Las demandas del campo, pendientes de las urnas europeas

Aprincipios de junio se celebran elecciones europeas y, tras los meses de reivindicaciones con las que el campo desperezó este 2024, Juan Ramón Alonso, de Asaja; David Garrido, de COAG, y Valentín García Fraile, de UCCL detallan las expectativas que estos comicios despiertan en los presidentes vallisoletanos de las principales organizaciones profesionales agrarias y exponen las políticas y líneas de trabajo que el Parlamento resultante de las elecciones debería trazar para asegurar el presente y futuro del campo europeo.

Según estima David Garrido, de COAG, «lo principal que queremos es que no tengamos competencia desleal con otros mercados. No podemos seguir con unas condiciones» de obligado cumplimiento para los agricultores y ganaderos de la UE que no se aplican «a todo lo que viene de fuera; esa es la principal reivindicación». «Nosotros no queremos subvenciones, lo que queremos es que nuestros productos tengan un valor, y vivir de ellos si conseguimos que todo lo que venga de fuera se someta a las mismas condiciones», añade.

Garrido ejemplifica con la normativa fitosanitaria y zoosanitaria europea que prohíbe la utilización en su territorio de determinados tratamientos que, sin embargo, se utilizan en países que luego introducen sus alimentos en la UE con todas las bendiciones y permisos. Lo mismo se podría decir de las condiciones laborales de esos países, «de semiesclavitud», lo que abarata los costes de producción e incide en la competencia desleal de la que habla el dirigente de COAG, quien señala que también «hay que exigir a esos países que tengan un mínimo de seguridad laboral, unas mismas condiciones laborales». Otra de las demandas a Europa es «que nos flexibilicen ciertas normativas para poder producir en condiciones normales».

A pesar de las importantes movilizaciones del sector agropecuario que ha habido en diferentes países de la UE, Garrido, ante el parlamento que se configure tras las elecciones, destaca que «no soy optimista» porque cree que «no va a cambiar nada; ojalá cambie –desea–, pero no va a cambiar nada». Algo que, según responde, depende en buena medida a que el campo seguirá siendo moneda de cambio para negociar con terceros países acuerdos comerciales ajenos al sector.

Su homólogo de UCCL, Valentín García Fraile, refleja que «es urgentísimo e imprescindible que la Unión Europea empiece a considerar a la agricultura y ganadería como un sector estratégico y clave. En Europa hace muchos años que se creó la PAC; a raíz de la Segunda Guerra Mundial cuando se vio que hubo años en los que, por la climatología, tuvimos serios problemas para abastecimiento, y se entendió que era fundamental ser autosuficientes. Creo que ese rumbo se ha perdido un poco. Los europeos nos hemos creído que podemos encontrar en países terceros de todo y a precios más baratos y, por desgracia, hemos visto lo que nos ha pasado estos últimos años con la pandemia donde ni siquiera éramos capaces de encontrar mascarillas. ¿Qué hubiera sido de nosotros si hubiésemos tenido que buscar patatas, leche o arroz? Es clave que haya un cambio».

Ante la normativa medioambiental que les marca la UE, García Fraile refleja que «no estamos en contra de que haya que cuidar el medioambiente, pero desde luego no de manera tan brusca y tan fuera de control como se hace ahora. Somos los primeros interesados y somos los que cuidamos el medioambiente», opinión que comparte con Garrido y Alonso, pues, al fin y al cabo, como reconocen, su trabajo y el fruto de él dependen del entorno natural.

La política medioambiental de la UE «es más restrictiva que en el resto del mundo», lo cual, resulta contradictorio cuando luego se permite la importación de productos de países con normativas más laxas en esa materia o también en la de la salud. No se entiende que lo que no se permite en Europa, porque es perjudicial en los temas citados, sí se permita en terceras naciones que nos traen sus alimentos. Cita ejemplos recientes, como el problema que ha habido con fresas de Marruecos y naranjas de Sudáfrica.

Insiste en reclamar que «la agricultura y la ganadería son un sector clave, y tenemos que darle un giro de 180 grados porque si no esto sería inviable», mostrando cierta confianza tras las recientes movilizaciones y el apoyo ciudadano recogido, así como por «la modificación de alguna norma realizada en la PAC que era una barbaridad. El camino que llevábamos iba derecho al precipicio. Se han hecho cosas pero son insuficientes, tenemos que hacer muchas más, confío en que seamos capaces de ello».

Juan Ramón Alonso, de Asaja, quien coincide en los argumentos expuestos por sus colegas, expone, de entrada, que «la situación ahora mismo en Europa es complicada. El centro izquierda y la extrema izquierda son quienes han gobernado en las últimas décadas el Parlamento Europeo y son los responsables de las políticas agrarias», las cuales «no son las que nosotros deseamos, sino todo lo contrario». Entiende que contribuyen a destruir «un tejido industrial importantísimo en el mundo rural, como es la agricultura y la ganadería. Desde las organizaciones agrarias no estamos de acuerdo con esas políticas», anota, «estamos en contra de la agenda 2030. Parece muy bonita» porque recoge fines «como la lucha contra el hambre o el cuidado del medioambiente», pero, entiende, que no es tan bonita porque esos fines «son todo adornos muy bonitos, con los que nadie está en contra, pero en el fondo la agenda es un Caballo de Troya que esconde medidas que van en contra de la agricultura y de la ganadería en general. A eso hay que darle una vuelta y en estas próximas elecciones cada uno sabrá a quién tiene que votar. Hay partidos que defienden la Agenda 2030 y partidos que no. El mundo agrario sabe perfectamente a quién va a votar», agrega.

Alonso cree que si los resultados oscilan la balanza hacia una mayoría de centro derecha, «se pueden hacer cosas, lo primero, contar con las organizaciones agrarias, con el mundo rural. Hay que hacer cosas, pero no lo que hasta la fecha se ha hecho y se quiere seguir haciendo».

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