El verano ha sido más complicado de lo previsto en Burgos. Sobre todo el mes de agosto, cuando se multiplicaron los rebrotes en la provincia y se tuvo que confinar Aranda de Duero ante el riesgo de transmisión comunitaria. Sin embargo, ahora en septiembre, a ... punto de comenzar las clases y con la mayor parte de los burgaleses volviendo a sus trabajos, rutinas y obligaciones, parece que la situación se ha estabilizado. El número de casos nuevos detectados en la provincia se ha mantenido estable en las últimas jornadas, si bien tenemos que tener muy presente que la nueva normalidad consiste en convivir con brotes periódicos, sometidos a control y vigilancia de los rastreadores.
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Y estar muy pendientes de los focos de contagio, que se concentran ahora en lugares de trabajo y en los centros sociosanitarios. Ángel González, coordinador de la red de responsables de Seguimiento Epidemiológico de Burgos, recuerda que durante el verano se centró la atención en los jóvenes. Se les responsabilizó de los repuntes por su asistencia a bares y discotecas. «Pero ni todos los jóvenes son unos irresponsables ni todos los irresponsables son jóvenes», apunta este médico de familia y técnico de Salud Pública, y los rastreos nos permiten saber ahora con más exactitud cuáles son los principales focos de contagio de la covid-19.
Por un lado están los centros sociosanitarios, como las residencias de mayores. Durante este verano, en Burgos se han registrado varios brotes en este tipo de centros, el más destacado en Vadocondes (con 35 usuarios afectados y 6 trabajadores) y el más reciente en Roa (este, con 12 usuarios afectados y un trabajador). «Sabemos que una vez entra el virus en una residencia, sacarlo es muy difícil», afirma González. De ahí que el diagnóstico sea «especialmente agresivo», con pruebas generalizadas y un amplio rastreo de contactos estrechos. «Son personas vulnerables que pasan tiempo juntos, en zonas comunes y no siempre se puede garantizar las medidas de prevención».
Los otros focos que preocupan en el servicio de Seguimiento Epidemiológico son los laborales, pues los familiares son más fáciles de detectar y controlar. «Se habla mucho de la distancia física, la higiene de manos y el uso de mascarilla», apunta González, «pero el virus también se combate luchando contra la inestabilidad laboral, contra viviendas donde no tengan que vivir necesariamente un número importante de personas (y cuarentenarse sea imposible) y con un salario que te permita hacer la compra y pagar el alquiler».
También es fundamental para frenar los contagios, y evitar brotes descontrolados, que los trabajadores tengan garantizadas las medidas de prevención y que puedan ausentarse del puesto de trabajo si tienen síntomas compatibles, están pendientes de la PCR o en cuarentena. Y es que si ven peligrar su puesto de trabajo, o se quedan sin ingresos, es mucho más probable que los afectados no cumplan con los aislamientos o intenten evitar las pruebas de diagnóstico. Ángel González pide que se tengan muy en cuenta estas cuestiones, por ejemplo, ahora que estamos a punto de comenzar la vendimia y se van a incorporar muchos temporeros venidos de diferentes partes del país.
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Ángel González reconoce que «en España nunca hemos dejado de tener transmisión comunitaria». Tras el confinamiento, en mayo, junio y principios de julio la transmisión estaba muy controlada, con pocos casos nuevos. De hecho, en Burgos las estadísticas iban a la baja, con menos notificaciones de nuevos PCR positivos, menos casos activos en Atención Primaria, menos ingresos, más altas y menos fallecidos. Pero en julio comenzaron los rebrotes en Lleida y Aragón y, a partir de ahí, llegó el repunte. «La movilidad interterritorial es una magnífica herramienta para que el virus de transmisión por vía respiratoria se siga contagiando», afirma el médico.
Así, tras la época valle, en Burgos se empezó a notar un aumento de casos nuevos confirmados por PCR a partir de mediados de julio. Los primeros brotes surgieron en torno al día 20, en la capital burgalesa, importados de Zaragoza y Pamplona. Luego llegaron nuevos brotes, en Miranda, en la provincia y así hasta superar los más de 60 que se han llegado a tener activos al mismo tiempo. Eso sí, la situación más complicada se ha vivido en Aranda de Duero. Por una parte, se tenía controlado territorialmente el repunte, pero la transmisión no estaba controlada, recuerda, y resultaba muy difícil realizar las pruebas a todos los sospechosos y localizar a los contactos.
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Ahora, Aranda de Duero ha vuelto a la normalidad y eso se ha dejado notar en una estabilización de casos en la provincia. Eso sí, no nos podemos confiar. «Tenemos muy presente el recuerdo de los meses de marzo y abril, donde un país entero tuvo que encerrarse en casa y donde los compañeros tuvieron que hacer frente a un sobresfuerzo (físico y mental) sin precedentes», recuerda Ángel González. En estos momentos, el sistema tiene mayor capacidad de hacer test, lo que permite aislar casos, poner en cuarentena a contactos estrechos y frenar la cadena de transmisión del virus.
En Burgos se cuenta con 116 'rastreadores', por encima de los 70 que es el mínimo recomendado, y se han realizado contrataciones recientes. También se ha reforzado el servicio de Salud Pública, así que González considera que «tenemos un buen ratio de rastreadores, que están haciendo un trabajado magnífico». Y no es por decir, los datos así lo demuestran. Antes las PCR solo se hacían a personal esencial e ingresos hospitalarios. Ahora, a todos los que cumplen con los criterios, de ahí que se estén detectando más casos, con más asintomáticos, «que sin diagnóstico seguirían haciendo vida normal, convirtiéndose en un vector de contagio importante».
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Por todo ello, Ángel González ve difícil que se necesite volver a un confinamiento como el vivido en primavera. «El confinamiento tiene por objetivo evitar colapsar el sistema sanitario (especialmente a nivel hospitalario)», recuerda, que era justo la situación que se vivía en marzo. Pero también económico y social, así que no es una decisión que se pueda tomar la ligera. Lo que tenemos que asumir, como ciudadanos, es que «la nueva normalidad va a consistir en el control de brotes, que aparecerán periódicamente, y que nunca deberían suponer confinamientos estrictos». Y para eso también debemos de cumplir con las normas de prevención y seguridad.
Lavado de manos, distancia física y mascarilla son las claves. Y responsabilidad individual, cambiando el patrón de interacciones sociales para evitar situaciones de riesgo y atendiendo a lo que nos digan los profesionales. «El momento más importante es cuando identificamos la sintomatología compatible (fiebre, tos, diarrea, pérdida del gusto y del olfato...) con una posible enfermedad por coronavirus», explica el médico. Y el protocolo es bien claro, siempre el mismo, y que se debe de seguir a rajatabla.
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El paciente debe quedar en aislamiento, a la espera de la realización de la prueba PCR, y se le pregunta si ha estado en contacto con alguien con la covid-19. Si la prueba da positivo, seguirá en aislamiento entre 10 y 14 días, y debe facilitar una lista de contactos con los que estuvo dos días antes de empezar a notar los síntomas. Y sus contactos se someterían a PCR, quedando en cuarentena con independencia del resultado, pues pueden estar contagiados pero todavía no ser detectable. En general, los burgaleses cumplen la cuarentena y los aislamientos.
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