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Cuando en marzo de 2020 llegó el confinamiento domiciliario en las residencias de mayores entró la tristeza. Se acabaron las visitas y salidas con la familia, las actividades y la convivencia como hasta entonces se conocía. No había besos ni abrazos, todo se volvió ... un poco más oscuro y silencioso.
El miedo a los contagios se materializó en muchas de ellas, ingresos, pérdidas de compañeros que no volverán. Tiempos duros en los que los trabajadores se convirtieron, aún más, en la familia de los residentes. Las visitas a estos centros se vieron restringidas por el decreto del estado de alarma publicado por la crisis sanitaria de la covid-19. Aunque en muchos centros burgaleses se restringieron sus visitas antes de que fuese obligatorio.
Con el miedo y la incertidumbre llegó también el goteo diario de cifras. Contagiados, fallecidos, aislados con síntomas y sin ellos. Números que escondían detrás de ellos una realidad más cruel, con nombre y apellidos. Con familias y amigos. Con compañeros de habitación.
La primera cifra que la Junta de Castilla y León recoge en su web de datos abiertos data del 8 de abril de 2020. Hacía poco más de un mes del primer diagnóstico de la covid en Burgos y los datos muestran 181 fallecidos en las residencias y centros de mayores y personas con discapacidad. 49 de ellos con covid positivo y otros 79 con síntomas compatibles.
A partir de ahí esas cifras no dejaron de aumentar. Lo peor de estos números llegó el 12 de abril, con once personas muertas con el virus diagnosticado en 24 horas. Los centros buscaban cómo acercar a los residentes a sus familias al tiempo que los protegían de un virus letal que hacía estragos entre la población más mayor.
El verano de 2020 llegó como un oasis. Junio tan solo registró un fallecido, mientras que en julio no hubo que lamentar muertes. En agosto fueron cuatro las personas que perdieron la vida a causa de la infección. Pero estos datos fueron solo eso, un oasis en medio de la pandemia. Septiembre comenzó con 176 fallecidos que aumentaron hasta los 196. En el horizonte solo se veía una posible solución: la vacuna.
Y la esperanza llegó en forma de pinchazo el 30 de diciembre de 2020. Los elegidos fueron los residentes de Fuentes Blancas, con Roberto Núñez, de 87 años, a la cabeza. Por entonces ya eran 341 las personas que habían perdido la vida en las residencias con covid positivo.
Pero las vacunas fueron llegando a todas las residencias, para proteger no solo a sus residentes, sino también a sus trabajadores, aquellos que se convirtieron en salvadores y familias, que redujeron su vida personal al máximo para no contagiar a sus usuarios. Y llegó la luz.
Desde el 30 de diciembre hasta finales de abril han fallecido 25 personas en las residencias de la provincia, en medio de la tercera y cuarta ola. Desde el 17 de marzo no se registra ninguna muerte en estos centros, que celebran cada día estar recuperando la normalidad.
Es el caso de la residencia Vitalia Jardín, donde Diego Juez Cuesta está al frente del equipo de trabajadores. Allí han celebrado la llegada de las vacunas como si del maná se tratase. «Con la vacunación hemos visto una diferencia como de no ver a ver», explica. «A los centros nos ha dado vida, que no es poco. Seguimos con precaución, como el resto de la sociedad, pero nosotros, que siempre habíamos apostado por ser centros muy abiertos, donde la familia forma parte del día a día de la residencia, que entraban y salían del centro sin problemas ni horarios, poner estas limitaciones ha sido muy duro durante tanto tiempo», afirma.
Pero ahora las cosas están comenzando a cambiar. El buen tiempo y la llegada de las vacunas está haciendo que los residentes puedan volver a la normalidad. Esa que no es nueva, la que conocíamos antes de que el Sars-Cov-2 llegara a nuestras vidas. «Pueden salir al exterior con los familiares. Hemos apostado mucho por las unidades de convivencia en el interior y durante la pandemia han estado un poco más aislados, pero han vuelto las actividades, la terapia, las actividades culinarias...», celebra Diego Juez.
Y eso se nota. Porque aunque los residentes han seguido teniendo actividades durante todos estos meses nada era igual. Y para los trabajadores también ha llegado la tranquilidad: «Desde la vacunación los centros son seguros, pero hemos visto que cuando afecta a una persona mayor dentro de la residencia es muy difícil controlarlo porque enseguida se expande».
Esto ha supuesto una «carga de trabajo» para el personal auxiliar «muy fuerte». «Ha sido peor de lo que nos podíamos imaginar en cualquier caso», confiesa Diego. Porque al principio el desconocimiento y la virulencia no dejaban mucho espacio para trabajar, con el paso de las olas el problema se centraba en controlar al virus y evitar su expansión. Ahora, con las vacunas parece que la normalidad vuelve poco a poco a los centros residenciales.
Situación similar viven en la residencia CleceVitam San Pedro Poveda, donde esa normalidad, con tintes de medidas sanitarias, ya asoma el hocico. «Los 60 usuarios están teniendo sus salidas y el centro recibe visitas. Todas están organizadas y tienen unas pautas para cumplir con las medidas higiénicas y sanitarias», explica la directora del centro Silvia Ballesteros.
Unos paseos que sirven para que los residentes vuelvan a ver a 'su' querida Catedral a escasos centímetros. «Es decirles que vamos a la calle y les falta tiempo para que se pongan el abrigo. Regresan muy contentos», apunta Ballesteros.
Asimismo, las actividades grupales, como jugar a las cartas, también han vuelto a la San Pedro Poveda. «La mascarilla no ha desaparecido y siempre nos lavamos las manos para esos juegos, además de estar en grupos pequeños. El hecho de estar socializando mejora la salud», continúa,
Ahora este residencia de 60 usuarios y una plantilla de 30 trabajadores ya está habilitando el patio interior para la vuelta del vermú durante los fines de semana. «Están deseando. Mantendremos los grupos pequeños, pero es una actividad que gusta mucha. El centro está volviendo a esa antigua normalidad, aunque queda tiempo», concluye la directora de la residencia CleceVitam en Burgos.
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