿A partir de qué edad se manifiesta nuestro lado dominante?
Según explica el neurólogo Pablo Eguía, esta lateralidad comienza a ser evidente sobre los 5 años y a los 6 o 7 prácticamente queda establecida. «En los niños pequeños podremos empezar a darnos cuenta al verlos chutar la pelota o fijarnos con que mano dibujan», señala el vocal de la SEN. En cualquier caso, desde el punto de vista de la neuropsicología, «se puede trabajar –y además con éxito– para ayudar a un niño a terminar de definir su lado dominante de una manera natural», apunta García Vaz. «En la fase de lectoescritura es frecuente y normal que un niño confunda la 'p' con la 'q' o que lea 'al' en lugar de 'la' sea diestro o zurdo. Las alarmas saltan cuando lo sigue haciendo una vez superada esa etapa de aprendizaje».
Los últimos estudios señalan que «el cerebro de un ambidiestro funciona algunas veces de una manera similar a la de un zurdo, lo que ocurre es que no termina de completar esta lateralidad», precisan los expertos. Un dato: los niños tienen más posibilidades de usar la mano izquierda (12%) que las niñas (8%). ¿La razón? «Se ha intentado relacionar con aspectos genéticos, hormonales, patológicos, etc., tanto que haya personas diestras y zurdas como que haya más varones que dominan las extremidades izquierdas, pero lo cierto es que a día de hoy se desconoce el porqué», admite Pablo Eguía.
Lo que no se debe hacer en ningún caso es obligar a un zurdo a escribir con la derecha y viceversa. La Asociación Profesional de Pedagogos y Psicopedagogos advierte de que cambiar la preferencia manual de un niño tiene consecuencias en su aprendizaje, ya que es «contrario a su naturaleza», una afirmación que comparte la SEN al considerar que, aunque modificar el lado dominante no cause alteraciones importantes en el niño, somete al menor a un «trastorno permanente». «El predominio funcional de un lado sobre el otro no quiere decir que no existan habilidades en el lado no dominante. Sin duda, un niño diestro puede aprender a escribir con la mano izquierda y al contrario si se le enseña a edades tempranas, pero no es recomendable», apunta Eguía.
Si de niño, la ambidextría puede suponer una dificultad añadida en el aprendizaje, el dominio de las extremidades de ambos lados en la etapa adulta «es una cuestión de entrenamiento», puntualiza la neuropsicóloga Fabiola García. Y pone un par de ejemplos. «Un pianista va a necesitar desarrollar destreza en las dos manos para poder tocar el piano, al margen de que en su vida cotidian sea diestro o zurdo. ¿Y cómo lo consigue? Ensayando, no hay otra. En este caso sí que podemos hablar de una especie de 'superpoder' entre comillas».
El otro caso es el de personas a las que no les ha quedado otro remedio que aprender a usar la extremidad contraria. «Aunque es cierto que resulta más fácil adquirir habilidades cuanto más jóven se sea, los adultos también somos capaces de hacerlo. Aquellas personas que han tenido algún tipo de accidente y que se han visto obligados a dejar de utilizar la mano dominante, pueden tardar más o menos, pero terminarán aprendiendo a utilizar la otra mano para realizar todo tipo de tareas», coinciden ambos expertos.
Hay muchas personas que se consideran a sí mismas ambidiestras, pero en realidad lo que son es lo que especialistas denominan zurdos contrariados. Es decir, personas –la mayoría mayores de 40 años– cuyo lado dominante de nacimiento es el izquierdo, pero que aprendieron a usar el derecho por obligación. «Hace años en muchas escuelas se prohibía a los niños escribir con la izquierda y a los alumnos zurdos no les quedaba más remedio que aprender a hacerlo con la derecha», explica la neuropsicóloga Fabiola García Vaz. Es el caso de Ramón Varela, de 63 años. Cuando aprendió a escribir no le dieron opción. «Todos el mundo tenía que escribir con la derecha y nadie lo cuestionaba. Ni los profesores, ni los padres», recuerda. Ahora bien, cuando jugaba con sus amigos al fútbol en el recreo siempre chutaba con la izquierda o cuando devuelve la bola con una raqueta. «Es mi lado natural para todo lo que no sea escribir, aunque me defiendo bastante bien con los dos lados», admite.
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