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«Desde una perspectiva genética, todos somos africanos, residamos en África o en el reciente exilio», dijo Svante Pääbo el 12 febrero de 2001 cuando se presentó el genoma humano. El biólogo sueco dirigió años después el equipo que secuenció el del neandertal y, al ... comparar ambos genomas, demostró que todos los humanos no africanos somos un poco neandertales –entre el 1% y el 4%– como consecuencia de una hibridación que tuvo lugar poco después de nuestra llegada a Eurasia, hace unos 70.000 años.
Svante Pääbo (Estocolmo, 1955) ha sido galardonado hoy con el premio Nobel de Fisiología o Medicina «por sus descubrimientos sobre los genomas de los homínidos extintos y la evolución humana». Director del Departamento de Genética del Instituto Max Planck de Antropología Evolutiva, su trayectoria incluye avances que, según la Academia Sueca, parecían «imposibles», como la secuenciación del genoma neandertal y la identificación de una especie humana, los denisovanos, a partir del ADN de un hueso encontrado en una cueva del sur de Siberia.
Pionero de un nuevo campo de investigación, la paleogenómica, sus hallazgos «proporcionan la base para explorar lo que nos hace exclusivamente humanos», unos seres capaces de crear culturas complejas, conquistar casi todos los ecosistemas y fabricar herramientas. Gracias a Pääbo, sabemos que portamos genes de al menos los neandertales y los denisovanos, dos parientes cercanos extintos con los que nuestros antepasados se encontraron tras salir de África. Aquellos encuentros sexuales prehistóricos tienen consecuencias hoy: genes de esas especies afectan a cómo reacciona nuestro sistema inmunitario a las infecciones.
Hijo de la química estonia Karin Pääbo y del bioquímico sueco Sune Bergström –que compartió el Nobel de Fisiología o Medicina con Bengt Samuelsson y John Vane en 1982–, desde sus inicios como investigador le fascinó la posibilidad de aplicar la tecnología genética al estudio de los neandertales. Pronto se dio cuenta de que el reto no era fácil, ya que el ADN se degrada con el paso del tiempo. Superó el desafío.
Tras ser contratado en 1990 por la Universidad de Múnich, centró sus esfuerzos en el ADN mitocondrial de los neandertales, que está en las mitocondrias y tiene solo 16.000 pares de bases. Es muy pequeño y, como está presente en miles de copias, aumentan las posibilidades de éxito a la hora de recuperarlo. Lo tuvo y desde entonces no ha dejado de refinar sus métodos.
Sus estudios han permitido precisar que el último antepasado común de neandertales y 'Homo sapiens' vivió hace unos 800.000 años e identificar al primer híbrido humano, la hija de una neandertal y un denisovano que vivió hace más de 50.000 años en Siberia central y murió cuando tenía unos 13.
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