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Las diez noticias imprescindibles de Burgos este martes 21 de enero
Los dependientes se protegen en todas las tiendas.

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Los dependientes se protegen en todas las tiendas. Ruth Rodero

El día a día en las tiendas de barrio durante la crisis del coronavirus

En las tiendas de alimentación observan cómo los clientes respetan cada vez más escrupulosamente las normas de seguridad

Martes, 24 de marzo 2020, 08:14

El dibujo de un arcoíris decora la entrada de la tienda de alimentación de Guillermo. A este dibujo lo acompaña una frase que parece el mantra de todo el país estos días: «todo saldrá bien».

En su tienda atiende a una señora que le pide « ... media piña», mientras que en las estanterías rebosa el género como si el mundo no se hubiese detenido de puertas para afuera. «La gente está un poco rara y compra a oleadas», cuenta Guillermo, parapetado en una mascarilla pero infatigable. A ratos, las colas en la acera, guardando la distancia de seguridad, le auguran un buen rato de trabajo duro, en otros, el silencio de la calle solo lo rompe él con su cargar y descargar cajas.

Apenas unos metros más allá, ya en la Avenida del Cid, una de las arterias de la ciudad, está Cristina, atendiendo una frutería. Tampoco queda ningún espacio en las estanterías y guarda minuciosamente la compra de una clienta en las bolsas de tela que esta le ha proporcionado. No existe contacto, una vez llenas, las bolsas se depositan en una caja para que el cliente se las lleve.

«Lo estamos llevando con calma, la gente respeta la distancia y lo que intentamos transmitir es calma, que hay de todo, que va a seguir habiéndolo y que compren con normalidad», cuenta Cristina. Además, para ayudar a quienes no pueden salir a hacer la compra han puesto en marcha los pedidos a domicilio. «Lo llevamos con buena cara y paciencia», y se intuye una sonrisa tras la mascarilla.

Milagros regenta una panadería pequeñita en la Avenida Reyes Católicos, en su puerta un cartel avisa a los clientes de que no puede haber más de dos personas en el establecimiento. Sus clientes se asoman por la cristalera antes de empujar la puerta y entrar.

«La gente viene muy espaciada y se lleva pan para varios días, respetan el entrar de uno en uno, lo llevamos bien. No preguntan nada, compran y se van», relata. Lo que sí que ha notado es que vende más pan «porque la gente intenta no bajar todos los días». «Además, la gente más mayor me llama por teléfono y se lo acerco cuando cierro, nos echamos una mano», explica Milagros.

De nuevo en la Avenida del Cid, Belén recoge un pedido por teléfono en su carnicería. Ahora está vacía, pero hace apenas unos minutos la gente aguardaba la cola fuera del local siguiendo las normas establecidas para todos. «Ya hacíamos los pedidos por teléfono antes», aclara Belén, «pero ahora es aún mas cómodo: nos hacen el pedido, vienen a por ello y se van. Es lo mejor para ellos y para nosotros».

La preocupación por la escasez tampoco ha llegado a la carnicería: «De momento no preguntan por ello y tenemos de todo, nos sirven bien». Los clientes colaboran aunque, si de algo tiene queja, es de «las personas más mayores». «La farmacéutica de al lado también lo ha notado, bajan muchas veces para comprar pocas cosas, deberían quedarse en casa», reclama enfadada.

Durante las mañanas las calles parecen retomar el pulso normal de un día de diario, sin embargo es solo un pequeño trampantojo. El silencio reina en unas aceras donde los clientes hacen cola a distancia para adquirir lo productos de primera necesidad. «Lo más duro vendrá después, pero que pase esto ahora, eso es lo importante. Después, si es necesario, ya comeremos sopas de ajo el tiempo que sea», sentencia Belén.

Las pequeñas tiendas animan a mantener la distancia de seguridad a los clientes. Gloria Díez

Acostumbrarse a las nuevas normas

«Todo el mundo respeta la distancia de seguridad y entran de uno den uno», asegura la dependienta de una pequeña frutería en el barrio de San Pedro y San Felices. Es porque, según confiesa con su mascarilla puesta, «la gente tiene mucho miedo». El pago con tarjeta se ha generalizado estos días, también en las pequeñas tiendas de barrio, «me piden pagar con tarjeta y les dejo guantes para meter el código«, explica.

Ella ha visto «mascarillas de todos los tipos y formas» y bromea con que «podría escribir un libro con todas las mascarillas que trae la gente». Lis hábitos de compra de los clientes han cambiado y en estos días, en la frutería está vendiendo «mucho más» debido a la gente «que hace compra también para otros familiares», afirma.

Los propietarios y dependientes se protegen también con mascarilas y guantes. Gloria Díez

A pocos metros hay varias carnicerías, pescaderías y panaderías que siguen ofreciendo servicio al público en el barrio respetando escrupulosamente las medidas de seguridad. Sus propietarios también van protegidos con mascarilla y guantes y atienden, si es necesario, en la calle. «A veces para quien no quiera entrar se lo vendemos en la puerta », explican. Cada vez es más habitual ver a los vecinos guardando cola con la distancia de rigor en la acera y entrando de uno en uno en los estableimientos. Una rutina que los compradores empiezan a interiorizar y a normalizar en la segunda semana del estado de alarma.

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