El burgalés Ángel Ibáñez ha sido uno de los castellanos y leoneses que ha superado la enfermedad del coronavirus, si bien no tuvo que ser ingresado en ningún hospital y desde el principio decidió aislarse como precaución y por responsabilidad en su domicilio. Poco después, ... aparecieron los primeros síntomas –fiebre alta, y más tarde, pérdida de olfato y gusto- por lo que con esta sospecha clínica se dio por suficiente para confirmar que se trataba de uno de los miles casos de contagio de la cepa de coronavirus SARS-CoV-2.
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¿Sabe o supone cómo se contagió?
Quizás a ciencia cierta no se puede saber, pero es verdad que el lunes, 9 de marzo, estuve en Madrid, asistiendo a una reunión en el Ministerio de Función Pública y Política Territorial. Ese jueves se supo que la ministra Carolina Darias había dado positivo, y a partir de ese momento comencé una cuarentena preventiva, que pocos días después devino en obligatoria por desarrollar los síntomas.
¿Qué es lo primero que se le vino a la cabeza cuando supo que estaba enfermo?
A mediados de marzo se iba a tomando conciencia de la cuestión, y con las informaciones conocidas hasta ese momento, siendo de los primeros y al ser una persona sana lo asumí con respeto pero sin miedo. Probablemente viendo después que incluso muchas personas de mi misma edad lo han pasado ciertamente mal, incluso pasando por UCI o falleciendo, seguro que la sensación hubiera pasado del mero respeto al miedo absoluto.
¿De una enfermedad así sale una persona nueva? ¿Qué le cambiará la enfermedad?
Más que del paso de la enfermedad, que por suerte en mi caso cursó con síntomas que no alcanzaron la gravedad, sí que creo que todos en cierta medida y debido a la situación que nos está tocando vivir, acondicionaremos nuestra escala de valores. Suele decirse que uno no valora lo que tiene hasta que lo pierde, y por ello creo que los valores que más nos humanizan se impondrán frente al espíritu más individualista que teníamos como sociedad antes de la pandemia.
¿Qué es el detalle más bonito o más digno de recordar de todo el proceso?
Eso lo tengo grabado. Estando en aislamiento en mi habitación sin poder salir, el 18 de marzo por la tarde mis hijas, con todo sigilo, hicieron un dibujo con tizas de colores en una terraza que se ve desde mi ventana. Cuando amaneció y lo vi no puedo negar que se me cayó alguna lágrima. Era 19 de marzo, día del padre, y esa felicitación que me habían dibujado y su mensaje no se me olvidarán en la vida. El agua borró la tiza, pero en mi interior está grabado para siempre. Tampoco olvidaré los centenares de mensajes de ánimo que me llegaron esos días. Fue muy bonito sentirse acompañado así.
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