«Yo me siento orgullosa de ser de pueblo». Sonia Aragón, profesora de Secundaria, madre de un chaval de diez años y alcaldesa de Cilleruelo de Abajo, se reivindica como regidora y mujer rural. «Nos han vendido muy mal esto del pueblo», reconoce, pues ... el medio rural siempre se ha visto como de segunda categoría, «de paletos», y solo ahora parece que se valoran las ventajas de nuestros pueblos.
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Aragón afronta su segundo mandato al frente de este pequeño municipio de la comarca del Arlanza y lo hace con ilusión, aunque ha pasado momentos complicados. «Cuando lo piensas, solo te vienen a la cabeza las cosas buenas», lo positivo de la experiencia. Sin embargo, «ha habido momentos en los que me he sentido defraudada», admite, pues no es fácil ser mujer y querer ser alcaldesa de pueblo.
Cuando el PSOE presentó la candidatura, en seguida se cuestionó la capacidad de Aragón para gestionar el Ayuntamiento. «Dónde va esta si no tiene ni idea. Cómo va a manejar un pueblo», fueron las frases más repetidas pues la política es una cosa de hombres, está diseñada por hombres y ha funcionado, hasta ahora, bajo las normas y los principios de los hombres, lamenta Aragón.
La alcaldesa afirma entender que del desconocimiento pueda surgir la desconfianza. Pese a que Sonia Aragón nació en Cilleruelo y vivió allí hasta los 18 años, y volvía a casa periódicamente cuando estaba estudiando, no es menos cierto que también ha vivido y trabajo fuera del pueblo (incluso en el extranjero), así que cuando retornó para hacerse cargo del Ayuntamiento casi se la veía como a una forastera.
Aún así, con trabajo y tesón ha ido desmotrando su valía, una valía que no siempre se le exige demostrar a los hombres. «Hablando de política, las mujeres somos más cercanas y menos excluyentes», opina. «Y tenemos contacto más directo con la gente y con grupos que los hombres pasan por alto», como las mujeres, los niños o los ancianos, y por ello ha apostado por las políticas sociales y culturales.
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Llevar un ayuntamiento requiere de una dedicación sin fisuras, pues el alcalde es la figura más próximo y el ciudadano aprovecha cualquier ocasión para plantear sus demandas, necesidades y quejas. Y Sonia Aragón, como muchos otros regidores, compagina su dedicación municipal con su vida personal y profesional. Ahora trabaja media jornada como profesora de FP y está encantada pues dispone de más tiempo para dedicárselo al pueblo.
De una manera o de otra, siempre se encuentran huecos, aunque sea detrayendo tiempo de tu vida personal. «Las mujeres no tenemos límite. Me sorprendo, y creo que todas los sorprendemos, de hasta dónde somos capaces de llegar», reconoce. «Está en nuestra naturaleza», y también en las exigencias que a veces llegan de una sociedad que suele ser mucho más comprensiva y menos exigente con los hombres que con las mujeres.
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Pero en su faceta de alcaldesa, Sonia Aragón no solo habla de sí misma, sino que muestra su gran preocupación por la pérdida de servicios, que aboca a los pequeños pueblos a su desaparición. «Me da mucha rabia», afirma, pues cuando llegó al Ayuntamiento venía con muchas ganas, ilusión e ideas. Y, luego, «te das cuenta de que hay un desmantelamiento total de los servicios en el medio rural. Estamos luchando contra un gigante y a veces ganamos pero otras muchas veces perdemos», se lamenta.
Y al Ayuntamiento le toca luchar para no dejarse ganar terreno. Nada más llegar, Sonia Aragón consiguió evitar que se cerrase la escuela. Ahora han conseguido mantener operativo un botiquín ante el cierre de la farmacia, o que los bancos sigan con los servicios de bus. Y la siguiente lucha es el médico del pueblo. «Si ya nos quitan el médico, no nos queda nada. Nos están echando», afirma.
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El desmantelamiento de la sanidad en Castilla y León es su principal preocupación ahora, por eso, Aragón insiste en pedirle a la Junta que dé marcha atrás en su plan de reorganización y atienda a los pueblos. Su futuro pasa por garantizar servicios y trabajo, sobre todo para las mujeres, que son las que asientan población. Si ellas se van de los pueblos, se llevan a sus familias detrás.
Sonia Aragón insiste en que no hemos sabido «vender» adecuadamente nuestros pueblos. Cuando era pequeña, «si eras de pueblos, eras un paleto, y si te quedabas en el pueglo, eras un fracasado». El pueblo siempre ha sido de segunda categoría, como si el que viven en la ciudad fuera mejor. Pero Aragón tiene claro que «lo que te define como persona no es ser de pueblo o vivir en la ciudad y debemos sentirnos orgullosos de dónde somos y de dónde vivimos».
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