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Dice el refranero que 'no hay mal que cien años dure' y, en una segunda parte, 'ni cuerpo que lo aguante'. En el caso que nos ocupa, el cuerpo y, tambén, la cartera de los agricultores y ganaderos está para poco aguante más. Es verdad que en algún momento tendrá que llover y que ya vendrán tiempos mejores, pero es que ya son muchos años de resistencia. La sequía es uno de los asuntos más preocupantes en este 2023, y lo cierto es que el período de recurrencia (repetición) de las sequías se ha reducido en los últimos años y así, mientras que en décadas anteriores estaba entre siete y diez años (1995, 2005, 2012), en la actualidad, el plazo es mucho menor (2017, 2019, 2022, 2023), destacando la continuidad en los dos últimos.
Es un hecho que parte de la producción está perdida, con agua o sin ella, y que la mente de muchos profesionales ya está en cómo arreglar la situación con el seguro (en Castilla y León están aseguradas 1,46 millones de hectáreas frente a la sequía, según los datos de Agroseguro) y en la posible flexibilidad que se conceda desde Europa en relación al cumplimento de la PAC, con el objeto de evitar gastos. ¿Para qué se va a sembrar girasol para cumplir con un ecoesquema si existe la certeza de que no se va a dar en esta situación?
Por otra parte, habrá máquinas que no puedan entrar en las tierras porque lo sembrado no da la altura y quién en este momento no sabe si segar unas vezas que no levantan un palmo. ¿Qué forraje van a comer los animales? ¿De dónde va a llegar la paja?
En las últimas semanas el precio de la paja se ha disparado, en lonjas como la de Salamanca cotiza a 100 euros la tonelada aunque la calle dice que hay operaciones más elevadas. Y eso, suponiendo que el ganadero la encuentre porque, a día de hoy, es uno de los productos más buscados. Para muchos, sin demasiada suerte.
También la alfalfa ronda los 400 euros tonelada, un precio inasumible en ganadería, que en el caso de la extensiva sufre la ausencia de pastos y, si se trata de vacuno de leche, con una más que previsible bajada de siete céntimos por litro a la vista.
Si se mira hacia el regadío, la campaña viene adelantada unos 40 días lo que ha provocado un descenso continuado desde principios de abril en las reservas de los embalses de la cuenca gestionados por la CHD, cuando lo habitual es que el volumen de los mismos comience a bajar a lo largo del mes de mayo. Este año es sembrar y regar y en no muchos días, seguir regando. De ahí las dudas de cómo se alcanzará el final de campaña. Y a pesar del agua, en aquellas zonas en las que está disponible, el viento ha castigado algunas nascencias y también las drásticas diferencias de temperatura entre el día y la noche. Eso sí, hay un cultivo que este año consigue despegar, el de la remolacha, y aunque habrá que esperar los datos oficiales a primeros de junio, Acor recupera más de 3.000 hectáreas y Azucarera molturará 17.300 hectáreas en las tres fábricas con las que cuenta en la región. Sin duda, un alivio para este sector y un posible cambio de tendencia.
Por último, no se puede olvidar que el sector agrario está sujeto a los mercados internacionales y que la invasión de Ucrania no ha favorecido la estabilidad en los precios, independientemente de otros muchos factores. Y es que, a una mala cosecha se une la que califican la sementera más cara de la historia. Imposible poner paños calientes a pesar de que el campo siempre es agradecido. Su resistencia está al límite.
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