La horticultura y el viñedo se abren a la robótica aunque condicionados por el precio

La llegada de los tractores de autoguiado con GPS, cada vez más habituales en las labores del campo, se ha convertido en el germen de la irrupción de la robótica en el sector primario. Una práctica, la de utilización de robots, que ya es una realidad común en países como Alemania, Holanda y Dinamarca y que en España está dando sus primeros pasos, centrados principalmente en los sectores hortícola y vitícola. En el ámbito de la huerta se centran en robots que siembran y recuerdan dónde se deja cada semilla para luego pasar por ese punto a retirar las malas hierbas. En lo que se refiere al viñedo, lo más común son las máquinas portaherramientas programadas para hacer labores como la limpieza del terreno, sulfatado, incluso la prepoda y otras tareas específicas. «En Alemania, Holanda y Francia hay multitud de robots en el sector hortícola. En Francia además es de lo más habitual en el viñedo. En Dinamarca hay robots para el cultivo de remolacha, ya que es una materia que se paga muy bien. En España está entrando poco a poco, pero yo diría que ya forma parte del presente y seguro que será fundamental en el futuro», detalla Josep Dalmases, experto en robótica adaptada al campo que trasladó sus experiencias en esta materia a más de medio centenar de profesionales del sector primario que se dieron cita en las jornadas sobre innovación impulsadas por la Escuela de Enología de San Gabriel en Aranda de Duero (Burgos)

En este sentido, ha apuntado que esa tecnología, en una primera fase, irrumpirá en grandes explotaciones, debido al precio que tiene en la actualidad que se irá democratizando a lo largo de los años cuando, según su pronóstico, se convertirá en una práctica generalizada. «El coste de los primeros robots es elevado, no están pensados para que entren dentro de pequeños agricultores, están más enfocados a empresas agrícolas, bodegas grandes, empresas con viveros, empresas que trabajan muchas hectáreas y que tienen mucha mano de obra para sacar hierba», explica Dalmases. En cualquier caso, a través de su experiencia ha constatado que el sector está abierto a esa modernización, pero de momento muestra incertidumbre por si el funcionamiento de las máquinas se ajusta o no a cada necesidad. «Al principio es ver y creer, trabajar y ver si el robot hace lo que ellos quieren y saber si se puede adaptar. Dicho esto, en el sector sí se entiende que es lo que necesitan, simplemente esa pequeña transición de cómo hacerlo y, sobre todo, que se constate que va a servir para lo que quieren».

Ventajas

La opción de la implementación de la robótica supone, según Dalmases, ventajas, pero en mayor medida «un cambio en el sentido y visión del trabajo». Al respecto apunta a que el trabajo humano «no será tan manual, sino que se necesitará gente más formada y capacitada para poder programar un robot para decirle lo que tiene que hacer. Un trabajo menos manual y más técnico, con más ingenieros agrónomos para estudiar los cultivos».

En esta línea, incide en que se «reducen costes, al optimizar los trabajos», además de que la máquina se «adapta a condiciones más difíciles que los seres humanos pueden trabajar más horas, los sábados y domingos, cuando hace más calor y más frío». Otro de los aspectos a tener en cuenta, según el experto en robótica es que la modernización podría propiciar un mayor acercamientos de los jóvenes al mundo del campo. «Entrando tecnología en ese tipo de sector, las nuevas generaciones lo van a ver más, ya que el campo se está envejeciendo y cuesta retener el talento. Es una forma de enseñar que en el campo también hay tecnología, se necesitan cerebros formados, y gente técnica», concluye.

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