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El hombre que dio origen a la expresión «tienes más cuento que Calleja» nació en el pueblo burgalés de Quintanadueñas en 1853. En 1868 se trasladó a Madrid con vocación y durante ocho años se formó profesionalmente en la edición, la impresión, la encuadernación, el grabado. Durante este tiempo también entró en contacto con el mundo de la enseñanza. Fue su padre, Fernando, el que abrió una librería y taller de encuadernación en Madrid. Tres años más tarde la adquirió Saturnino y ahí se encuentra el origen de la Casa Editorial Saturnino Calleja, que funcionó durante cuatro décadas. Saturnino estableció cuatro objetivos para su casa editorial y librería. Quería alfabetizar al mayor número de personas, a finales del siglo XIX leían solo una carta parte de los españoles. Quería editar libros que instruyesen de forma amena y renovar el material de enseñanza y los libros escolares.
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En los años ochenta del siglo XIX, Saturnino Calleja comenzó a renovar manuales educativos, creó las primeras series de su colección de cuentos para niños e inició su política de precios populares. Fueron los cuentos lo que más fama le dio, fama que le trae hasta nuestros días. Concedió a las ilustraciones de los libros y de los cuentos un papel fundamental, sobre todo en las cubiertas. Para ello, contaba con dibujantes de primer orden. Las portadas de los cuentos eran llamativas, en el interior eran instructivas pero sin dejar de ser atractivas. Tenían sus libros, además, la capacidad interactiva, algo novedoso en aquel momento. Pero también fue de los primeros en editar los cuentos en series, con diferentes ediciones pero el mismo contenido. Comercialmente, como él mismo manifestó desde los primeros años de la editorial, su lema fue el de «vender mucho y barato, y tener alientos y espíritu expansivo para exponer capital».
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La empresa crecía rápido. En 1896 inauguró un gran complejo editorial en Madrid. A partir de ese momento, Saturnino y después sus hijos convirtieron la casa editorial en una de las más importantes de España y América. «Editaron libros de todo tipo, de las más diversas temáticas, lo mismo autores clásicos que de actualidad, con diferentes enfoques o ideologías, desde diccionarios hasta novelas, pasando por devocionarios o libros de Medicina, y llegaron a tirar muchísimos volúmenes, de lo que puede ser un indicio las cifras correspondientes a un año intermedio, el de 1899: 3.400.000 volúmenes, correspondientes a 875 títulos, cifras superadas constantemente en años posteriores, llegando a ser la segunda editorial española en el año de la muerte de Saturnino Calleja, y posteriormente la número uno», según se puede leer en el Diccionario Biográfico Español. Fallecido el fundador, la Editorial Calleja conoció una etapa aún más brillante y modernista, bajo el mando de su hijo Rafael y la dirección literaria de Juan Ramón Jiménez y la artística de Salvador Bartolozzi.
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La editorial atendía a todo tipo de público pero la preferencia, claramente, era para los niños y los jóvenes a los que estaban destinadas tres secciones de la editorial. Pero Calleja tenía un compromiso desde su labor como editor con el mundo de la educación y la regeneración del país desde aquí. Así quedó patente en la creación de dos revistas 'La Ilustración de España' (1884) y 'El Heraldo de Magisterio' (1890). Un problema de salud coincidió con la oposición del Gobierno y no consiguió subir los sueldos de los profesores. Pero sí creó la Asociación de la Librería de España de la que fue director. En su empeño por modernizar y actualizar la docencia y la literatura, elaboró muchos libros de texto o actualizó párrafos, conceptos, lenguajes desfasados. Algo parecido hizo con los cuentos para niños, adaptando clásicos al marco geográfico de España y las condiciones de la infancia.
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Su localidad natal ya le recordaba con el nombre del colegio, CEIP Saturnino Calleja. Ahora también le homenajean en el Museo Saturnino Calleja de Quintanadueñas, inaugurado esta última semana del mes de noviembre. Con esta inversión se quiere devolver a la localidad de Quintanadueñas a un burgalés ilustre que llevó el nombre de la tierra burgalesa por todo el mundo, gracias a sus cuentos y su maestría para aportar su granito de arena a la educación de su tiempo.
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