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¿Podríamos garantizar que todos los artistas a los que admiramos son personas intachables? Por supuesto que no, ¿quién lo es? ¿Entonces qué esperamos de ellos? ¿Que incluso opinen como nosotros? Hace unas semanas, hubo un llamamiento al boicot de la serie 'Los favoritos de Midas', protagonizada por Luis Tosar y Willy Toledo precisamente por la participación de este último, basándose en sus opiniones políticas. Pero, como a veces sucede, el veto consiguió el efecto contrario: un éxito no solo de crítica sino también de audiencia.
Con Woody Allen, el malestar proviene de la denuncia por abuso sexual de una hija adoptiva que tiene con su ex mujer, Mia Farrow. Aunque no ha habido juicio ni condena, muchos de sus fans prometen no volver a ver una de sus películas, en EE UU le es difícil encontrar financiación y actores como Kate Winslet y Michael Caine no quieren trabajar más con él (otros le defienden). Aunque la acusación fuera real, ¿deberíamos sentirnos culpables por seguir riéndonos con 'Bananas' o 'Desmontando a Harry?
Hablamos de boicotear la obra por las circunstancias que rodean al artista o por las ideas que este expresa. Por el comportamiento del creador en su vida privada o, incluso, por los delitos o crímenes que haya podido cometer. Sobre este asunto opinan Rafael García Alonso, profesor contratado doctor en la Universidad Complutense de Madrid (que imparte, entre otras asignaturas, Sociología de la Cultura y el Arte), y Jordi Nomen, profesor de Filosofía de la Escola Sadako y autor del libro 'El niño filósofo'.
-¿Cualquier boicot al artista es censurable al suponer un ataque a la libertad de expresión?
-Rafael García Alonso: En el arte, son muy comunes dos prejuicios en torno al creador que vive para el arte y que produce en solitario: debe expresarse a sí mismo, expresar un mundo interior, y se da por supuesto que tiene una capacidad privilegiada de captar el mundo exterior y decir algo significativo sobre el mismo... Pero son profesionales que aspiran a vivir de su trabajo, afectado por altas dosis de inestabilidad económica, con lo que los boicots acentúan este aspecto. Por otro lado, el arte tiene la capacidad de concentrar en un espacio breve de tiempo y espacio formas de entender la realidad. A menudo, ellos ejercen estrategias de provocación, como cuando, en 1999, el escultor italiano Maurizio Cattelan presentó su obra 'La Nona Ora', en la que el papa Juan Pablo II era aplastado por un meteorito. Obtuvo un elevado rendimiento económico y ha sido reconocida por la estructura institucional del arte pese a que dentro de ella provoque rechazos. Cuando un artista ejerce su libertad de expresión y toma una posición estética o sociopolítica provocadora lo hace corriendo el riesgo de que otras personas o sectores se sientan molestos y estén dispuestos a defenderse contra lo que consideran una agresión. Es un acto de prepotencia actuar como el licenciado Vidriera de la novela ejemplar de Cervantes, que podía criticar lo que quisiera pero consideraba que no podía ser criticado.
-Jordi Nomen: Todos los derechos y libertades deben tener sus limitaciones porque si no, entrarían en colisión los derechos de unos con los de otros. Por otro lado, los derechos comportan deberes. Tengo el deber de respetar el derecho del otro para que podamos ejercerlo ambos. En mi opinión, la libertad de expresión halla su límite cuando se encuentra a la ley. Si aquello que voy a manifestar es contrario a la ley, podré no estar de acuerdo, pero debo acatarlo. Ahora bien, el límite ético de la libertad de expresión nunca debe estar exclusivamente en la percepción de quien siente el agravio por el ejercicio de esa libertad, pues si ése es el único criterio nos quedamos todos mudos, siempre habrá alguien que se sienta molesto. En ese caso debemos sopesar las circunstancias, las consecuencias, los medios, antes de decidir si debemos limitar esa libertad. No es lo mismo recriminar a alguien por lo que piensa que por sus actos. Toledo cree algo y opina sobre ello, ¿a quién perjudica, más allá de esa percepción subjetiva? No deberíamos boicotear la libertad de expresión de unas ideas mientras estas ideas no propongan la supresión de la propia libertad de expresión; en ese caso, sí. No podemos permitir la libertad de expresión de ideas intolerantes con el resto de ideas. Si la obra de arte promueve delinquir, la intolerancia y el odio, la discriminación y la violencia, entiendo que es legítimo boicotear esa obra de arte. En el caso de Allen, y más si no hay condena por medio, creo que moralmente debemos juzgar la obra y lo que promueve, no a la persona. Boicotear la persona implica prejuzgar que siempre se va a comportar igual, negarle el derecho a cambiar. Solemos juzgar ignorando las circunstancias que envuelven la creación, y ello, suele hacernos caer en prejuicio. No debemos generalizar, sino boicotear aquello que ha hecho. Ideas extremas
-Los boicots artísticos suelen nacer de sectores escorados a extremas posturas ideológicas.
-Jordi Nomen: Me parece lógico. ¿Quién teme a la libertad? Aquellos que no podrán prosperar si existe, aquellos que ganan cuando el arte queda domesticado a expresar las ideas que aquellos les interesan.
-Rafael García Alonso: Cuando los intelectuales, los artistas en particular, se ponen al servicio de determinadas posiciones sociopolíticas o ideológicas se exponen a generar simpatías o antipatías. Ofrecen su capital simbólico, es decir su capacidad de llamar la atención sobre tales o cuales temas. Lo pueden hacer a través de su práctica artística pero también con sus declaraciones. ¿En este caso están actuando como artistas o como simples ciudadanos? Si lo hacen como ciudadanos, ¿por qué merece la pena atender a su discurso? Pero si se les presta atención es en virtud de su figura pública. A veces ocurre en el ámbito deportivo. ¿Por qué tener en cuenta las opiniones del futbolista del Barcelona Gerard Piqué sobre la independencia de Cataluña? Cuanto más radical sea su posicionamiento, más probable es que generen simpatía o rechazo.
-Deberíamos poder disfrutar de una obra desligándola del artista que la ha creado?
-Rafael García Alonso: La tolerancia es una virtud cívica porque impulsa a atender a los argumentos de otros y, con ello, a cuestionarnos los propios. Sin embargo, quizá por la necesidad de sentirnos parte de un determinado grupo, lo que hacemos es prestar atención a las posiciones que refuerzan nuestros planteamientos. Tendemos a elegir no tanto lo más justo sino lo que más nos interesa por nuestras circunstancias. Podemos hacer el esfuerzo de atender a creaciones artísticas que defiendan posiciones distintas a las nuestras. ¿Somos capaces de disfrutar de una obra con independencia del talante o ideología de quien la ha realizado? ¿Podemos disfrutar, por ejemplo, del talento artístico de la cineasta Leni Riefensthal con independencia de su puesta al servicio del régimen nazi? ¿O del cineasta Sergei M. Eisenstein con independencia de su subordinación en muchos filmes al movimiento bolchevique?
-Jordi Nomen: El arte no convierte a su creador en buena persona. Si sólo pudiésemos disfrutar del arte de los creadores totalmente coherentes y éticos en todos y cada uno de sus pensamientos y actos, podríamos ir cerrando buena parte de las manifestaciones artísticas y clausurando parte de la Historia del Arte. De hecho, parece que se exige la total coherencia de los artistas. Si exigiésemos total coherencia a los seres humanos como criterio, estaríamos fijando una característica que no es propia del ser humano, que es falible, contradictorio. Es más, tenemos derecho a rectificar, a cambiar de opinión y también a mejorar.
Benito Pérez Galdós. El genial escritor fue candidato al Nobel en dos ocasiones (1912 y 1913), pero los sectores tradicionalistas le boicotearon (con recogida de firmas incluida y con decenas de artículos en los periódicos) por representar a la España más progresista, y se quedó sin el galardón en ambos casos.
Roscoe Conkling Arbuckle, 'Fatty'. El cómico del cine mudo fue juzgado en 1921 por el asesinato de la actriz Virginia Rappé. Fue absuelto, aunque es difícil saber lo que pasó aquella noche; si la violó, como dicen, con una botella, si murió por el peso del actor o por un aborto... Hordas de ciudadanos arrasaban los cines que emitían sus películas gritando 'Hay que linchar a Fatty'. La Iglesia le condenó y quedó relegado al ostracismo hasta su muerte, diez años después.
Farruquito. El bailaor fue condenado y pasó por la cárcel por haber atropellado y matado a un peatón en 2004 cuando conducía sin carné y al saltarse un semáforo en rojo. Tras cumplir condena, dice que Japón le tiene prohibida la entrada y que aquello le ha costado su carrera. Se promovió el boicot incluso a sus entrevistas posteriores en televisión. Hoy sigue bailando.
El compositor y cantante Albert Pla ha sufrido en propia carne el efecto de un boicot. Fue en 2013, cuando en el titular de una entrevista se leyó: «A mí me da asco ser español». Y a partir de ahí, el veto: «Mi manager decía que gracias por esas denuncias, que así no necesito promoción, son tan tontos del culo...», recuerda hoy. «Y es lamentable, pero bueno... He tenido muchas presiones, gente con líos para contratarme. Pero me ha parecido bien, porque yo también les boicotearía a ellos, les chaparía la boca y no les dejaría salir en la tele». Por culpa de aquello, le tacharon de antiespañolista y de independentista catalán, algo que ha dicho más de una vez que ni es ni deja de ser: «Yo seré de izquierdas, pero no me paso 24 horas siendo de izquierdas. A mí lo que me molesta es que digan que Pla o Toledo son funcionarios, como ellos. Somos gente que intenta ganarse la vida de forma honrada. Yo no quiero hacerme millonario, yo hago las cosas para los cuatro colgadotes que me quieran escuchar. Y así me va bien».
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