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¿Qué sentido tienen los conciertos de hologramas?

¿Qué sentido tienen los conciertos de hologramas?

Este tipo de espectáculos, como el que ha anunciado ABBA para culminar su reunión, siguen generando discusiones en torno a su dimensión ética y artística

Jueves, 9 de septiembre 2021, 00:07

La última vez que ABBA salieron de gira fue en 1980, que es casi como decir en otra era, así que los fans que asistan en mayo a su concierto de reunión van a cumplir uno de esos sueños que parecían imposibles, condenados sin remedio al fracaso. De hecho, la experiencia tendrá mucho de sueño, de consistencia onírica, ya que los miembros del cuarteto sueco aparecerán tal como todos los recordamos, sin las arrugas, los cambios de silueta, la merma de vigor y los crujidos de articulaciones que trae consigo la edad: allí se podrá ver, sí, a los gloriosos ABBA de entonces, porque lo del escenario serán en realidad lo que han bautizado ingeniosamente como 'abbatares', proyecciones que crean una ilusión tridimensional. Los auténticos ABBA, los setentones de carne y hueso, estarán también en el recinto, pero como parte del público, contemplándose a sí mismos en uno de esos rizos lógicos que dan a nuestros tiempos cierto aire distópico.

«No es una versión, ni una copia, ni gente que finge ser ABBA: son realmente ellos», ha recalcado Ludwig Andersson, hijo de Benny (uno de los chicos o, más bien, señores del grupo) y uno de los responsables de la iniciativa, en un solapamiento inesperado entre la industria del espectáculo y la filosofía. ¿Son ellos? Ciertamente, las figuras que 'ocuparán' el escenario se basan en los cuerpos de los cuatro músicos, que dedicaron cinco semanas a registrar sus evoluciones ataviados con ceñidos monos de captura de movimiento, iguales que los empleados en el cine para dar vida a personajes como Gollum. «Teníamos una pinta ridícula», ha admitido Björn Ulvaeus, el otro componente masculino. Serán ellos en el mismo sentido que nuestra imagen en una foto o un vídeo somos nosotros.

El debate acompaña desde hace una década a los conciertos de hologramas, que es como se ha dado en llamar a estas proyecciones, por mucho que estrictamente empleen otra tecnología. Hace un siglo casi justo, cuando murió el tenor Enrico Caruso, su discográfica insertó anuncios explicando que, sí, había fallecido para los teatros, pero no para «el arte gramofónico», y ahora por fin podemos actualizar aquella publicidad, ya que algunos cantantes siguen actuando pese a su condición de difuntos: hemos visto en versión espectral a Tupac Shakur, Michael Jackson, Ronnie James Dio, Roy Orbison, Frank Zappa o Maria Callas, y Whitney Houston está a punto de empezar en octubre una residencia de varios meses en Las Vegas.

Todos los Elvis posibles

La controversia que rodea a esta práctica tiene una vertiente ética y otra artística: por un lado, se cuestiona hasta qué punto es legítimo explotar así a los artistas más allá de su muerte, igual que hacían los viejos empresarios de circo cuando embalsamaban a sus 'freaks' más exitosos para seguir exhibiéndolos y rentabilizándolos; por otro, se plantea hasta qué punto estos espectáculos trivializan y diluyen el impacto de una actuación real, y también si no acabarán acaparando el mercado y ahogarán el crecimiento de futuras estrellas.

«Evidentemente, el gran punto a favor es que te permiten ver, por ejemplo, a Elvis aunque se muriese 30 años antes de tu nacimiento. Es más, en un solo concierto puedes ver a todos los Elvis posibles, toda su carrera. Pone a tu disposición cosas que, en modo 'carnal', no se encuentran ya a tu alcance. Con ABBA se da la circunstancia de que siguen vivos, de modo que me parece la última vuelta de tuerca a lo que hicieron los Beatles con el 'Sgt. Pepper's': en vez de salir de gira nosotros, que vaya de gira el disco o, ahora, la representación virtual. Pero hay que salir de la lógica de que vas a un concierto: es otro tipo de evento», analiza Héctor Fouce, profesor de la Complutense y director del grupo de investigación 'Semiótica, comunicación y cultura'. Él vincula este floreciente mercado con otras prácticas recientes, como la venta masiva de derechos que están llevando a cabo algunos de los artistas más importantes del mundo: «Es un nuevo modelo», apunta.

Entre la crítica, en general, no se contemplan los hologramas con mucho entusiasmo: «Esclavismo de fantasmas», los definió el prestigioso autor británico Simon Reynolds. «Yo creo que tiene poco que ver con la experiencia de un concierto. Como espectáculo me parece una idea estupenda, pero ¿como concierto? Ya tiene su aquel ver a los Stones en la pantalla de un estadio porque, desde donde estás, no consigues distinguir más que figuritas de belén», reflexiona el periodista musical Rafa Cervera. «Dicho esto –añade–, estoy convencido de que será un exitazo. A la gente cada vez le interesa menos la realidad. Quieren ver a Queen sin Freddie Mercury, quieren ver bandas de homenaje... Dentro de ese contexto mercantil, me parece una jugada maestra. Se van a forrar, es algo muy de este siglo». Desde luego, estremece pensar la cantidad de figuras históricas que se incorporarán en los próximos años a ese más allá holográfico: los obituarios de hoy pueden ser la agenda de espectáculos de pasado mañana.

Tres referentes

Tupac Shakur

Tupac Shakur

La aparición por sorpresa del rapero en el festival Coachella de 2012, quince años después de su muerte, sirvió como primer aviso del potencial de esta tecnología.

Ronnie James Dio

Ronnie James Dio

El ídolo heavy, fallecido en 2010, protagonizó un ambicioso proyecto que supuso un gran paso adelante en este campo: tras su participación holográfica en el festival Wacken, emprendió una gira mundial en 2017.

Hatsune Miku

Hatsune Miku

Representa otra vertiente de este fenómeno: la popular cantante japonesa no existe, es solo un avatar del software Vocaloid que protagoniza conciertos en formato holográfico.

«Ya vi a unos Beatles ficticios en una Cavern ficticia»

Al final, todo depende de hasta qué punto la condición de fans nos permita suspender la incredulidad y abrazar la ilusión. ¿Nuestros expertos asistirían a algún show de este tipo? Rafa Cervera lo tiene clarísimo: «No, nunca. De hecho, hace tiempo que prefiero ver los conciertos en la tele de mi casa, es más cómodo y no hay que aguantar al resto del público. Lo de los hologramas, como público, no me interesa nada». A Héctor Fouce, en cambio, le van entrando más dudas cuanto más lo piensa: «Iba a decir que no, pero me he acordado de que estuve en el Cavern ficticio de Liverpool viendo a unos Beatles ficticios. Así que voy a dejarlo en que a lo mejor sí, tendrá mucho que ver con cómo lo empaqueten».

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