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Quienes empiezan a coleccionar sellos acaban haciéndolo toda la vida. La devoción de los filatélicos no conoce fronteras y algunos buscan el último sellito del álbum entre mares de hielo, allá en los confines de la Tierra. Puede dar fe de ello el capitán ... Andrés Villoria (Barcelona, 37 años), que acaba de regresar de la Antártida, donde ha prestado sus servicios como médico (y ahora veremos que también como cartero) en la base española Gabriel de Castilla, dentro de la campaña antártica que desarrollan anualmente los científicos del CSIC y el Ejército de Tierra en Isla Decepción, llamada así porque su engañosa apariencia de isla esconde realmente un volcán con forma de herradura.
Villoria, que lleva nueve años en las Fuerzas Armadas y ha estado destinado en Afganistán, Irak y Senegal, se ha ganado la amistad y el aprecio de cientos de filatélicos de todo el mundo sin ser él un gran aficionado a coleccionar sellos. La razón es que, según una vieja tradición heredada de la Armada, el galeno de las bases antárticas es el encargado de la estafeta postal. Al parecer la costumbre quedó arraigada en aquellos viajes transoceánicos en barco con oficiales médicos a bordo. En una época en que poca gente sabía leer y escribir, el médico, una persona con estudios y sin demasiado que hacer en aquellos largos y aburridos desplazamientos, quedó a cargo de la estafeta de la nave como 'oficial de correo postal'. Y, no resulta difícil imaginar cómo esa tradición ha pasado a las bases antárticas de todo el mundo.
Así que a Andrés Villoria le llegaban semanalmente peticiones de aficionados españoles y de otros países del mundo para que les reenviara cartas timbradas con el deseado matasellos de la Antártida. Generalmente lo que recibía en su oficina eran sobres con otro sobre dentro, con la dirección del remitente y un folio manuscrito con la solicitud, aunque a veces se ha encontrado «con varias decenas de sobres» de un mismo peticionario. «Me ha sorprendido la cantidad de filatélicos chinos. Imagino que son muy aficionados, dado que la gente 'normal y corriente' no está muy familiarizada con el mundo de la filatelia y el mundillo antártico», cuenta.
El oficial agradece el tono «cortés y amable» de los peticionarios, con los que apenas mantiene contacto más allá del epistolar, salvo un caso, un catalán de Badalona enamorado de la filatelia antártica al que ha conocido en persona, y que le ha solicitado los seis sellos que manejan allá, a trece mil kilómetros de casa. Desde el que identifica exclusivamente cada una de las campañas (en su caso, la XXXIII), el propio sello de la base, o el que sirve para matasellar las compostelanas, porque un tramo del Camino de Santiago discurre por la Antártida (el llamado 'Camino Blanco', una ruta polar, que sólo unos pocos privilegiados han podido completar). «También hay quien te pide a ver si puedes hacer pasar sus sobres por lo buques, sobre todo por el Hespérides», apunta Villoria, que recuerda el caso de un 'abusón' («no diré el nombre, jajaja») que le remitió ¡75 cartas! para sellar. Eso sí que fue una amistad bien correspondida.
Andrés Villoria se licenció en Medicina en la Universidad de Lleida y se especializó en Medicina Familiar y Comunitaria, ya cuando estaba dentro de las Fuerzas Armadas, a las que se incorporó en 2011. Dentro de su programa formativo como médico militar, trabaja sobre todo la medicina de urgencias, las aeroevacuaciones y el manejo del paciente crítico. Actualmente está destinado en la UMAER (Unidad Médica de Aeroevacuación) en el Ejército del Aire. Como cartero en el fin del mundo, una de las cosas más curiosas que le ha pasado es que un filatélico chino le envió unas cartas para sellárselas, «pero, además, me dijo en su carta que me regalaba unas postales que adjuntaba también, para mí. Escribió una carta muy agradable en un inglés apuradillo pero que se entendía y fue muy amable y muy cariñoso». Y ya como médico cuenta otra anécdota, esta vez junto con la oficial veterinario (encargada de medio ambiente y de la bromatología) de la XXXIII campaña antártica. Sin ser ninguno de los dos odontólogos, le practicaron un empaste a uno de los componentes de la campaña que se presentó un día con un dolor de muelas importante. «A día de hoy, nuestro empaste con cemento odontológico aguanta perfectamente. ¡Otro cliente satisfecho!», exclama entre risas el doctor.
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