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A Fidel Raso (Sestao, 1953) el escenario le favorece. Con sus pantalones de mezclilla y el sombrero a lo Indiana Jones, parece recién salido de la Última Cruzada. Es lo que tiene vivir a la sombra de la muralla medieval de Urueña (Valladolid), que imprime ... carácter y es muy literaria; rodeada de parcelas de colza y trigo que parecen alzadas con tiralíneas, entre ermitas batidas por el viento y palomeras resquebrajadas donde ya sólo anida el olvido. Y qué decir de las nueve librerías que salpican este pueblo, que en invierno apenas supera el centenar de habitantes. Premio Internacional de Periodismo, enviado especial a la caída del Muro de Berlín o a la primera Guerra del Golfo, testigo directo de la lucha contra ETA y de las olas migratorias del Estrecho, se podría contar con los dedos de las manos los países donde este periodista gráfico no ha puesto el pie. Lo recuerda con cariño pero sin nostalgia, mientras cuida de 'Colorines', la gata del vecino.
8.30 horas. Me levanto pronto, aunque eso siempre es subjetivo, con el reloj biológico, y si tengo obligaciones, con el digital. Soy más de ducha, porque además de ser limpio es aconsejable ahorrar agua y más con la que está cayendo. Salgo a la muralla y me acerco hasta la Puerta de la Villa, que me regala a diario una panorámica espectacular de Tierra de Campos, la niebla que se desliza engullendo cuadrículas de cereal. Luego me preparo el desayuno: descafeinado y tostadas con mantequilla y mermelada baja en azúcares. He llegado a ese punto en que el cuerpo te empieza a recordar todas las burradas que has cometido, en mi caso en forma de dulces y grasas. Es lo que tienen los análisis, que te devuelven a la realidad y tomas conciencia de que tu cuerpo es como una carretera cada vez en peor estado y que se impone frenar.
10.30 horas. La jubilación no ha significado, al menos en mi caso, estar ocioso. Acabo de escuchar las últimas noticias que llegan de Ecuador -trabajó en un periódico de Guayaquil-, inmerso en una crisis política, social y económica que ha derivado en enfrentamientos en las calles. Me pongo manos a la obra y escribo una columna en el blog de 'Primera página', la librería que llevamos Tamara -su mujer- y yo. Lo acompaño con fotos de cuando estuve allí hace 25 años y pienso que es increíble cómo la realidad que retraté mantiene su vigencia. Estoy metido en faena hasta la hora de comer y seguiré por la tarde.
14.30 horas. Admito, no sin vergüenza, que no tengo ninguna habilidad culinaria más allá de las conservas de lata y las bolsas de chips. Menos mal que Tamara es capaz de convertir una simple patata en una delicatessen.
10.30 horas. Conduzco hasta Medina de Rioseco, que está a 25 kilómetros, para hacer el pedido semanal, ya sea comida o un cepillo de dientes. Tardo lo que exige la ley -90 a la hora-, no vaya a ser que me espere la Guardia Civil a la vuelta de una curva y me la prepare con el radar. A mi alrededor se suceden los aerogeneradores, los cultivos de cereal, los tractores... y eso sí, cada vez menos rebaños de ovejas. A veces creo que asisto a los estertores de un mundo en extinción.
16.45 horas. El de los fotógrafos de mi edad es un éxodo forzoso a lo digital. Ya no tengo laboratorio, así que escaneo los negativos y diapositivas que necesito para mis trabajos. Entre mis últimos trabajos hay uno sobre inmigración que parte de una foto premiada, la de un sirio que amenaza con arrojar a su bebé desde una azotea. La idea es centrar el concepto de ciudadanos sin patria. También he hecho algo sobre ETA después de seguir todo lo publicado sobre los 10 años transcurridos desde el desarme de la banda, en qué ha acabado esa tierra que alimentaba su imaginario.
19.45 horas. Alguno podrá pensar que la vida en los pueblos es aburrida, más aún la de una librería. No conocen la nuestra. Por aquí han pasado desde David Trueba -aquí rodó una escena de 'Casi 40'- la premio Pulitzer Sharon Olds, Javier Sádaba, Nieves Concostrina o Ángels Barceló, que emitió desde estas cuatro paredes su programa de radio. Tenemos muchos clientes presenciales, contra la creencia generalizada de que internet es hegemónico.
15.00 horas. Llevo más de veinte años trabajando con Tamara, que además ha sido mi jefa durante amplios periodos. La convivencia nunca ha sido un problema y que hubiera discrepancias, tampoco. Hoy nos hemos acercado a Salamanca en busca de unos libros que nos interesan sobre periodismo, fotografía y viajes, los epígrafes en que está especializada nuestra librería. Lo bueno de la 'Berlingo' es que te puedes traer un armario empotrado dentro. Compruebo que la ciudad y el trasiego estudiantil han recuperado su pulso.
19.00 horas. La radio es una presencia constante en mi casa, incluso Tamara tiene un espacio propio en RNE. El locutor habla ahora del cambio climático y de la Cumbre de Glasgow. Se están propiciando cambios irreversibles, que no tienen marcha atrás y que nos dejan como especie en una situación muy apurada. Admiro mucho a Eudald Carbonell, arqueólogo de Atapuerca. Él suele decir que la Tierra nos está expulsando. ¡Qué razón tiene!
22.00 horas. Hemos cenado ligero. Alguna sobra de la mañana y una ensalada. No tenemos televisión y cuando nos apetece ver una película enchufamos el Blu-Ray. Esta noche, sin embargo, repaso la 'Breve historia del tiempo', de Stephen Hawking. Da que pensar: dice que la Inteligencia Artificial significa un gran avance, aunque tal vez sea el último. Cuando apago la luz, escucho el ulular de las lechuzas y a algún mochuelo.
11.00 horas. La única carnicería cerró hace un año, así que hasta la última tajada de lomo la traigo de Toro o de Medina. Es lo que tienen los pueblos. Javi es el panadero, con obrador propio. La verdura la trae César los miércoles, y el pescado nos llega en furgoneta a golpe de claxon. Jesús nos proporciona leña de encina para el invierno, y Rocío, que es boticaria, carga las medicinas en su propio coche.
15.00 horas. Siempre que visito a mi madre en Sestao nos prepara un kit de supervivencia, por lo general pescado que traigo congelado y que me recuerda las pailas de mi niñez donde asaban sardinas. En fin, que hoy ha tocado relamerse con dos chicharros de Bilbao... en Tierra de Campos.
8.00 horas. Me gusta pensar que las librerías son el último bastión de la libertad, donde se recogen el saber, las dudas y las respuestas. También que por mucho que viajes los problemas del hombre son siempre los mismos, y que subido a esta muralla es el momento de conocerme más a mí mismo.
10.00 horas. La pandemia la hemos vivido como un doble confinamiento: de un lado el provocado por la emergencia sanitaria propiamente dicha; de otro, el derivado de vivir frente a un círculo de piedra que lleva ahí nueve siglos. La soledad es muy literaria y también imprescindible: te ayuda a pensar sin prisas.
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