Era complicado buscar aparcamiento en la mañana de este jueves en la residencia de Aspanias de Quintanadueñas. Ardua tarea para aquel que llegó a partir de las 10:00 horas porque minutos antes el equipo covid, compuesto por dos enfermeras, había desembarcado en las instalaciones ... de la fundación con una nevera cargada de vacunas de la farmacéutica Pfizer. Y era difícil estacionar el coche porque a esa misma hora se personaron todos los trabajadores de la residencia, hasta 44, que, aunque estuvieran de descanso, se acercaron hasta su puesto de trabajo para recibir la primera de las dos dosis necesarias para lograr la inmunidad.
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A partir de ese momento, el equipo covid se dividió. Una de las enfermeras empezó a preparar inyecciones y la otra se puso manos a la obra con el programa Medora. Y de esta forma empezaron a pasar por la misma silla de vacunación los 58 usuarios de la residencia. No hubo ninguna 'deserción', lo que la propia directora del centro, Laura Villa, alabó. «Hemos tenido buena acogida por todas las familias. Al igual que nosotros, también estaban ansiosas de que llegara este momento», relata Villa.
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Y es que esta mañana en Quintanadueñas se ha visto cómo la esperanza llegaba en forma de pinchazo. Era un momento esperado por todos, por lo que se vivieron momentos de optimismo comedido, sobre todo, después de un 2020 complicado. «Nadie sabía cómo se iba a desencadenar todo y este año ha sido duro. Lo hemos podido sacar como se ha podido, siempre con las ganas de todo el equipo. Además, nuestros usuarios nos han dado una gran lección y han sabido adaptarse a la situación mejor que el resto. Se merecen los mejores cuidados, prevención y protección posibles», recalca la directora, que también se ha vacunado esta mañana.
Ahora solo queda aguardar tres semanas para que los rayos de optimismo de los que habla Villa se transformen en una realidad completa. «Saber que podemos ser inmunes o, en el caso de contraerlo, tener los menos efectos posibles, siempre es una buena noticia. Ahora tendremos que esperar 21 días para que nos pongan la segunda dosis y ver cómo responde el cuerpo y para adelante», incide Villa con una sonrisa bajo la mascarilla.
Ilusión que también reflejaba en su rostro José Ángel Revilla, trabajador en atención directa, y que escenifica la alegría de sus compañeros. «Teníamos ganas de que llegara la vacuna y que simplifique las cosas a partir de ahora. A medida que se vaya vacunando la población, todo irá mejorando para recuperar esa normalidad», recalca.
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Un sentimiento de satisfacción que se entremezclaba con la ligera libertad que podría llegar con la segunda dosis para los usuarios. «Tan solo han salido en verano y ahora en Navidad, y siempre con continuas PCR y con preocupación cada vez que había salidas», añade el trabajador, que anima a la población a que se ponga la vacuna. «Siempre con la libertad de cada uno, hay que animar a la gente a que se vacune. A pesar de la controversia o las dudas, siempre he pensado que es más peligroso el virus que la vacuna», concluye.
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