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Como cada año, el final del otoño y la entrada del invierno llega con la incidencia de la bronquiolitis al alza. En este 2022, los casos en niños pequeños han aumentado rápidamente a nivel mundial, lo que ha llevado a que se cree alarma social ... entre los padres de los más pequeños que temen la entrada de los virus respiratorios en casa.
Pero, ¿qué es la bronquiolitis y a quién afecta? «La bronquiolitis, en principio, tal y como lo entendemos, es un primer episodio de dificultad respiratoria asociado a un catarro en un niño menor de dos años», explica Elena Santamar, pediatra en Burgos. Elena añade que «hay otro tipo de bronquiolitis que se llaman bronquiolitis obliterante, que es otra cosa totalmente diferente y que sí se pueden dar en mayores. Pero no es lo mismo, se llaman igual, pero no es el mismo concepto», aclara.
Para simplificar, la bronquiolitis se define como un proceso de dificultad respiratoria asociado a un virus en un niño menor de dos años. «Son procesos víricos que luego se pueden complicar con alguna infección bacteriana. Se producen por diferentes virus de la época de otoño e invierno, el principal es el VRS, el virus respiratorio sincitial, pero también puede haber bronquiolitis causadas por otros virus. Lo que ocurre es que hay niños en los que ese mismo virus les produce un catarro sin más y otros niños a los que, no se sabe por qué, les afecta un poquito más a los bronquiolos, que es la parte final de los bronquios, como los bronquios más chiquititos que llegan a los pulmones. Lo que ocurre es que se inflaman por el mecanismo inmunológico del virus y eso provoca la dificultad respiratoria. Hay niños que esos virus se les queda en un catarro sin más y a otros les produce esa inflamación de los bronquiolos que produce la bronquiolitis», profundiza Elena.
A priori, la mayor parte de los niños que enfermen van a sufrir procesos catarrales, muchos en el otoño y en el invierno, normales. Son niños que pueden tener tres o cuatro días de fiebre, que puede ser fiebre alta. «Que la fiebre sea más o menos alta no influye en la gravedad del proceso, puede ser un catarro normal, sin ninguna complicación, y tener 39,5 de fiebre. Eso suele asustar bastante a los padres, pero hay que tener claro que la cifra de temperatura no nos indica que el proceso sea más grave», afirma la pediatra.
Un niño con un catarro normal puede tener fiebre, puede tener mocos y puede tener tos, pero en general es un niño que, quitando los momentos que puede tener más fiebre y pueda estar un poco más 'tiradillo', es un niño que el resto del tiempo tiene un buen estado general, que están más o menos contentos y que no tienen dificultad respiratoria.
La diferencia entre un catarro y la temida bronquiolitis llega con la dificultad respiratoria. ¿A qué llaman los pediatras dificultad respiratoria? «En general, cuando un niño respira más veces de lo normal, cuando tiene una respiración más agitada y cuando al coger aire se le marcan las costillas. Si al niño le descubres un poco el pecho y al coger aire hace tanto esfuerzo con los músculos que se le marcan las costillas al respirar. También cuando por encima del esternón se le hunde al coger aire. Eso quiere decir que sus músculos costales están haciendo demasiado esfuerzo y por eso se producen esos signos», indica Elena.
También hay que estar alerta si en el caso de bebés dejan de comer o comen mucho menos de lo normal. «Están tan afectados a nivel respiratorio que comer les cuesta mucho», asegura. Con la bronquiolitis hay que tener especial precaución en bebés muy chiquititos, porque las bronquiolitis pueden tenerlas desde el nacimiento y cuanto más pequeño sea el niño más riesgo puede tener. «Es normal que en niños menores de seis semanas cuando tienen una bronquiolitis se les ingrese porque pueden hacer pausas de apnea. Esto quiere decir que se quedan sin respiración y necesitan tener una vigilancia un poco más exhaustiva que la que puedan tener en casa», cuenta la pediatra.
Y aunque la fiebre puede aparecer en una bronquiolitis no es un indicador de gravedad, algo que saben bien los pediatras y contra lo que «luchan día a día». «A la gente le asusta mucho la fiebre, ven que el niño tiene 39 de fiebre y le llevan corriendo a urgencias. En verdad no es así, la fiebre indica que hay una infección y que el cuerpo está peleando contra ella, pero no quiere decir que la infección sea grave y que la fiebre vaya a dañar el cerebro o a provocar convulsiones. Sí que hay niños que tienen convulsiones con la fiebre, pero son niños que tienen un gen que les predispone a ello, hay niños que por mucha fiebre que tengan no van a convulsionar, mientras que otra proporción pequeña de niños pueden tener una convulsión con 39 de fiebre pero también con 37,5», explica.
Además, Elena asegura que, en contra de algunas creencias populares «la fiebre no daña el cerebro». «Otra cosa es que esa fiebre esté asociada a un proceso que puede ser una bacteria que sea la que puede dañar al cerebro, pero eso ya es otra cosa diferente. La mayor parte de las veces, el 90-95% de las infecciones en los niños son víricas, pueden causar fiebre, esta fiebre puede ser alta, pero hay que fijarse más en el estado general del niño. Si vemos que al niño le baja la fiebre, está contento, saltando, jugando, pues le daremos los antitérmicos cuando corresponda y esperaremos un poquito. No por ir a urgencias cuando tenga 39 de fiebre va a ser la panacea. Allí ni le van a quitar la fiebre ni van a decirte mucho más. Le van a mirar y si es un catarro te dirán que no hay que ponerle antibiótico», asegura.
Ni la fiebre indica gravedad ni tampoco necesidad de antibiótico: «En los niños, en la inmensa mayoría de ocasiones son procesos víricos y no necesitan antibióticos. En el caso de la bronquiolitis, que es un proceso vírico que, a priori, tampoco necesita antibiótico a no ser que después se complique por lo que sea y después desarrollen una otitis, una neumonía… pero a priori la bronquiolitis tampoco necesitan antibiótico».
Las recomendaciones para evitar que un bebé o niño pequeño puede sufrir una bronquiolitis son similares a las del resto de virus respiratorios y las mismas con las que hemos convivido por la crisis sanitaria de la covid-19.
«Es importante que evitemos en la medida que sea posible que los bebés estén en contacto con personas que estén enfermas. Esto les pasa mucho a los bebés pequeñitos que tienen hermanos que van al colegio a escuelas infantiles. En este caso lo que hay que hacer es intentar que los hermanos se acerquen lo menos posible, que se laven las manos siempre cuando lleguen a casa, enseñarles a taparse la boca al toser, al estornudar, etc,. Y en el caso de que sean personas mayores, si van a ver a un bebé que se pongan mascarilla y que se laven las manos. Hay que tener precaución, sobre todo con los bebés, porque cuanto son muy pequeñitos se pueden llegar a poner muy malitos solo por besarle una persona que aparentemente solo tiene un poco de catarro», finaliza Elena.
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