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Miguel Ángel Casado. ÁMC
«Mi objetivo era que la covid no entrara en la prisión de Burgos»

«Mi objetivo era que la covid no entrara en la prisión de Burgos»

El funcionario del centro penitenciario de Burgos Miguel Ángel Casado, contagiado de coronavirus de forma asintomática, destaca la labor de sus compañeros, internos y dirección durante la pandemia

Miércoles, 17 de febrero 2021, 08:15

El 20 de enero llegaron unos ligeros síntomas de covid al cuerpo de Miguel Ángel Casado. Eran sequedad en la garganta y un mínimo dolor de cabeza. Ahí se le encendieron todas las alarmas y pensó que podía padecer el coronavirus. Desde esa mañana inició ... un sinfín de llamadas: al teléfono covid, al centro donde recibe clases de inglés, a su club deportivo donde ejerce de delegado y a su lugar de trabajo, el centro penitenciario de Burgos.

El día siguiente, el 21 de enero, se sometió a la PCR y 24 horas después recibía la confirmación del positivo. Autoconfinado desde los primeros síntomas, a Casado solo le preocupaba no extender el virus y que la cadena de transmisión se detuviera en él, sin que afectara a la prisión, al club deportivo, al centro de estudios y, evidentemente, a su mujer. Y lo consiguió. «El saber que podía contaminar a terceras personas era mi mayor preocupación», recuerda este funcionario de prisiones tres semanas después de superar la covid.

Era sabedor de la responsabilidad que atesoraba, no solo por el trastoque que generaría en su puesto de trabajo (desempeña funciones de personal al pasar a segunda actividad) donde sus dos compañeros se tuvieron que aislar, sino también por el problema que podría nacer en un espacio cerrado con el centro penitenciario.

«Tenemos el eslogan de no meter la covid dentro porque el problema que se puede generar es tremendo. Se está llevando muy bien y prácticamente no hemos tenido incidentes. No ha sido como en otras prisiones, que han tenido que aislar módulos», explica Casado, que detalla los protocolos que mantiene la cárcel para esquivar a la covid. «Los internos pasan una cuarentena cada vez que llegaban de un permiso o venían del hospital. Se pretende que ante la posibilidad de que entre, sea con consecuencias mínimas. Además, se han restringido comunicaciones y permisos», continúa.

Ante esta nueva situación, Casado destaca la actitud de los internos en plena pandemia. «Quiero enfatizar la conciencia que tienen ante este problema. Ellos son conscientes de lo que pasa en la calle. Tienen acceso a los medios de comunicación y ven la realidad. Entienden que no haya visitas, que algunos voluntarios no entren... Estamos hablando de un grupo social que no se caracteriza por cumplir las normas», analiza Miguel Ángel Casado.

Por ese motivo, el propio funcionario de prisiones alaba el trabajo y los esfuerzos de los internos, sus compañeros y de la directora Elena Ramos. «No se sabe las horas que está metiendo para salvar esta situación», apostilla.

Si a Casado le preocupaba que el coronavirus se extendiera en el trabajo, no lo era menos en el ámbito familiar. Diez días confinado en su hogar con el objetivo de evitar los contactos con su mujer. Y también lo consiguió. Se dividieron la casa, con el fin de que cada uno tuviera una habitación, una salita y un baño. La cocina corría por cuenta de la mujer, por eso de que Miguel Ángel no tocara ese espacio común. «Afortunadamente tenía una terraza y eso me permitía tener algo de contacto con el exterior», recuerda.

«Los internos pasan una cuarentena cada vez que llegaban de un permiso o venían del hospital»

Con el reparto de la casa, llegó la organización del día para completar horas sin pisar la calle. «Desde primera hora me organizaba la jornada. Desayunaba, higiene, ordenaba la habitación y planificaba qué hacer ese día eran las primeras actividades. Echaba un vistazo para saber qué ofrecía la televisión y tuve la suerte de coincidir con el mundial de balonmano. Luego completaba el día con alguna película en plataformas de 'streaming'. También aproveché para seguir estudiando inglés, leer y hacer deporte en la bicicleta estática. Me salvó media vida. La sacaba a la terraza para no generar aerosoles en el interior y me distraía», añade Miguel Ángel.

Según pasaba el tiempo, se le hacía un poco más pesado pasar todos los días en casa. «El último día se me hizo interminable. El domingo, el primer día que dejaba la cuarentena, salí a dar un paseo por todo el extrarradio de Burgos sin cruzarme con nadie. Reconozco que este periodo que he pasado ha supuesto un descanso laboral. Tenemos algo de estrés laboral», concluye.

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