Es Ramón García uno de esos tipos que da al natural la misma imagen de campechanía que delante de las cámaras, como si te dijera sin decirlo 'ya ves, esto es lo que hay'. Y uno lo agradece, más en estos tiempos de asesores ... de imagen, de trampa y de cartón, donde todo lo que trasciende a menudo pasa por mil filtros y retoques. Casi 40 años al pie del cañón: 'La Ruleta de la Fortuna', 'No te rías que es peor', '¿Qué apostamos?', 'Gran Prix'... Por no hablar de las campanadas de fin de año, ya sea del brazo de Anne Igarteburu, Kira Miró o Paloma Lago, con quien llegó a sumar 11 millones de audiencia, imposible de repetir en un panorama mediático tan fragmentado como el actual. Cuesta imaginar la televisión de los últimos años sin este vizcaíno. Desde hace cinco años «y 1.240 y pico programas», trabaja en la televisión de Castilla-La Mancha presentando un programa diario que se llama 'En compañía'. Está más feliz que una perdiz.
Publicidad
7.00 horas. Me levanto sin necesidad de radio ni despertador, tengo ya el reloj biológico adaptado. Una ducha rápida y voy a despertar a mis chicas: Patricia, mi mujer, y las niñas, Natalia, de 17 años y Verónica, de 14. Vivimos en Pozuelo de Alarcón. No desayuno hasta que las hemos llevado al colegio, que es cuando vuelvo a casa y dedico una hora a beber un café con leche, leer la prensa y ponerme al día.
10.00 horas. Trabajo en Toledo, desde donde se realiza 'En Compañía', un programa de casi tres horas que se emite a diario y en directo. Me gusta el coche -conduce un Mercedes GLC- y pisarle, pero sólo un poco. La AP-41 me permite plantarme en el trabajo en apenas 50 minutos. Voy casi solo, la primera vez que escogí esta vía pensaba que estaba en obras y que en cualquier momento me iban a dar el alto.
12.15 horas. Tormenta de ideas con el equipo. Repasamos todo lo que incluye el programa y si hay que hacer algún añadido en las fichas que me han preparado de los invitados. El esquema es sencillo: una presentación, una parte de entretenimiento y luego historias personales centradas en la soledad. Quien ha quedado viudo, separado, divorciado o no ha encontrado a su otra mitad. Hay historias duras, algunas de maltrato, corrientes sobre todo entre mujeres mayores que pertenecen a esa España en la que ni se las cuidaba ni se las hacía caso.
10.00 horas. Una vez al mes toca peluquero y hoy es el día, aunque a veces aprovecho también para ir al banco o hacer algún recadillo. El programa no permite salirte mucho del guión, de casa al trabajo y del trabajo a casa. Pongo la radio y escucho cosas que, por mucho que repitan, no paran de causarme estupor. Llevamos 77.000 muertos y la gente sigue haciendo fiestas clandestinas, saltándose las normas que, de acuerdo, son molestas, pero están por algo. Por no hablar de los franceses y alemanes que están de juerga en las terrazas de Madrid, cuando un vecino de Tarazona no puede salir de su pueblo ni yo visitar a mi ama en Bilbao desde noviembre. No me lo explico. Y los políticos tampoco saben hacerlo, de verdad que cuando lo intentan me entra la risa.
Publicidad
13.45 horas. Estoy preparando el programa en mi camerino y me suben la comida. Sopa de picadillo, jamón con pan y tomate, un yogur... Estoy pensando que el domingo voy a poner marmitako. ¡Me sale de miedo! Así, espesito, con pimientos choriceros. Mitad patata, mitad bonito, para que no te cueste encontrar los trozos de pescado. Eso y un par de vinos. De lujo.
20.15 horas. En cuanto llego a casa, me calzo las zapatillas de hacer deporte. Enchufo la cinta y dedico una hora a hacer ejercicio. Ojo, andando, que el médico me ha dicho que ya no estoy para según qué cosas. Aprovecho para seguir alguna serie en la tablet: 'Alias', 'Bordertown', '30 monedas'... Algo ligero mientras hago balance del día.
Publicidad
17.30 horas. Hoy ha pasado por el programa Nieves. 57 años. Una de esas historias que te tocan la fibra. Casada con el que fue su novio del pueblo, dos hijos... feliz hasta que la depresión hizo mella en él y se acabó quitando la vida. Ella lo relata con naturalidad, porque la mejor manera de quitarse ese peso de encima es hablando de ello. Yo, claro, había estado documentándome. ¿Sabías que en este país una persona se suicida cada dos horas y media? Es casi tres veces más que los accidentes de tráfico, pero nadie habla de ellos.
18.45 horas. De vuelta al camerino, me desmaquillo y me cambio de ropa. Soy un poco como esos cómicos que se quitan la nariz de payaso con la que entretienen a la gente y luego se enjugan las lágrimas que les caen cuando la gente les cuenta sus historias. Es como si me quitara esa capa de trabajo que me ha acompañado todo el día. 'Joder, qué duro ha sido hoy', pienso. Pero me miro en el espejo y soy feliz, porque cuando recojo los bártulos sé que he ayudado a alguien, y además de verdad. Y eso, a estas alturas de la película, vale mucho.
Publicidad
10.30 horas. Para mí, el coche es una extensión de la oficina. Qué distinto este paisaje del de mi tierra: una planicie con toda la gama de ocres frente al verde de los montes. Aprovecho para pensar sintonías, probar enfoques distintos y, una vez en la redacción, lo vuelco todo. La mitad del equipo está teletrabajando, así que la videoconferencia se ha convertido en lo más natural del mundo. Hoy hemos decidido hacer una presentación distinta: el plató a oscuras y Gloria, mi compañera, y yo entramos bailando con unos tubos fluorescentes... Pinta bien.
21.30 horas. Antes llevaba tres programas, pero la pandemia obligó a prescindir de los dos de 'prime time', lo que me obligaba a veces a dormir en Toledo. Es una ciudad maravillosa... para venir de vacaciones. Antes de cenar llamo a mi madre, que está en una residencia de Bilbao. La echo de menos. Yo soy muy besucón, mucho de piel... La última vez la vi detrás de una mampara. ¡Cuántos abrazos robados! En el trabajo igual, no poder consolar a un invitado me deja hecho polvo. Hago tiempo con un libro, 'La danza de los tulipanes', un thriller policiaco de mi paisano Ibon Martín que me tiene atrapado.
Publicidad
15.45 horas. Estoy a punto de salir en directo. A veces la gente me pregunta si tengo una varita mágica, que qué suerte haber hecho tantas cosas. Yo les contesto que no se imaginan el trabajo que da tener tanta suerte. Desde que estalló la pandemia no he cogido ni un día de vacaciones. Con toda esa gente recluida en casa, aburrida, sentí que era mi obligación transmitirles algo de entretenimiento. En cuanto esto pase, me cojo a mi mujer y a las niñas y nos vamos a Venecia. Viajar me da pereza, pero una vez que pasan las colas, los aviones, los equipajes... me suelto y disfruto.
Disfruta de acceso ilimitado y ventajas exclusivas
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión
Te puede interesar
La proteína clave para la pérdida de grasa
El Comercio
Publicidad
Utilizamos “cookies” propias y de terceros para elaborar información estadística y mostrarle publicidad, contenidos y servicios personalizados a través del análisis de su navegación.
Si continúa navegando acepta su uso. ¿Permites el uso de tus datos privados de navegación en este sitio web?. Más información y cambio de configuración.