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¿Por qué nos fascina la figura del bandolero?

¿Por qué nos fascina la figura del bandolero?

El éxito de la serie 'Libertad' da el relevo a 'Curro Jiménez' y recupera  (y revisa) la figura del ladrón de chaquetilla, faja y trabuco

Sábado, 1 de mayo 2021, 00:04

Un cuerpo en mitad del camino, tal vez un caballo desplomado o unos troncos entrecruzados, detienen la carroza. El espectador se pregunta por qué los cocheros se apean y pretenden socorrer al herido o retirar los maderos, si resulta evidente que se trata de una trampa y que, tan pronto como se acerquen al bulto, el presunto cadáver se alzará ágilmente y los apuntará con el trabuco. Además, justo entonces, aparece una cuadrilla de jinetes que les cortará la retirada.

En la televisión y el cine, el jefe de los emboscados suele ser el más apuesto y mejor vestido, la cabeza cubierta con pañuelo y sombrero, luciendo chaqueta de tipo marsellés, con rica pasamanería, faja y calzones. Con modales exquisitos, sustraerá el sello al obispo, las joyas a las viajeras y el reloj de leontina a su amedrentado acompañante.

Posiblemente, la imagen colectiva del bandolero está asociada a Sancho Gracia, el protagonista de la exitosa serie 'Curro Jiménez'. Pero incluso la delincuencia histórica se reinterpreta en términos de equidad y 'Libertad', el nuevo proyecto televisivo que emite Movistar+, cuenta con una bandolera recia, Lucía La Llanera, interpretada por la cantante Bebe.

A raíz de esta revisión feminista de aquella delincuencia histórica planteamos diversos tópicos sobre el fenómeno a Enrique Martínez Ruiz, catedrático de Historia Moderna y autor de 'El bandolerismo español' (editorial Catarata).

Aquellos ladrones decimonónicos

Si pensábamos que se trataba de un hecho del siglo XIX, cuando España era una reserva de exotismo para el resto de Europa, estábamos equivocados. «Hay crónicas de la época romana que hablan de bandas que practicaban el latrocinio de ganado», explica el historiador. Pero sí que es cierto que se convirtió en un hecho frecuente a finales del XVIII y en la centuria siguiente como consecuencia de la existencia de profundos desequilibrios sociales.

El peligro de Ronda y Sierra Morena

No, el fenómeno no era privativo de Andalucía y ni siquiera es una lacra nacional porque también la sufrieron en Italia y Grecia. Los asaltadores se encontraban en los caminos de toda la Península, con la excepción del País Vasco. Aún hoy mantiene su presencia en Asia, África y Latinoamérica. «Se trata de un fenómeno universal con manifestaciones específicas».

Una leyenda francesa

El imaginario asociado a una Andalucía de hombres montaraces y mujeres apasionadas está asociado a la divulgación por escritores románticos de mitos e historias que escucharon durante su viaje por el territorio. Entre otros, destacan el escritor Jean-Charles Davillier y el pintor francés Gustave Dorém, que elaboró y difundió esa imagen sofisticada asociada a hábitos de vestir del ámbito rural y otro tiempo.

Bandoleros de bella estampa

El salteador que lidera una cuadrilla, cuenta con amantes de cabello largo y faca en la liga, cuida su imagen y emplea una indumentaria 'ad hoc' con trajes con botones de oro, armas repujadas de oro y plata en la culata, y caballo ricamente enjaezado. No resulta un tópico. En realidad, su auge estuvo en los primeros años, entre los siglos XVIII y XIX, y la exaltación de la figura coincide con el auge del Romanticismo.

El fin de las emboscadas

La creación de la Guardia Civil en 1844, la mejora de los caminos, las desamortizaciones y la expansión del ferrocarril, provocan su decadencia. Ahora bien, lo transforman, no lo desarticulan. «La delincuencia entra en otra dinámica, más compleja», explica Martínez Ruiz. «Las bandas dan paso a organizaciones piramidales que tienen en la cumbre a personajes pudientes, caciques con prestigio social y económico, que saben dónde atacar y a quién». Por debajo están los caballistas, que realizan los golpes y los asaltos a propiedades, secuestran y torturan, y en un tercer escalón aparecen los cooperadores, generalmente miembros de la servidumbre, que indicaban el comportamiento de las víctimas o las características de las fincas que iban a ser saqueadas.

El síndrome de Robin Hood

El bandido generoso tiene su exponente real en Diego Corrientes (Utrera, 1757-Sevilla, 1781), un ladrón de caballos sin delitos de sangre que repartía parte de su botín con los pobres para ganarse el favor popular. Fue perseguido por el juez Francisco de Bruna, conocido en la capital hispalense como 'El Señor del Gran Poder'. El magistrado consiguió capturarlo y que lo ajusticiaran. «La leyenda de estos hombres solidarios tiene un punto de verdad y es que proporcionaban dinero a los capataces de los cortijos para que les dieran cobijo cuando lo precisaban o les advirtieran de la llegada a la zona de partidas del Ejército. Pero la existencia de recompensas también favorecía las delaciones».

El hombre detrás de Curro Jiménez

El Barquero de Cantillana es uno de los alias de Andrés López (Cantillana, 1819-Hacienda de Fuenteluenga, 1849), la inspiración para el personaje de Curro Jiménez. Al parecer, su padre tenía la concesión del paso del río Guadalquivir de aquella localidad, permiso que no pudo heredar cuando su progenitor falleció. Esa oposición del alcalde, otorgador del servicio, le incitó a echarse al monte y asaltar carruajes. «Su vida proporcionó el argumento de los primeros capítulos de la serie de TVE, pero su éxito propició nuevas entregas y se le hizo participar en la Guerra de la Independencia cuando el sujeto real tras la historia ni siquiera había nacido».

La influencia de Napoleón

Muchos bandoleros comenzaron sus aventuras como soldados regulares la lucha contra las tropas napoleónicas, pero abandonaron las filas y siguieron luchando al margen de las campañas. A menudo, cuando volvieron a su hogar, se encontraron con familias disueltas y propiedades arruinadas. «No pudieron regresar a la vida civil y se organiza lo que se llama bandolerismo de retorno, fenómeno habitual tras un conflicto bélico, y que también sucedió al final de las guerras carlistas», aduce.

Bebe, protagonista de la serie 'Libertad'.

Mujeres de armas tomar

El personaje de Lucía La Llanera no es una fantasía. «Hubo bandoleras, no demasiadas, y algunas alcanzaron renombre», indica el autor. Existe la leyenda de Isabel de Carvajal, conocida como 'La Serrana de la Vera', que asaltaba a quienes viajaban entre Plasencia y Trujillo. 'La Tuerta', otra bandolera, actuaba sola y vestía de hombre.

Ajusticiados y desmembrados

La pena capital no era el último castigo que se infligía al delincuente capturado. «Los juicios eran sumarios y la condena se conocía de antemano», indica el catedrático. «Lo normal era que se les condujera a la horca, mucho menos al garrote o la decapitación». Consumado la ejecución, lo habitual era que el cuerpo se desmembrara y que la cabeza se hirviera con aceite para conservarla mejor. «Los pedazos se colgaban públicamente en los lugares donde había cometido delitos. Lo hacían como elemento disuasorio».

El fin de un mito

No existe una fecha exacta para el fin del bandolerismo. Las transformaciones sociales y políticas en la Andalucía rural explican su disolución. La organización anarquista Mano Negra los reemplazó con fechorías similares que tenían como objetivos a los oligarcas. Entre los últimos representantes destacan personajes como Francisco Ríos González 'El Pernales' (Estepa, 1879-Villaverde de Guadalimar, 1907) y Juan Mingolla Gallardo 'Pasos Largos' (El Burgo, 1873-Sierra Blanquilla, 1934), ambos abatidos por la Benemérita. Aunque el perfil clásico desaparece durante la Restauración, hay perfiles que se asemejan en sus formas de vida. «El maquis de la posguerra era un bandolero para el bando nacional, mientras que para los opositores del franquismo defendía una postura política».

Las salteadoras reclaman su lugar

'Libertad' ha recuperado el espíritu de la mítica 'Curro Jiménez', una serie televisiva de éxito emitida a finales de los 70. Como entonces, hay bandidos, caballos, emboscadas y tiroteos. Pero las similitudes con las películas del Lejano Oeste no nos pueden incitar a una identificación aparentemente fácil. «Más que del western yo hablaría de la relación con el cine de aventuras, de ladrones, de Robin Hood y Dick Turpin, de personajes fuera de la ley como Billy el Niño o Jesse James, individuos reales que han alimentado la ficción», explica el crítico cinematográfico José María Aresté, director del magacine digital 'decine21' y autor de la reciente 'La guerra del streaming' (Ediciones Rialp).

La serranía andaluza de 'Libertad' tiene menos elementos folclóricos que su antecesora y dibuja espacios desnudos, agrestes y solitarios, donde algunos esqueletos permanecen al sol inclemente y la violencia es más directa y brutal. «Enrique Urbizu, el director, va en esa dirección del western de convertir al paisaje en un personaje más, aunque la verdadera novedad radica en subrayar la importancia de los personajes femeninos, en dotarles de protagonismo como corresponde al siglo XXI, y que en este tipo de cine aparecían raramente, con excepciones como Juana Calamidad».

No se puede hablar de un subgénero. A juicio de Aresté, no existe un cine propiamente de bandoleros, más allá de los títulos indiciados y algunos casos en torno a la invasión napoleónica. «No hay tantos elementos como para hablar de subgénero», advierte; y se refiere a «algunas cosas exóticas» alrededor de salteadores y gitanos. El problema radica en la marginación del siglo XIX español como un periodo atractivo para contar historias. «Es una centuria rica en acontecimientos y no se le ha sacado partido», lamenta, y no le falta la mención a los Episodios Nacionales de Benito Pérez Galdós.

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