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Hace catorce años, cuando Triodos Bank abrió sus puertas en Barcelona, los primeros clientes llegaban eufóricos demandando préstamos sin intereses o, en una manifestación de optimismo naif, esperando que les obsequiaran con dinero, directamente, sin contraprestación alguna. Esta entidad financiera pertenece a la llamada banca ética, pero «somos un banco, no una ONG», aclara Isabel Sánchez Torres, directora de la red comercial. Y enseguida añade: «A veces, los profesionales olvidamos que los fondos se depositan, no se dan, no son nuestros y ello supone una responsabilidad añadida».
Hay denominaciones que parece cargarlas el diablo. ¿Banca ética? ¿Es que el resto no lo es? «No necesariamente, el término no responde a criterios morales, no hablamos de buenos y malos», especifica Juan Garibi, responsable de Desarrollo y Estrategia de Fiare, otra de las grandes del sector y surgida en 2003. La transparencia, la no vulneración de derechos humanos, y la apuesta por la sostenibilidad y las energías renovables, son algunos de los principios que rigen la actividad de estas entidades. Pero, ¿hasta dónde llega la virtud? «Es posible intentar llegar al máximo dentro de unas reglas de juego impuestas por los bancos centrales. Hay cosas que no se pueden cambiar, pero podemos establecer una filosofía que, por ejemplo, rechace el ánimo especulativo».
En la manera de funcionar de los bancos que se agrupan bajo este paraguas de la banca ética hay dos modos de hacer: «Los del norte de Europa se destacan por su apoyo al sector medioambiental y no dan tanta importancia a la forma de gobierno, sino en qué se invierte; mientras que otras, sobre todo radicadas en el sur del continente, establecen su enfoque en la implicación del cliente en la estructura de funcionamiento», diferencia Garibi.
La evolución experimentada las ha extraído desde una posición marginal, y conducido al mercado bancario en condiciones de igualdad. «Yo diría que hemos pasado de ejercer fundamentalmente tareas de sensibilidad, a presentar productos simbólicos, crear pequeñas entidades y crecer estableciendo redes y una oferta completa».
La crisis del 2008 y el consiguiente descrédito sufrido por el sector bancario influyeron en su crecimiento. «Las consecuencias fueron dispares», arguye. «Por un lado, llegó gente desilusionada con la banca comercial, y, por otro, no eran individuos que habían reflexionado sobre la naturaleza de este sector. Es decir, no participamos en desahucios ni damos hipotecas al 100%, pero tenemos que cobrar por nuestros servicios. Banca ética no quiere decir gratis, sino que buscamos el beneficio comunitario».
Triodos gestiona más de 2.000 millones de euros, cuenta con 180.000 clientes y ha impulsado la Alianza Global para una Banca con Valores, con 36 miembros repartidos por todo el mundo. La financiación de la entidad se dirige hacia el medioambiente, el ámbito social y el mundo cultural. «Todos queremos crecer, pero vamos despacio porque hemos de mantener nuestros principios», confiesa Sánchez Torres. «El objetivo no son los números».
Las prestaciones son las mismas que en el resto de la banca, con una cuenta corriente y tarjeta de crédito. «Somos blancos perfectamente operativos. Cuando escalas, ofreces más, pero necesitas clientes, es un pez que se muerde la cola». La visibilidad era un condicionante que parece despejarse. «Se nos achacaba que no teníamos suficientes oficinas, pero ahora, el cliente no las necesita».
Los usuarios de la banca ética son diversos. A los primeros impulsores, individuos comprometidos con recursos ahorrados, se han sumado fundaciones con patrimonio, congregaciones religiosas, empresas sociales y también hay entre sus clientes administraciones públicas.
En el camino se han dejado algunos tópicos. «No es cierto que acumulemos préstamos fallidos, al contrario, nuestro ratio es de un 1%, muy inferior al habitual del mercado en España», advierte el representante de Fiare y señala que no trabajan en la promoción inmobiliaria y los créditos al consumo, nichos donde abundan los impagos. «Lo que ocurre es que se mezclan microcréditos y banca ética, y se trata de conceptos diferentes».
El futuro se presenta razonablemente positivo. «Ni aumentamos tanto en épocas de bonanza ni nos hundimos en etapas de recesión», aduce; y explica que esta oscilación inferior se debe a que no invierten en sectores tractores especulativos. Pero mantiene la esperanza de un mayor desarrollo. «Creemos en la biodiversidad financiera y en nuestro crecimiento».
El cambio también es posible para Isabel Sánchez Torres. «La opinión pública va a pedir más porque se ha dado cuenta de que la optimización de la inversión no se reduce a cifras, a evaluar el riesgo y la rentabilidad, y las finanzas éticas siempre han mantenido ese mensaje», alega.
«El impacto del dinero no puede ser sólo cuantitativo, se expande la conciencia de que otra manera de invertir es posible y vamos a pedir más».
La desaparición de las nubes de contaminación o la importancia de las tiendas de barrio han desvelado, en estos tiempos de pandemia, que otro mundo es posible. La banca ética ha aprovechado la crisis que sufrimos a nivel global para recordar que este modelo que manteníamos no es viable. A juicio de Juan Garibi, responsable de Desarrollo y Estrategia de Fiare, es el momento de construir otra sociedad con un sentido diferente, basada en la economía local y la sostenibilidad. «El beneficio es un medio, no el fin, para hacer la transacción», argumenta. Y señala que, además de divulgar este mensaje, Fiare también ha tomado medidas para paliar el impacto económico tales como establecer una moratoria específica, rechazar los desahucios o establecer líneas de préstamo rápido para empresas y autónomos que trabajan con la Administración Pública.
La necesidad de repensar nuestro mundo es también el propósito de 'Reset The Economy', campaña de Triodos Bank impulsada durante el confinamiento, y que propugna un entorno más saludable y relaciones humanas de calidad frente a un criterio basado exclusivamente en el beneficio y el crecimiento. «Hay que invertir de otra manera, con miras más ambiciosas que las que indica el Producto Interior Bruto», alega Sánchez Torres. «El objetivo es un mundo más inclusivo y sostenible. No podemos olvidar que no hay planeta B».
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Abel Verano, Lidia Carvajal y Lidia Carvajal
Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
José A. González y Álex Sánchez
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