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Agapito Ojosnegros
Miércoles, 15 de mayo 2024, 00:41
Aunque fuese de manera invisible o, mejor mejor dicho, de forma invisibilizada, la mujer siempre ha estado en el campo, a pie de surco o de tenada, además de atender la casa y los hijos.
Ahora esa presencia se visibiliza cada vez más a través de mujeres emprendedoras como Marta García o Raquel de Dios y, afortunadamente, a un cambio de mentalidad más acorde con la realidad y con el siglo en el que vivimos.
Mujeres cualificadas que ponen en marcha o toman las riendas de un proyecto vital, en el medio rural, en el que ponen pasión, esfuerzo y riesgo, proponiendo también cosas diferentes y buscando algo cada vez más valorado por todos: calidad de vida. Obtenida la rentabilidad necesaria para vivir, prima el bienestar, aunque tengan que echar las horas que hagan falta, por supuesto. En definitiva, se dedican a lo que les gusta y les llena.
Marta y Raquel se muestran satisfechas de la decisión tomada en su momento, cada una por cuestiones diferentes. Marta cogiendo las riendas de un nuevo proyecto familiar (Nuez de Castilla) y Raquel iniciando el suyo (RF Trufas). Nueces y trufas en una zona cerealista y de viñedo como es en la que se asientan, en la Ribera del Duero.
Marta gestiona 20 hectáreas de nogales en su pueblo, Fompedraza, donde también tiene la planta de lavado, secado y envasado, completando todo el ciclo del negocio, pues también administra la empresa y comercializa el producto, unas nueces de alta calidad que le quitan de las manos.
Raquel hace lo propio en el cercano Canalejas de Peñafiel, con su explotación de encinas micorrizadas con trufa negra, dos hectáreas y media en las que crecen 1.000 árboles. Su producción de trufa también se agota de forma rápida, además de elaborar con este hongo gastronómico otros productos, como una deliciosa crema de queso que obtiene de manera conjunta con una pequeña empresa de lácteos de Medina de Rioseco, al frente de la cual también está una mujer.
De hecho, se ha tejido un red de emprendedoras de la zona en la que comparten conocimientos, servicios y adquieren productos, como también sucede con las nueces de Marta, que, de la misma forma, compra Raquel para su otra propuesta en torno a la trufa, el trufiturismo.
Hace visitas guiadas y didácticas a la parcela de encinas truferas y las finaliza en una bodega tradicional –que ha rehabilitado– donde hace degustaciones con la trufa como ingrediente esencial, pero en el que no falta pan y vino de Peñafiel, las nueces de Marta, huevos de Villavaquerín o queso de Olombrada, productos del entorno, pues Raquel es una total defensora de los productos de proximidad, así como de la promoción de su pueblo.
En el año 2022 Raquel solicitó una excedencia en su trabajo de administrativa y se embarcó de lleno en esta aventura, que empezó unos años antes con la plantación de los árboles, renunciando así a un trabajo y salario fijo. Dos años después, explica que está «muy satisfecha. Cuando tomé la decisión no sabía hacia dónde iba, aprendiendo sobre la marcha, pero ahora sí. A la gente le está gustando, el producto y la actividad que desarrollamos en el ámbito turístico». Como Marta, completa el ciclo productivo y empresarial, incluso la promoción.
Marta también se muestra contenta por la decisión de hacerse con las riendas del negocio: «Sí, sí, me gusta; algo que he descubierto, porque yo estudié Empresariales para ser administrativa, que también lo soy», señala la joven, quien realiza una valoración «positiva; vamos bien, poco a poco, despacio, porque los árboles requieren su tiempo» para empezar a producir, y siempre pendiente del tiempo. Recientemente ha salvado la helada, gracias también a la variedad de nogales plantados, fernor, de brotación más tardía. Asume que la climatología es «intrínseca a la profesión, pero en general estoy contenta y de momento creo que es un acierto. Además, la nuez es un producto que se consume mucho y del que hay falta de producción en España».
Curiosamente, la empresa de Marta tiene su origen, o su inspiración, en Canalejas, de donde era su bisabuela. Esta tenía un nogal centenario «al que todos los años íbamos a recoger nueces y las vendíamos porque daba muchísimas. Por él empezó un poco todo, fue cosa de mi padre; como tradición».
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