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J. SANZ
Valladolid
Viernes, 4 de febrero 2022, 09:48
No hay precedentes en la historia de la crónica negra de Valladolid de un despliegue de medios policiales como el movilizado en la actualidad para intentar encontrar a Esther López de la Rosa a partir del 17 de enero, cuando sus padres denunciaron su desaparición, ... ocurrida en la madrugada del 12 al 13 (cuatro días antes), que inicialmente se consideró como de «bajo riesgo». ¿Qué cambió apenas un día después para que fuera catalagoda ya abiertamente como de «riesgo elevado»? Ahí entran las declaraciones aportadas en aquellas primeras horas por parte de uno los amigos, Óscar, que pasaron aquella noche con ella y que, en un principio, aportó que la había dejado en torno a las dos y media de la mañana, ya del día 13, entre el restaurante La Maña y el camino que conduce a la Bodega Vizar, una vía de servicio que discurre en paralelo a la carretera de Soria. Aquel primer testimonio apuntó a que la propia Esther le había pedido bajarse de su coche, cuando, en teoría, regresaba a su domicilio en el casco urbano, con la intención de marcharse a Valladolid con alguien que debía ir a buscarla.
Aquella pista llevó a los agentes a peinar la capital, en distintos puntos en los que podría haber estado la vecina de Traspinedo. Pero esa búsqueda no condujo, al menos entonces, a ninguna parte. Eso ocurrió el día 18. Por entonces llegaría una segunda revelación por parte del mismo testigo, que apuntaría a que ella dijo que la dejara allí para ir a la casa de otro amigo común, Carlos, situada justo detrás del restaurante La Maña, con el que ambos habían estado previamente. En algún momento de las múltiples declaraciones (ante la Guardia Civil) de los dos debió salir a relucir posteriormente el nombre de un tercer vecino, Ramón, El Manitas, afincado en un chalé situado al final del camino de la Bodega Vizar, a escasos metros de la misma.
Desaparición de alto riesgo
La investigación, ya desde ese día, giró de vuelta a Traspinedo con el fin de intentar desenmarañar las últimas horas en las que los dos amigos vieron a Esther. Y allí, dieciocho días después de la denuncia, continúa desplegado el grueso del inédito dispositivo de búsqueda sobre el terreno a la mujer de 35 años. Los agentes, ya desde las primeras horas de la investigación, situaron el final del rastro de Esther, según los amigos, en torno a las dos y media de la mañana del 13 de febrero en el citado entorno del cruce de La Maña, al borde de la carretera de Soria y de la vía que conduce al núcleo urbano de Traspinedo, donde reside la mujer, a cuatro kilómetros de distancia.
Las declaraciones de los amigos cuentan con algunas contradicciones en cuanto a si Esther estuvo exactamente en alguno de los puntos en los que la situaron con anterioridad a su desaparición (dos bares del pueblo, la casa de un tercer amigo, las bodegas....), pero parecen confluir en que el último que la vio, Óscar, la dejó cerca del cruce de La Maña. Los investigadores comprobaron desde un principio que el móvil de la mujer la situaba, al menos, en ese entorno y que avanzaba la madrugada, en torno a unas tres horas después, se esfumaba su señal.
12 al 13 de enero : Esther López de la Rosa sale con unos amigos de Traspinedo a ver el partido del Madrid Barcelona en un bar (James Dean), luego paran en la casa de un amigo (Luis), vuelven a otro bar (El Castillo), aunque ella pudo ausentarse de allí, y con dos amigos (Carlos y Óscar) hacen, al parecer, una parada en las bodegas y se dirigen en el coche de Óscar hacia La Maña y El Romeral, donde residen Carlos y Óscar. El segundo afirma que la deja entre La Maña y el camino de la bodega Vizar entre las 2:30 y las 3:00. Su móvil se apaga esa madrugada, una tres horas después.
17 de enero : La familia denuncia su desaparición al no regresar el fin de semana ante la creencia de que se había podido marchar con algún amigo de fiesta.
18 de enero : Primera batida de los vecinos por el municipio.
19 de enero : La Guardia Civl incorpora perros adiestrados en la búsqueda.
20 de enero : Segunda batida por el municipio, siempre en torno al cruce de La Maña.
22 de enero : Tercera batida.
23 de enero : La Guardia Civil detiene a Ramón El Manitas y registra su casa, situado junto a la bodega Vizar, próxima a La Maña.
24 de enero: Los buzos comienzan a inspeccionar el Duero con perros adiestrados en búsquedas subacuáticas y drones.
28 de enero : La jueza deja en libertad a Ramón El Manitas.
29 de enero : Cuarta batida.
30 de enero: Concentración en Traspinedo de apoyo a la familia.
3 de febrero: Continúa el rastreo en el Duero y en los pozos de Traspinedo. Voluntarios con detectores de metales inspeccionan los terrenos próximos a La Maña.
Los testimonios recopilados por los agentes, no solo de sus dos amigos (Carlos y Óscar) sino de un círculo mucho más amplio de su entorno, les condujeron al chalé de Ramón, El Manitas, al que decidieron detener el 23 de enero para iniciar un minucioso registro de su domicilio y de su coche (un BMW), así como de los movimientos de su móvil, con el fin de intentar comprobar si estuvo con Esther en la madrugada de aquel día 13 y si ella pudo llegar a pisar su casa. El caso es que el único arrestado hasta la fecha fue puesto en libertad, aunque con la obligación de comparecer a diario y de no salir de Valladolid, seis días después de su detención, después de una decisión poco habitual de la jueza que instruye la causa de prorrogar 72 horas su arresto una vez transcurridas las primeras 72. Él solo reconoció que sí conocía a Esther, algo que desconocía su familia, pero negó de manera rotunda que aquella madrugada estuviera con ella o pasara por su domicilio. Su situación judicial, por ahora, no ha cambiado a la espera de si, como parece, las pruebas recogidas por los agentes no sitúan con él a Esther López.
Los dos amigos de la mujer, entre tanto, continuaron prestando declaración ante los agentes, que no ante la jueza, aunque pudieron estar asistidos en alguna de sus comparecencias por un abogado. Óscar, al parecer, mantuvo su versión inicial de que la dejó en la vía de servicio de La Maña en aquella madrugada a petición suya después de que pudieran tener una breve discusión en su coche sobre esta situación. Versiones distintas, en apariencia, pero que conducen al mismo punto de la desaparición.
Los agentes, a día de hoy, cuentan ya con el móvil de Esther clonado, lo que les permitirá conocer sus movimientos, puede que físicos, con más precisión y también de llamadas y activaciones de sus aplicaciones. Los propios amigos de Esther habrían colaborado en este sentido con los agentes en cuanto al acceso a sus terminales o la inspección de sus vehículos y propiedades. Pero lo cierto es que nada ha trascendido aún sobre qué pudo ocurrir en ese intervalo de más de tres horas en las que Esther, en teoría, estuvo sola en torno al cruce de la carretera de Soria y dónde estaba cuando se apagó su teléfono antes de las seis de la mañana del día 13. Y menos aún, claro, sobre lo que pudo ocurrir con posterioridad.
Lo que sí parece más o menos claro, y no del todo, es lo ocurrido en las horas previas a la desaparición conforme a los distintos testimonios de los amigos y otros testigos que la vieron, primero, en un bar (el James Dean) de Traspinedo, donde habría estado viendo el Madrid Barcelona de la Supercopa; luego en la casa de un tercer amigo (Luis), y posteriormente en un segundo bar (El Castillo), donde hay informaciones contradictorias sobre la presencia allí o no, al menos durante un lapso de tiempo, de Esther, aunque sí parece que los que estuvieron fueron sus dos amigos (Carlos y Óscar). Después, al parecer, los tres habían estado en las bodegas del municipio y, por último, habrían partido en el coche de Óscar hacia La Maña, donde vive Carlos, y la urbanización El Romeral, situada enfrente, al otro lado de la carretera de Soria, donde reside Óscar. El primero se habría marchado primero a su domicilio y el segundo, al final, la habría dejado en el citado punto próximo al camino que conduce a la bodega Vizar y cerca de La Maña.
«¡Basta ya de mentiras!», clamaron este jueves los familiares de Esther antes de apuntar que son ya «22 días, 22 días (si se cuentan desde el 12 de enero), agonizando» y de reclamar: «¡Devolvernos a Esther!». Dicho mensaje, difundido por una prima, va acompañado de un vídeo, presumiblemente de las últimas Navidades, en las que se ve a una Esther sonriente junto a su padre, Miguel, el hombre que durante los últimos días, desde que denunció la desaparición de su hija, ha puesto rostro al dolor de una familia que quiere poner fin a su angustia.
Y así, entre mentiras o medias verdades, con un caso escondido bajo el más estricto de los secretos de sumario, y con un ruido mediático casi ensordecedor, prosigue la investigación oficial, sin apenas resquicios sobre su evolución, y en la que la cara más visible deja ver los esfuerzos de los agentes por rastrear el Duero y su entorno, en el triángulo formado por los domicilios de los amigos de Esther y de El Manitas, y el casco urbano; así como decenas de pozos diseminados por un pueblo en el que los vecinos apuntan a que pueden ser hasta tres centenares los existentes. «Se trata de descartar escenarios», apuntan de manera lacónica fuentes de la investigación.
La búsqueda de Esther López de la Fuente, una mujer de 35 años, 1,65 metros de altura, pelo castaño y liso y ojos marrones, continúa, en apariencia, centrada en Traspinedo y en su entorno más cercano, aunque se mantienen abiertas «todas las líneas de investigación», también fuera de allí, sin que a día de hoy nadie se atreva a «descartar nada».
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