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Los datos disponibles hasta hoy indicaban que 2020 y 2021 fueron los ejercicios con menos asesinatos de género en España. No fue un descenso súbito de los machistas homicidas sino más bien el efecto de varios confinamientos para reducir la espiral de contagios. Los encierros ... permitieron a los maltratadores asegurarse su objetivo, un control casi absoluto sobre la vida y actos de sus parejas, sin tener llegar para ello al extremo de quitarles la vida. De hecho, en los períodos de cuasi normalidad, en las fases más bajas de las olas, cuando las mujeres podían denunciar, huir o romper su relación, los homicidios regresaron con una virulencia nunca vista, de hasta seis asesinadas en una semana.
Sin embargo, un estudio dado a conocer ayer por el experto en violencia de género Miguel Lorente apunta a que en los meses de encierros y severas limitaciones hubo menos homicidios, pero quizás no menos muertes de españolas a causa de la violencia de género. El estudio, financiado por la Delegación del Gobierno contra la Violencia de Género y realizado por investigadores de la Universidad de Granada, destaca que en 2020 se dispararon en España los suicidios femeninos, hecho que Lorente vincula con la violencia machista y con la situación de extrema impotencia, falta de salidas y desamparo que soportaron las víctimas.
No hay datos de cuántas españolas se suicidaron ese año desesperadas por la violencia de su pareja, pero sí hay tres elementos que apuntan a que fueron muchas más que en años anteriores.
El primero es que hubo menos homicidios durante el gran encierro de marzo-junio de 2020 y en los sucesivos, pero no menos violencia de género. Los agresores no se transformaban en verdugos porque no les era preciso. Convirtieron los domicilios en cárceles. Tenían un control casi absoluto sobre su pareja, pero, además, se sentían impunes. Tanto en el primer confinamiento como en el de otoño (segunda ola) hubo fuertes caídas de las denuncias por la falta de acceso de policías, médicos, familiares o trabajadores sociales a las víctimas. La evidente impunidad llevó a un aumento de la intensidad de la violencia. Las maltratadas denunciaron o huyeron menos, porque no podían, pero usaron los métodos silenciosos (correo y 'wasap') para pedir ayuda y consejo al 016 como nunca. Estaban tan desesperadas que lo hicieron un 48,5% más que un año antes.
El segundo factor lo corroboran estudios previos. Certifican que las maltratadas que sufren violencia física tienen hasta cinco veces más ideaciones suicidas que las no inmersas en esta lacra. Las consecuencias psicológicas del maltrato (impotencia, baja autoestima, depresión, falta de salidas, nulas expectativas de vida), multiplicadas por un aislamiento que convirtió sus casas en prisiones, en infiernos, fueron «factores precipitantes del suicidio», aclara Lorente.
Y el tercer elemento que sustenta la hipótesis es el gran aumento de suicidios femeninos en España en 2020. Un hecho contracorriente, pues justo el año anterior las autolisis de españolas habían bajado un 2,5%. En el primer año de la pandemia se suicidaron 1.011 españolas, 111 más que en 2019, con un aumento del 12,3% en solo doce meses. El crecimiento fue igual de potente en cifras absolutas de víctimas como en tasa de suicidas en relación a la población femenina. Y no, no fue un hecho general, causado por la incertidumbre, el dolor y el miedo al virus. El aumento del suicidio de españolas en esos doce meses fue de más del doble que el de españoles.
El informe, como dato positivo, destaca que las denuncias de maltratadores subieron ligeramente en los dos años de la pandemia pese a los descensos durante los confinamientos gracias a la mayor sensibilidad de todos con la lacra y a la confianza de las víctimas en la respuesta.
También indica que los datos dejan claro que violencia de género e intrafamiliar son dos cosas distintas, aunque Vox defienda lo contrario. Mientras las protegidas del primer grupo descendieron un 8'4%, por el mayor control de sus parejas, las del segundo aumentaron un 8,2%, porque su diferente naturaleza hizo que nunca se parasen las denuncias contra padres, tíos o primos.
Lorente avisó de que acuerdos de gobierno como el recientemente cerrado entre PP y Vox en Castilla y León, que se empeña en hacer sinónimos la violencia machista y la intrafamiliar, son «una gran irresponsabilidad». «La política está para gestionar la realidad, no para vivir en una realidad alternativa. Violencia de género y violencia intrafamiliar no son lo mismo. Esto tendrá consecuencias. Si te niegan tu realidad, ¿con qué confianza van a acudir las mujeres a pedir ayuda?. Esto contribuye a la sensación de impunidad», lamentó el experto, quien recordó que en la última década se han conseguido reducir los asesinatos de género en unas 17 víctimas anuales de media gracias a la fuerte lucha institucional contra esta lacra, pero que la situación puede revertirse si se abandonan las políticas específicas.
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